Isidro Esnaola

Malos augurios para la economía, buenos para los oligopolios

A medida que el confinamiento y sobre todo la incertidumbre se alarga, las perspectivas económicas se van deteriorando para trabajadores, autónomos y pequeñas empresas. Sin embargo, las grandes compañías siguen como si nada con el inestimable apoyo del Gobierno español a cambio de una limosna.

En otra de sus grandes aportaciones al bienestar general, el FMI ha recalculado las previsiones económicas. Según sus modelos, el PIB mundial se contraerá un 3% este año, en su «peor recesión desde la Gran Depresión», señaló la economista jefa del FMI, Gita Gopinath, el pasado martes. En Europa la caída será espectacular, el 7,5% en la zona euro, algo que guarismo arriba o abajo se veía venir. Sin embargo, mientras trabajadores precarios y muchos autónomos no dejan de sudar para ver cómo pueden cuadrar sus cuentas, las grandes multinacionales no parecen demasiado preocupadas.

De hecho, los grandes bancos han cancelado el reparto de dividendos hasta el primero de octubre porque se lo pidió el Banco Central Europeo. La razón que dio fue que así podían elevar su capacidad de absorber pérdidas y apoyar los préstamos a hogares, pequeñas empresas y compañías durante la pandemia. No parece que tenga que ver con lo terriblemente injusto e incluso obsceno que puede llegar a ser repartir beneficios cuando la economía de millones de personas se derrumba.

En cualquier caso, para claridad la de la presidenta del Santander, Ana Botín, que en la junta general de accionistas explicó llanamente la causa de sus desvelos. Aseguró que era consciente de que la cancelación del dividendo «no es una buena noticia» para miles de personas que lo valoran «de manera especial», y que puede suponer «mayor presión financiera en un momento ya de por sí malo». Sin dividendos, los sufridos accionistas no van a tener liquidez para sus gastos corrientes… Se le olvidó recomendar un banco en el que solicitar un crédito, como está haciendo el resto de los mortales para pagar facturas que se acumulan, las cuotas de la hipoteca o para conseguir circulante para su empresa.

El Gobierno de Pedro Sánchez interrumpió todo, excepto las actividades no esenciales, incluidos los plazos administrativos, pero no se atrevió a suspender los plazos de pago de los préstamos y las hipotecas; ni tampoco los intereses. No es de extrañar que, como confesó Botín, en el Santander la media diaria de créditos en marzo haya crecido un 16% en comparación con el mes de febrero. La economía cae en picado pero los créditos siguen creciendo. Y los grandes bancos están haciendo su agosto mientras el resto de mortales acumula deudas, unas sobre otras.

Y el Gobierno, además de no suspender los plazos, no ha hecho más que alentar ese endeudamiento con avales y líneas de créditos. Sin embargo, ya en la Edad Media se inventaron los pagarés y letras de cambio, un método relativamente sencillo de poder cerrar operaciones mercantiles sin necesidad de que hubiera dinero líquido. ¿No sirven ahora? ¿Todo tiene que pasar por los bancos?

Otras empresas están pensando qué hacer con los dividendos del año pasado, sin embargo hay algunas que siguen adelante con sus planes de distribución de beneficios. Y entre estas destacan las eléctricas, que han confirmado el reparto de dividendos previsto. Endesa ratificó su intención el 26 de marzo y unos días después, en la junta de Iberdrola, su presidente, Ignacio Sánchez Galán, confirmó un incremento del dividendo anual, hasta 40 céntimos por acción. Asimismo, el presidente de Iberdrola vaticinó que este año superaría los 3.406 millones de beneficios de 2019.

Lo cierto es que si observamos la demanda de electricidad, esta apenas ha caído en marzo un 4,4% con respecto al año pasado. Poco parece teniendo en cuenta el lío que organizó Confebask y Urkullu con la paralización de las industrias electrointensivas y el cierre de actividades no esenciales la última semana de marzo. Más si consideramos que desde mediados de mes se redujo la frecuencia en el transporte público, se cerraron comercios, hostelería así como cantidad de servicios, tanto públicos como privados. Da la impresión de que las grandes no han parado tanto porque el consumo de los hogares ha aumentado, pero solo en un 1,6%.

Con todo, la generación ha crecido un 1,4% para compensar la caída de las importaciones, y el precio de la tarifa de referencia, el PVCP, ha bajado un 9% con respecto a febrero. A pesar de todo ello debe resultar especialmente rentable seguir produciendo electricidad. De otro modo no se entiende que la Papelera de Zikuñaga en Hernani, por ejemplo, en febrero anunciara una parada técnica de entre 45 y 52 días para montar sus nuevas instalaciones y ahora, precisamente cuando todo está parado, haya decidido posponer la obra de reforma al tercer trimestre del año. Posiblemente la razón fundamental sea que además de celulosa, la planta genera electricidad.

