Koldo LANDALUZE
DONOSTIA

«Generación Anti Todo» o el legado de aquellos punkis de Santurtzi

El director Iñigo Cobo y el músico y actor Ioritz Benito comparten con GARA las entrañas del documental «Generación Anti Todo», una experiencia fílmica y sociológica que combina ficción y documental, y cuyo leitmotiv es el legado sonoro de Eskorbuto, el testimonio de músicos vascos de los 80 y las reflexiones de las generaciones actuales. Según Cobo, «el documental tiene mucho de experimento sociológico, de probar cosas y lanzar ideas».

Dirigido por Iñigo Cobo y producido por Saregabe, el proyecto se asienta en una serie de cuestiones relativas al mito que rodea a la icónica banda Eskorbuto. “Generación Anti Todo” camina entre el documental y la ficción en torno al grupo punk de Santurtzi, los convulsos años 80 y el eco que ha legado en la generación actual. Por un lado asistimos a los diálogos compartidos por dos jóvenes –encarnados por Selam Ortega y Ander Notario– y, por otro, el actor y músico Ioritz Benito recoge el testimonio de artistas como Roberto Moso, Txerra Bolinaga, Unai Expósito, Gaizka Etxebarrieta el batería Pako Galán, único integrante vivo de Eskorbuto.

Iñigo Cobo es guionista y gestor cultural, además de cofundador y director del Festival de Santurtzi desde 2016, y autor de numerosos cortometrajes, mediometrajes y videoclips presentes en festivales internacionales. Su debut en formato largo ha sido este “Generación Anti Todo”.

Preguntado sobre una hipotética reacción de los ya desaparecidos integrantes de Eskorbuto, Iosu y Jualma, en la situación actual de confinamiento doméstico, Iñigo Cobo responde a GARA que «seguramente no estarían respetando este confinamiento, aunque habría sido interesante descubrir cómo se hubiese dado la cuarentena en un mundo pre-redes sociales que, sin duda, han ayudado en este sentimiento colectivo de confinamiento, solidaridad y, a la vez, han aportado a crear esa presión social y esos moralismos cibernéticos cargantes que seguro que Iosu y Jualma habrían denostado completamente. Si hubiesen nacido millennials, quién sabe si estarían haciendo conciertos acústicos desde Instagram ahora mismo».

En una secuencia, Roberto Moso sentencia que hay más obras sobre Eskorbuto que sobre Shakespeare, lo cual invita a preguntar al director por los motivos que le llevaron a rodar este nuevo acercamiento. Según Cobo, «eso fue precisamente lo que me llevó a filmarlo. Esa especie de posthistoria en la que nos instalamos, no solo con Eskorbuto sino con más elementos; con la cultura popular de los ochenta está pasando algo similar, así en general, por poner un ejemplo. Yo he crecido en Santurtzi y muy cercano a Mamariga, donde Iosu no era tanto un tatuaje que se hace un punki de Colombia sino un vecino más. En realidad, un vecino que hacía canciones y del que todos te hablan maravillas. Lo mismo puedes oír en Kabiezes con Jualma o por Pako en Repelega que, de hecho, son todo barrios pequeños en pueblos no tan grandes. Siendo niño oía muchas cosas sobre ese Iosu que creció con toda esa gente, y vas atravesando los años y empiezas a ver en tiendas la marca Eskorbuto en todos lados. Ves infinidad de libros publicados, incluso algunos que se montan historias poéticas, y es interesante esa transformación, esa mitificación. Me pareció interesante el planteamiento de hacer algo con esa perspectiva».

El director del documental añade que «yo nací en mayo de 1992, el mismo mes que Iosu murió, al que luego siguió Jualma. Parecía divertido y arriesgado que alguien que apenas convivió en el espacio-tiempo con estas personas, pero que sí vivió en su entorno en el después, mirase y hablase de ese tema, a sabiendas de las ostias potenciales que acabarían cayendo. La gente de mi generación, además, nos hemos criado en un limbo entre épocas. Yo veía a gente pinchándose y, cuando tenía 10 años y jugábamos, a veces nos imaginábamos jeringas por el suelo. También, en general, hemos vivido con cierto bienestar hasta la gran crisis de 2008. Si hubiese nacido diez años más tarde, como los protagonistas de la parte de ficción, seguramente hubiese sufrido más que naciendo cuando nací».

 

En tonos amarillos

Moso también confiesa a Ioritz Benito que, debido a estas visiones, no reconoce a los Iosu y Jualma que él conoció. A ello se suman los constantes desencuentros que tuvieron con otras bandas, que les acusaron de robarles su material técnico e los instrumentos. Una cuestión que incide en una mitificación que el director de “Generación Anti Todo” corrobora cuando señala que «se les ha mitificado muchísimo, y ahí está la gracia y parte de lo que define a Eskorbuto hoy en día, aparte de la patente atemporalidad de sus canciones, que todo el mundo destaca. Si ya mitificamos a nuestros amigos, imagínate después de treinta años y ya transformados por el público que les escucha en todas partes».

El nexo de unión entre ficción y documental lo encontramos en el color amarillo. Dicha elección se debió, según el director, a que «el amarillo es un color muy potente y que se queda en la vista, no por nada se usa para subrayar en libros y apuntes. También es un color que odia mucha gente y no entiendo muy bien por qué, así que le venía muy al cuento a algo en torno a un grupo tan amado y odiado como Eskorbuto. A mí, personalmente, me encanta. Su elección estuvo entre la casualidad y ese gusto personal, porque buscaba algo que definiese el todo del documental: un sello visual. Hay elementos de color que se comparten entre ficción y documental. Hay mucho amarillo en protagonistas y entrevistados, y en detalles, como el sillón amarillo donde sentamos a Pako Galán».

Finalmente, y en relación a los testimonios, Cobo dice que «no es un documental al uso y, al final, no te vas a encontrar un resumen claro de las cosas. Es un documental sin hechos: no interesa tanto la historia del grupo como el post, y el post se basa mucho en ideas».