Pablo GONZÁLEZ
PRESIDENCIALES EN BIELORRUSIA

A Lukashenko le crecen los enanos

El presidente bielorruso, Aleksander Lukashenko, ha ordenado arrestar a sus principales rivales en la carrera presidencial, lo que unido al cansancio de la sociedad después de sus 26 años de Gobierno y a las difíciles relaciones internacionales, dejan un panorama de inestabilidad inédito en el país.

El domingo, el presidente, Aleksander Lukashenko, en el cargo desde 1994, pero parece que en esta ocasión tendrá más problemas de los habituales. Tanto dentro como fuera afronta una serie de obstáculos: fuertes rivales, caída de popularidad, serias dificultades económicas y una coyuntura internacional agresiva.

Lukashenko fue tildado durante años como «el último dictador de Europa». Pero tras años de tiras y aflojas en el ámbito diplomático, consiguió volver a ser considerado como un socio aceptable. En estas elecciones parece volver a las viejas prácticas. Ha arrestado y apartado de las elecciones a sus dos principales adversarios, Viktor Babariko y Serguei Tijanovski.

Babariko era el rival más fuerte de Lukashenko, además de ser el candidato más cercano a Moscú. En los últimos veinte años ha dirigido el Belgazprombank, un banco propiedad de la empresa estatal rusa Gazprom. Tijanovski, por su parte, es un bloguero que en cierta medida puede ser tildado de prooccidental y se ha hecho famoso por sus vídeos contra el régimen. A ambos se les acusa de delitos contra la seguridad del Estado, pero los cargos reales siguen bajo secreto de sumario.

Lukashenko se disputará el cargo con Svetalana Tijanovskaya, quien representa a su esposo, Serguei Tijanovski, y con la terna formada por Anna Kanopatskaya, Serguei Cherechen y Andrei Dmitriev. Los tres cumplen el objetivo técnico de crear ilusión de diversidad y sus apoyos son mínimos.

En Bielorrusia no existen encuestas públicas sobre intención de voto, por lo que los medios deben contentarse con hacer sondeos online. Algunos de ellos, encargados por la oposición entre el 20 y el 22 de mayo, daban una intención de voto de entre el 3 y el 6% a Lukashenko, mientras que Babariko tenía el 49-54%, y Tijanovskaya entre el 12% y el 18%.

Eso provocó el enfado monumental del presidente, que rechaza que un mandatario en funciones pueda tener solo el 3% de popularidad. Pero la sociedad ya le ha apodado Sasha 3%, (Sasha es el diminutivo familiar de Aleksander).

Tijanovskaya ha anunciado que en caso de victoria se celebrarán nuevas elecciones realmente libres con todos los candidatos de la oposición, tanto la considerada prorrusa, como la teóricamente prooccidental. Todos los contrarios a Lukashenko se han aglutinado a su alrededor. Tijonovskaya ha reunido en diferentes mítines electorales a decenas de miles de personas, algo nunca visto antes.

Las relaciones entre Minsk y Moscú no viven tampoco su mejor momento. Lukashenko acusa a Rusia de interferiencia. Bielorrusia ha detenido a 33 ciudadanos rusos, presuntos mercenarios que debían volar a otros países vía Minsk, al estar los vuelos internacionales cerrados en Rusia.

Ello se suma al largo tira y afloja que Lukashenko mantiene con Putin por el precio del gas y petróleo. Minsk exige a Moscú unos precios por debajo de los del mercadol, mientras que desde el Kremlin responden que eso solo será posible si hay avances en la integración entre Bielorrusia y Rusia. Lukashenko sabe que eso supondría la pérdida de su soberanía nacional.

Vladimir Semashko, embajador bielorruso en Moscú, denuncia que el plan de integración que ofreció Moscú a supondría la transferencia del 95% de los poderes del Estado, dejando en manos bielorrusas un manojo de nimias competencias.

El problema para Minsk es que su economía lleva años estancada. Eso hace que el descontento crezca a pesar del férreo control estatal sobre los medios de comunicación.

Los países occidentales tampoco han ofrecido, de momento, una alternativa a Lukashenko. Nadie está dispuesto a financiar su régimen sin compromisos. Moscú quiere mayor control e integración y desde Occidente no hay un plan claro, pero parece difícil que se acepte a Lukashenko como nuevo demócrata reformado tras el bagaje que acumula desde 1994.

Lukashenko, o Sasha 3% para sus detractores, vive uno de los momentos más difíciles de su larga carrera política. Incluso una reelección, con toda la ayuda de los organismos estatales, no solucionaría sus problemas.