Estos días en las noticias se ha convertido en habitual una sección dedicada a los timos. Pequeñas estafas que no tienen la virtud de los grandes timos: clavársela al incauto sin que este se entere. Para lograr ese efecto no hay nada como apropiarse de poco dinero pero a una gran cantidad de personas. Si consideramos, por ejemplo, que en el Estado hay más de 18 millones de hogares, cualquier cantidad, por pequeña que sea, de la que puedan apropiarse los grandes oligopolios proporcionará millones de beneficios. Y no hay nada más opaco, y por tanto más propicio para el timo, que el mercado eléctrico español.

El Gobierno español, que ha puesto otros recursos bajo su control, podía haber fijado vía decreto el precio de la electricidad, ahora que el consumo en los hogares ha crecido. Hubiera sido un importante alivio y una aportación directa de las eléctricas no a sus sufridos accionistas, sino a la población que padece sus prácticas. Algo similar podría haber hecho con el precio de la bombona de gas, pero el Real Decreto-ley 8/2020 suspendió la actualización de precios regulados de los gases del petróleo durante seis meses, manteniendo el vigente que se fijó el 14 de enero, cuando el barril OPEP estaba a 58 euros. Esta semana no llegaba ni a los veinte (16€ el 14 de abril, 17€ el 15), un tercio de lo que valía cuando se fijó el precio del butano.

No pagar impuestos, ganar ingentes sumas de dinero y repartir dividendos en una situación catastrófica no queda muy bien. Es por ello que las grandes compañías del Ibex decidieron poner un bote para la compra de material sanitario: 25 millones por barba. Que haya sido por voluntad propia o a sugerencia del Gobierno, como dejó entrever Galán en la junta de accionistas de Iberdrola, eso nunca se sabrá. BBVA, Santander, Inditex, Telefónica e Iberdrola ya han hecho su aportación. Algunas como Santander lo financiarán con las retribuciones de la dirección y con aportaciones de los empleados. Los beneficios, por supuesto, no se tocan. Limosna para un país de pandereta.

El Estado español cada vez recuerda más a la marquesa de los “Santos Inocentes”, que ejemplificaba la miseria moral de quien se vale del dinero y del poder para humillar a la gente. Humillación que también sintió Pedro Arrupe, el papa negro, cuando una señora rica invitó a donar dinero para las misiones de los jesuitas en Japón en la puerta de su residencia y delante de los periodistas. Contaba que aceptó el dinero por los pobres de Japón, y luego cuando abrió el sobre que la señora le había entregado encontró… ¡10 dólares!

Además de no tocar los precios de suministros básicos, el Gobierno también se preocupa por otras inquietudes de los oligopolios. Así, ya en el primer paquete de medidas urgentes, aprobado el 17 de marzo, cambió la normativa para dificultar que empresas de fuera de la UE pudieran hacerse con el control de compañías estatales debido a la caída del precio de sus acciones. Tras una caída cercana al 30% las acciones están a precio de saldo. Todas las grandes están ahora comprando sus propias acciones, aprovechando los bajos precios, para revenderlas más tarde, cuando empiecen a subir la cotización. Para ellas, no hay mal que por bien no venga.

También hay especuladores con músculo que están haciéndose con participaciones importantes. Es el caso de Manuel Lao, con negocios en el juego, que ha gastado 245 millones de euros en la compra del 6,27% de Merlin, una socimi inmobiliaria. Otro es Daniel Bravo Andreu, exaccionista del grupo farmacéutico Almirall, que ha pagado 55,47 millones por el 3% de Acerinox y otros 20,38 millones por el 5% de CAF. Al Gobierno español le preocupan las adquisiciones de grandes paquetes de acciones de fuera de la UE; los especuladores locales no le parecen tan peligrosos, aunque pueden terminar vendiendo sus participaciones a grupos extranjeros. Sin ir más lejos, Manuel Lao vendió su participación en Cirsa al fondo de inversiones Blackstone Group.

Sin apenas actividad económica, seguir manteniendo la bolsa abierta es propiciar estos juegos especulativos que solo sirven para que la riqueza se concentre todavía más. Y mientras los grandes siguen con sus cosas y vuelve la producción, el confinamiento se alarga sine die, acabando con las perspectivas de una gran cantidad de pequeños negocios.