Floren Aoiz
@elomendia
JOPUNTUA

Igual no es buena idea reirse del nuevo terraplanismo

Guerra a las máscaras, esto es una gripe, los gobiernos (todos, incluso los que se están haciendo la guerra en sus más variadas formas) están confabulados para engañarnos y usar el 5G para dominarnos. Asistimos a nuevas formas de conspiracionismo que provocan la carcajada en sus expresiones más burdas, pero si prestamos atención a algunas de las enseñanzas de la historia haríamos mejor en tomarnos esto muy en serio. Si las «estupideces» sobre brujas que copulan con el diablo suelen venir acompañadas de persecuciones y quemas, las teorías de la conspiración han demostrado ser potentes instrumentos para culpar de los problemas sociales a un sector o grupo concreto y cargar el malestar contra él fortaleciendo de paso determinadas relaciones de poder. Que una disparatada interpretación de una situación que se vive como una sacudida tenga éxito y se convierta en sentido común del momento depende de muchos factores, entre ellos, de que ofrezca una interpretación sencilla a un panorama complejo o resulte funcional a algún sector de las élites para afianzar sus posiciones o cargar contra sus adversarios.

Percibimos lo que tenemos a nuestro alrededor mediante patrones de interpretación que pueden cambiar, pero que en la mayoría de los casos tendemos a confirmar una y otra vez. Muchas de las teorías conspiracionistas supuestamente antisistémicas vienen o son alentadas desde los centros de poder de ese mismo sistema, pero están calando de un modo que no vamos a neutralizar con aires de superioridad racionalista. La pandemia ha provocado cortocircuitos que han fundido algunos esquemas cognitivos, pero en vez de celebrar por anticipado la segura llegada del comunismo haríamos mejor en preguntarnos quién está liderando la batalla por el relato de lo que ocurre, la gestión del malestar y el miedo que se están acumulando y la asignación de responsabilidades.