Iker BIZKARGUENAGA
BILBO

Preocupación por los efectos de dioxinas y furanos sobre la tierra y los alimentos

Los furanos y dioxinas son compuestos muy tóxicos cuyos efectos pueden tardar en ser visibles, pues acceden al organismo no solo por el aire sino, sobre todo, a través de la alimentación. Los baserritarras han mostrado su preocupación y exigen responsabilidades a Lakua.

La lógica preocupación de los habitantes de las poblaciones cercanas al vertedero de Zaldibar pasó a ser alarma cuando el viernes pasado el Gobierno de Lakua les pidió que no ventilaran las viviendas y mantuvieran la ventanas cerradas el mayor tiempo posible, así como que redujeran las actividades deportivas intensivas al aire libre hasta nuevo aviso, debido a la presencia en el aire de furanos y dioxinas en cantidades entre 40 y 50 veces por encima de lo habitual.

Cuatro días después, la inquietud se mantiene entre los vecinos y vecinas de la zona, igual que las medidas tendentes a restringir su exposición al aire contaminado. Tampoco ha cambiado la versión oficial de que esos niveles no comportan peligro para la salud, algo que los portavoces institucionales han repetido desde el mismo instante en que el viceconsejero Iñaki Berraondo tuvo que informar sobre el volumen de tóxicos detectados en una rueda de prensa que será largamente recordada.

Contaminantes persistentes

El segundo responsable del área de Salud de Lakua insistió en que los 700 femtogramos por metro cúbico medidos el día 9, frente a los 10-20 femtogramos que suelen ser habituales en áreas urbanas, no son perniciosos, aunque en varias ocasiones añadió la coletilla «a corto plazo». Y si bien esa afirmación no es del todo precisa, pues él mismo admitió que lo que no hay es «evidencia científica acerca del efecto de la exposición a estos valores a corto plazo», y la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que incluso la exposición breve a altas concentraciones de dioxinas puede causar lesiones cutáneas y alteraciones funcionales hepáticas, sí es cierto que es la exposición prolongada a esos compuestos la que podría acarrear mayores complicaciones, con afecciones sobre el sistema inmunitario, el nervioso, el endocrino y la función reproductora, vinculándose, además, con diferentes tipos de cáncer y con otras dolencias.

En este sentido, los efectos de estas dos sustancias químicas, que la OMS califica de contaminantes ambientales persistentes (COP) y avisa de su «elevada toxicidad», pueden ser mucho más duraderos que el humo que desde hace días oscurece el cielo y el ánimo en torno a Zaldibar.

Porque, como recuerda el organismo internacional, el modo en que estos compuestos entran en nuestro organismo es sobre todo a través de la cadena alimentaria, y una vez dentro persisten durante mucho tiempo gracias a su estabilidad química y a su fijación en el tejido graso.

De esta forma, más allá de la medición en un momento concreto en un lugar determinado, todas las dioxinas y furanos que están siendo expulsadas estos días por los incendios en el vertedero van a acabar depositándose en el agua y en la tierra de las zonas cercanas –o no tanto, pues se degradan muy lentamente y pueden recorrer grandes distancias–, y a través de ahí entrarán en la cadena trófica.

«¿Quién es el responsable?»

Así, cuando el subdirector de Salud Pública de Bizkaia, Joseba Bidaurrazaga, dijo el domingo que la entrada en el cuerpo de estos compuestos a través del aire «es muy limitada», ya que «el 95% de la exposición de los humanos a estas sustancias se produce a través de los alimentos», probablemente tenía en mente tranquilizar a la ciudadanía, pero lo que hizo fue poner el acento en una de las vertientes más problemáticas de este asunto.

Y quienes trabajan la tierra ya han expresado su desasosiego. En una nota, EHNE Gipuzkoa denunció ayer que a los y las baserritarras que están cerca del vertedero no solo los han sacado de casa «argumentando que todavía hay peligro de derrumbe», sino que también les han dicho «que no consuman agua, ni verduras, ni las comercialicen y que no saquen al ganado a pastar ‘dentro del área’».

«Pero, ¿cuál es el área», se pregunta el sindicato agrario, que añade, sobre los furanos y dioxinas, «¿hasta dónde llegan cuando pega el viento?». «Ahora que ha comenzado a llover, ¿cuánto absorberá la tierra esas sustancias? ¿Quién es el responsable? ¿Cuántos estamos en peligro?», insiste EHNE, que lamenta que «perderemos salud, por la mala calidad del aire que respiramos y por comer los productos que nos da nuestra tierra», e inquiere: «¿quién es el responsable de nuestras pérdidas?». Asimismo, emplaza a la mesa de crisis y a los departamentos de Agricultura y Medio Ambiente a que «nos ofrezcan información clara y directa», y exige que «se nos comunique quién se hará responsable de nuestras pérdidas».

Una pregunta y una preocupación que será complicado que también se las lleve el viento.