Aritz INTXUSTA
Nafarroa

EL MOTOR DE LA HUELGA QUEDA FUERA DE FÁBRICA

LA HUELGA GENERAL FUE DESIGUAL, PERDIENDO FUELLE DE CAMINO AL SUR. EN IRUñEA MANTUVO FUERZA DE SOBRA. LOS SINDICATOS SE MUESTRAN VANGUARDIA DE LAS LUCHAS SOCIALES, QUE SON MUCHO MÁS QUE LA INDUSTRIA.

La costumbre en Nafarroa es tomarle el pulso a las huelgas allá en Landaben. Mirando si late o no la Volkswagen, que es el corazón industrial del territorio. Ahí se apostaron, por tanto, los primeros piquetes antes del amanecer. Los polígonos se llevan la épica, los cortes de carretera y los embidonados, pero no es el mejor termómetro para entender qué ocurrió en Nafarroa.

La huelga fue huelga en el norte y se diluyó hacia la anécdota rumbo al sur (Luzuriaga, en Tafalla, no paró). A medio camino, en Iruñea, el paro general cristalizó en una bestial demostración de poder, equiparable en tamaño a las dos grandes movilizaciones que lanzó a UPN contra el cambio de hace cinco años. Pero los 15.000 –según el conteo de GARA– que caminaron ayer habían renunciando a su sueldo para echarse a la calle. El compromiso es mayor a izquierda que a derecha.

Izaskun Esparza no llevó a ninguno de sus dos hijos, de 6 y 12 años, a la ikas. Tampoco hizo piquete. Acudió a la manifestación del mediodía compartiendo pancarta con sus compañeras. Esparza es educadora social y pelea por el primer convenio para el sector de los cuidados. En su trabajo, cuida de mujeres víctimas de violencia, de menores, de sintecho... Su lucha no va –solo– de dinero. «Tenemos turnos de 24 horas, no hay conciliación. Aún nos regimos con el Estatuto de los Trabajadores».

La de las cuidadoras es una de las luchas más potentes hoy en Nafarroa, donde han arrancado el compromiso del Parlamento para aplicar este primer convenio de cuidadoras en cuanto se firme. «Será un hito, si lo logramos», dice Esparza.

Debajo de una mano negra, símbolo antirracista, Silvana Garaffa afirma que esta lucha es contra la Ley de Extranjería. Lleva 15 años aquí, trabaja de celadora en el hospital. Pero no le dejan votar. La calle es su única forma de incidir y por eso está –afirma– en la calle. Pide igualdad. Su hija la ha hecho abuela en Buenos Aires y no le han dado días para verla. «Si hubiera dado a luz aquí, sería mi derecho cuidarla. Como está en Argentina, no tengo nada».

Dos bengalas brindan un saludo feminista a la manifestación del mediodía en forma de humo morado. Detrás de las encapuchadas, subida a un banco para ver mejor, Inma García afirma que «un bloque feminista es absolutamente necesario par combatir la brecha salarial, para que nuestras reivindicaciones concretas reluzcan».

Amaia y Eunate trabajan en comedores escolares. Alde Zaharra está «medio cerrado», en su opinión. «En el jantoki creo que no había hoy prácticamente nadie. La gente no ha llevado a los críos», comentan. «Somos jóvenes y mujeres. Las condiciones del mercado de trabajo al que tenemos que aspirar tienen que cambiarlo. Por eso estamos aquí, no hay otro camino».

En sus valoraciones de la tarde, los convocantes apuntaban los mayores seguimientos en la zona norte, pero también en función pública y en trabajos con un punto feminizado: en las escuelas, en Osasunbidea, en la Agencia para la Autonomía Personal... Las huelgas cambian. Quienes las hacen, también.