Iñaki ZARATIEGI
CLÁSICOS PARA UNA CUARENTENA

Inabarcable horizonte de fantasía

Como todo poseedor de una biblioteca, Aureliano se sabía culpable de no conocerla hasta el fin», escribe Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo (Buenos Aires, 1899-Ginebra, 1986). Son estos días de encierro ocasión sobrevenida para rescatar, por ejemplo, esta vieja edición de algunos cuentos que el maestro argentino escribió a mediados del siglo pasado. El libro, manoseado y amarilleado por edad y uso, está comprado en un caluroso Sevilla de 1981 y ser ya entonces la XVIII reedición.

El relato breve bajo cuyo título se recopilan 18 historias fue publicado en 1949 y es pieza mayor del escritor porteño. Narra el hallazgo de una esfera en la vieja casa de la fallecida Beatriz Viterbo, en la bonaerense calle Garay. Es un centro de todas las cosas en el que todo se refleja.

Ese cuento y “El inmortal”, “Los teólogos”, “Historia del guerrero y la cautiva”, “El Zahir”, “La escritura del dios”, “Emma Zunz”, “Deutsches Requiem”, “La busca de Averroes”… son un fascinante ejercicio de conocimiento, imaginación y fantasía. Un inabarcable horizonte pampero de fuentes y bibliografías sobre filosofía, literatura, arte…, pasado en muchas ocasiones por el cedazo del gauchismo a lo Martín Fierro. ¿Realismo fantástico, fantasía realista?

Borges apabulla con su estilo barroco y exige a quien lo lee una absorbente atención, tirar de diccionario (triaca, solecismo, incuria, estilóbato, matrero, orbicular, decurso, adarme, heresiólogo, bicornuto, óbolo, patriada, artiguismo, escandir engastar, trasoñar, prosternarse…) o ejercitar la relectura. En días de obligada calma y reclusión puede ser un hermoso recurso contra la lectura apresurada y el constreñimiento de los WhassAp y similares. «¿Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he visto cuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente es porosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz».