Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
Skopje
PERFIL

La resistencia del eterno opositor

Albin Kurti, más de 20 años de opositor contra todos, actores locales y comunidad internacional, y por supuesto Serbia, no aguantó los envites de los enemigos granjeados en el camino al trono kosovar. Después de 51 días como primer ministro, una moción de censura de su aliado prosperó el miércoles. Engullido por el mismo sistema que quiere transformar, vuelve a su terreno predilecto: la oposición.

Referente de la indignación kosovar, el ascenso de Kurti refleja el fracaso de esos actores que en Kosovo prometieron una solución rápida para la endémica corrupción, el desempleo y la falta de reconocimiento internacional. Si nada cambia, sus argumentos antisistema seguirán vigentes y, además, su imagen idealista saldrá reforzada: ha vuelto ha demostrar resistencia ante los poderes fácticos, incluido EEUU, el garante de la independencia de Kosovo.

Kurti (1975) aprendió a resistir en su adolescencia, marcada por la guerra de 1998-99. Destacado activista estudiantil y miembro de la rama política la guerrilla del Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK), arrestado por Serbia durante más de dos años, fundó el 12 de junio de 2005 el partido Vetëvendosje (VV).

En un Kosovo dominado por la LDK de Rugova y los políticos del UÇK, especialmente Hashim Thaçi, VV protestó contra la presencia extranjera, permitida por la resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU, y reclamó la independencia sin negociar con Serbia. En febrero de 2007, tras una manifestación en la que fallecieron dos activistas de VV por las bolas de goma de las fuerzas de la ONU, Kurti fue arrestado y privado de libertad durante once meses, la mitad en arresto domiciliario.

«No se comprometió ni con la ONU ni con el Gobierno. Luchaba, y este caso le ayudó a ser conocido», recuerda Sami Kurteshi, diputado de VV y entonces parte del comité que pedía su liberación. «VV era impopular. Nadie nos escuchaba, y al principio ser arrestado con frecuencia no nos favoreció. Decían que teníamos que detenernos por la imagen exterior de Kosovo», matiza Marigonë Drevinja, parte de VV ente 2006 y 2017.

El ascenso

Las ideas de Kurti calaron primero en los jóvenes educados, en quienes carecían de «amigos» en las redes clientelares y en la imponente diáspora albanesa. No importaba la ideología: les unía la lucha contra el sistema. En 2010, VV obtuvo el 12,6% y 14 diputados; se convirtió en la tercera fuerza del Parlamento. Luego conquistó la Alcaldía de Pristina y, en 2014, logró el 13,5% y 16 diputados.

En las protestas de VV, siempre multitudinarias, las calles rugían con un convencimiento que ningún otro partido transmitía. Sus acciones incluían lanzar gas en el Parlamento para evitar ratificar acuerdos o llenar ciudades de pintadas con su consigna «Jo Negotiata, Vetëvendosje (No a la negociación, autodeterminación)». «Mucha gente nos ve como radicales, pero en una sociedad con tanto desempleo y corrupción, VV es lo único normal», dice Drevinja.

Una vez certificado el fracaso de la comunidad internacional, sumergida en casos de corrupción y tráfico de influencias, Kurti comenzó a amenazar a los poderes locales, entre ellos el hoy presidente, Hashim Thaçi, el líder político del UÇK. En ese momento, año 2015, quien ha dominado la escena política durante 20 años y quien llevaba 20 años en la oposición se miraban a la cara.

Presente

Aislado del resto de partidos, en 2017 VV alcanzó la cima: un 27,49% y 32 diputados. Era la primera fuerza del Parlamento, pero se quedó en la oposición. Vivió, además, la escisión del PSD. No le afectó: en octubre de 2019, con el 26,27% de los votos y 29 diputados, se mantuvo como fuerza más votada. Tras cuatro meses de negociaciones, formó Gobierno el 3 de febrero de 2020.

Kurti fue investido primer ministro, pero tenía demasiados enemigos, entre ellos Thaçi, a quien quería encausar por corrupto y/o criminal de guerra, y diferencias insalvables con EEUU. Se creía que el Ejecutivo duraría poco, pero nadie se imaginaba tanta celeridad en su caída. La crisis estalló por el coronavirus, o por Thaçi utilizando la crisis sanitaria a su favor: el presidente reclamó instaurar el estado de emergencia, coyuntura en la que, según la Constitución, tomaría las riendas de Kosovo. Kurti se opuso, pero el ministro del Interior, de la LDK, se desmarcó. Fue fulminado de su puesto. Kurti se mostró, como le describe Drevinja, «autoritario», y la LDK impulsó una moción de censura que prosperó con el apoyo de todos los opositores.

Desde la guerra de 1998-99, los gobiernos de partido único son una quimera en Kosovo. La semana pasada, la LDK se reunió con los opositores que, parece, apoyarán su nuevo Ejecutivo. Por tanto, probablemente no haya nuevas elecciones. Una vez ratificado el divorcio, Kurteshi y Drevinja siguen insistiendo en que la LDK era la única opción, «la menos mala», para intentar el cambio. «En 2017 fuimos los más votados y estuvimos en la oposición. No pudimos cambiar nada», insiste Kurteshi. «La faceta obstinada de Kurti ha salido a la luz, pero asegurará que no podía aguantar más y que no fue su error», sostiene Drevinja.

El error, se entiende, será de esos enemigos que, de tanto errar, han forjado la figura rebelde de Kurti.