Itziar Ziga
Escritora y feminista
JOPUNTUA

¿Quién da miedo?

He sido bendecida este mediodía con la visita de una mantis religiosa, su verde flúor sobre el naranja del techo de mi cocina. Siempre he vivido en bloques de pisos y, cuando las bichas entran en mi casa, me siento selvática. «Busca un macho y cómetelo», le he dicho, admirándola. «Qué mala fama tenemos, nena». Con catorce años, quise deshacerme de la aracnofobia que me llevaba a gritar cada vez que veía una preciosidad de ocho patas. Y lo conseguí, leyendo sobre ellas. Esa demonizada costumbre suya de zamparse al macho después de follar, compartida con las mantis, es puro aumento de probabilidades de supervivencia para sus bichas recién engendradas, para la especie, pero ha servido para alimentar toda la misoginia del mundo humano occidental. A simple vista, los leones matan a las crías para volver a follarse a la hembra, pero esos güevones infanticidas son los reyes de la selva. Desde la mirada patriarcal, claro. Las leonas sí que son grandes: van juntas, cuidan y cazan juntas, pero no animan musicales ni blasones. No tengo ninguna duda de qué oligarquías imperio-patriarcales diseñaron los escudos: me quedo con nuestras serpientes.

Siempre nos dijeron que nos regimos por el mismo mandato organizativo que nuestras primas chimpancés: jerárquico, violento y machista. Pero nosotras sabemos que nos parecemos genéticamente más a las bonobas: cooperativas, empáticas, alegres y orgiásticas. Y que todo cambia, porque los bonobos son evolutivamente post-chimpancés.

Humanizamos fabulosamente al resto de animalas desde nuestros prejuicios o aspiraciones, mientras en la práctica las esclavizamos y exterminamos. Y animalizamos racialmente a los otros humanos: la pobreza te volverá oscura, y peligrosa. Temporeros africanos hacinados para ser explotados, como siempre, pero este año en plena pandemia. Criminalizados en los telediarios como infecciosos, cuando reclaman trabajar y vivir en humanas condiciones, y no morir incendiados por turbas lugareñas una noche cualquiera. Las mujeres y los negros decimos, ¿quién da miedo?