Ixai BARRENETXEA.
BILBO
Entrevista
MIKEL URDANGARIN
VOCAL, COMPOSITOR, GUITARRA...

«Pensé que me arrimaba a la obra de alguien cercano y eso me ayudó»

El 21 de octubre de 2016 Mikel Urdangarin ofrece un concierto especial dentro del ciclo «Izar & Star», versiona a Leonard Cohen. Por diversos avatares, la grabación en el Teatro Campos Elíseos de Bilbo queda atrapada en el tiempo. Un giro de guion permite al músico sentirse cómodo con el acabado y nace «Hotza da –NY– is cold». Urdangarin actúa mañana en Kafe Antzokia de Bilbo. 22:00.

Pasados veinte años de dedicación completa a la música, Mikel Urdangarin regresa con un disco en directo que cabe situar ante la espera de un álbum con composiciones nuevas que tendrá lugar en 2020. “Hotza da –NY– is cold” es el lugar donde el músico deja una gavilla de canciones propias reinterpretadas y diez canciones que versionan a Leonard Cohen, del que no se sabe muy bien si su carrera fue la música o la literatura. Urdangarin dedica el disco a su ama, Miren Abasolo Iza, fallecida en agosto de 2018, de quien comenta que es «la persona que más amaba en el mundo».

“Hotza da –NY– is cold” , en su soporte vinilo, solo recoge las versiones de Cohen, cinco por cara; no obstante, en el cedé que se adjunta, se hallan los diez títulos de Cohen y siete temas propios que Urdangarin interpretó en el Campos Elíseos. La magia del concierto (y del cedé) fue que las canciones de ambos autores se acoplan en un hermoso todo . Es evidente que títulos como “Suzanne” o “Hallelujah”, en menor medida “So long, Marianne” (que siempre nos pareció mejor canción popular que “Suzanne”) o “Take this waltz”, están en la mente de millones de escuchantes tanto por su calidad como por haber sonado insistentemente en radios, internet o por versiones multitudinarias desde hace muchos años, también son dos temas que por “machacados” podrían haber quedado fuera del repertorio, pero esa decisión hubiese supuesto, posiblemente, una gran decepción para los asistentes a este duelo con flores en la mano.

En cualquier caso, y al margen del peso de los idiomas, creaciones de Urdangarin como “Non geratzen den denbora” (“Espilue”, 2000), con letra de Jon Maia y sin piano en el original; “Urriko poema” (“Bar Puerto”, 2001), con letra de Kirmen Uribe; “Hauskor” (“Zaharregia, txikiegia again, 2003”, con texto y música de Mikel y sin piano en el original; “Lo” (“Dana”, 2005), también propia al completo como “Katu baltzak” (“Zubia”, 2009) o “Badiru hiru aste” (del álbum de mismo nombre, 2015), son composiciones de gran altura en todos los aspectos. Son apuestas capaces de desangrar el alma, que inducen, de paso, a meditar sobre la valoración que se tiene, en general, de los artistas locales, en la mayoría de los casos aplastados por la obviedad de los medios de comunicación y sus apuestas. Urdangarin es un artista de hechura internacional, uno de los mejores cantantes y compositores que ha dado Euskal Herria, pero ya se sabe que si, cuando menos, no eres festivo, la cuesta es más pronunciada

Urdangarin combina desde hace años su faceta de solista con el apoyo de banda. En “Hotza da –NY– is cold”– casi se podría decir que canta a capella, espacio complejo para miles de solistas, y que su voz, impecable en timbre, armónicos, afinación y recorrido, es como una gran orquesta que llena el espacio. No obstante, justo es destacar también a Koldo Uriarte, piano, y trascendental agregado del éxito de esta experiencia, a Nika Bitxiasvili, soberbio y pleno de emoción con su flexible y seductor violín, y Jon Cañaveras, delicadamente sutil y valioso en sus aportaciones.

Asimismo cuenta con la sanadora colaboración de la londinense afincada en Gasteiz Alison Keable. «A Alison la conozco tocando en directo. Me quedo prendado de su voz y más tarde le invito a grabar coros en ‘Margolaria’. Así empieza nuestra relación».

La participación de Keable en el vinilo es curiosa. Urdangarin echa de menos en la toma del directo una voz femenina para el repertorio de Cohen, por lo que solicita la ayuda de Alison Keable, quien graba en los estudios Koba su pista de voz en todas las versiones de Cohen. Ahora Mikel y Leonard son más bisagra.

El disco se edita en vinilo, el cual solo contiene las versiones de Leonard Cohen. El colectivo Zart edita mil copias e incluye, además, un cedé con las diez canciones de Cohen más siete de Mikel, así como una lámina del autor de la portada y diseño global, Alain Urrutia, a quien Urdangarin admira desde hace años. Por otra parte, se publica un digipack con dieciséis canciones, donde no se incluye “Zurekin”.

Ha costado publicar este disco homenaje a Cohen, ¿ha tenido que superar o dejar reposar algún «pero»? ¿Hallar el momento adecuado o pertinente para rematarlo? ¿Muchas horas de estudio o quedó solvente desde el inicio?

Hay varias razones para haber tardado tres años. La primera y más importante, que dos meses después del concierto entramos a grabar “Margolaria”, trabajo que nos va a tener ocupados hasta el día de hoy. Al mismo tiempo, tras el fallecimiento de Cohen el proyecto entra en una especie de bypass, de cierta orfandad, que afortunadamente se resuelve cuando Alison Keable graba las voces de estudio y acaba llevando el repertorio a otra dimensión. Esa, junto a la mezcla, fue la mayor labor de estudio.

Harkaitz Cano y John Potter glosan a Cohen en el cuadernillo... ¿Le dan aún más profundidad al proyecto?

Con ellos comparto la admiración hacia Cohen. A John, crítico de música en la revista “Folk Roots”, lo conocí en Okinawa y allí me contó que conocía a Anjani, quien fue corista de Leonard durante varios años. Junto a él revisé el concierto del Teatro Campos y él me animó a que no dudara en seguir con el proyecto. Harkaitz, además de gran fan de Cohen, es miembro de Zart, colectivo que edita el disco. Los dos con sus textos aportan algo diferente y con peso al proyecto. Ha sido una suerte poder contar con ellos.

¿Le resulta paradójico que esta sea su primera referencia en vinilo después de dos decenios de ediciones suyas?

Sí, es, curiosamente, mi primer vinilo. Es, a la vez, un guiño al vinilo que recibí como regalo de mi aita en mi diecisiete cumpleaños, “I'm your man”, del propio Cohen. Lo encuentro especial, primero, porque su diseño es de mi admirado Alain Urrutia; segundo, porque es el primer trabajo del colectivo Zart y, tercero, pero no menos importante, porque junto a las versiones se oyen los aplausos del público de esa noche tan especial, entre ellos, los de mi madre, que falleció hace un año y medio y sé que aplaudió a rabiar.

La muerte también quiso que Leonard Cohen falleciera un mes después de las actuaciones en el Teatro Campos Elíseos de Bilbo y Tabakalera de Donostia.

Él llevaba un tiempo anunciando su muerte, pero no imaginé que fuera tan rápido. Me afectó. Desaparecía el dueño de una voz que formaba parte de mi vida. Una voz que trascendía de lo musical hacia lo puramente afectivo.

Y, paradojas de la vida, aunque sea cambiar de sujetos, ese mismo año también fallecía Black, del que realiza en «Zuzenean 2010/12/30» una versión inolvidable de «Wonderful life», una canción muy aplaudida en sus conciertos y que, contrariamente a lo que pudiera pensarse, era pura ironía ya que Black se ríe amargamente de las desgracias de un músico desafortunado en casi todos los aspectos de la vida, sobre todo en el momento de escribirla en 1985.

“Wonderful life” fue una composición que me cautivó principalmente por su música, al significado de la letra llegaría años más tarde. Con Cohen me pasó lo mismo. Ambos me atraparon por sus melodías, el color de su voz, por pura estética, que resulta ser algo nuclear en una canción.

Las letras son una cuestión complicada, ya que llegar al fondo de lo que el letrista ha querido reflejar no es sencillo. Con Cohen, precisamente, es complejo descubrirle detrás de tanta metáfora, escritura fina, ironías... Letras entre las que aparecen temas como la religión, las relaciones de pareja, el sexo, los estados de ánimo..., pero no explícitamente.

En los textos de Cohen se puede adivinar un pensamiento: la vida duele. Pero él tiene la virtud de convertir ese dolor en algo bello, o, al menos, en un dolor atenuado. Desde que nacemos hasta que desaparecemos pasamos la vida en constante conflicto con el entorno, y la gama de dificultades a la hora de relacionarnos con dicho entorno es infinita. Por ahí pasan todos los temas que has citado.

Quizá no sea necesario comprender al milímetro una letra para sentirse cautivado...

Yo renuncio a entender toda la obra del maestro, por mi propio bien me quedo con pasajes, con la brillantez de estrofas, frases sueltas que por sí solas justifican una canción. Como escribe Cano: ‘hace frío en Nueva York, pero al lado de Cohen un poco menos’.

A Cohen le conoce a partir de su etapa media como músico, el señalado «I’m your man», 1988, aún le faltaban a usted casi diez años para ver publicado su primer disco, «Haitzetan», ¿ya soñaba en ese primer periodo universitario que algún día sería músico?

Con diecisiete años creo que todavía no he empezado a soñar con esa idea, pero poco me falta. Lo que sí es cierto es que todos los buenos músicos que conozco hasta esa fecha tienen mucho que ver con el hecho de que yo me dedique a lo que me dedico.

¿La voz profunda de Cohen con su punto armónico fue la parte más compleja de solventar o relacionar con la riqueza de medios tonos suyos y ese singular trémolo? ¿El proyecto le llegó a quitar el sueño, dar vértigo... o había demasiadas tablas y confianza como para no temerlo?

El proyecto me infundía el mismo respeto que versionar a Benito Lertxundi o a Mikel Laboa, léase: muchísimo. Al mismo tiempo me apetecía hincarle el diente a Cohen. Pensé que me arrimaba a la obra de alguien cercano y eso me ayudó. Quizá haya un punto de egoísmo y vanidad, pero quise darme ese capricho. Siempre pensando que la aventura iba a merecer la pena.

El resultado es que las canciones de Cohen se funden con las suyas sin la más mínima quiebra de unidad. ¿Fue complicado seleccionar su parte de repertorio y arreglos?

Eskerrik asko. Procuré que estéticamente hubiera cercanía, lo mismo en cuanto al contenido. Y el final del concierto fue algo más libre y menos atado.

¿Habrá un disco propio en 2020? ¿Sabe cómo lo quiere? ¿Qué tipo de letras? ¿Arreglos posibles?

Habrá disco pero aún no sé cómo será. De momento estoy en fase compositiva y en solitario. La fase íntima y quizá más delicada.