La amenaza fantasma de los «Lobos Grises»

En su primer largo, Aaron Schneider dirigió la adaptación del relato de William Faulkner “Dos soldados” que aparecía en su recopilatorio “Cuentos reunidos”. Si en aquella ocasión Scheinder recreó un episodio dramático en el que un joven decide alistarse para combatir en la segunda guerra mundial, un deseo compartido por su hermano, mucho menor que él. En su tercer proyecto cinematográfico, este artesano curtido en televisión, se ha embarcado en una odisea bélica apadrinada por Tom Hanks, el cual, además de ejercer como productor y protagonista, se ha encargado del guion. “Greyhound” se descubre como un juego del gato y el ratón cuya trama se basa en diversos episodios reales acontecidos durante la segunda guerra mudnial. En concreto, en el asedio de los submarinos alemanes que sufrieron los barcos aliados que trasladaron soldados y material a través del Atlántico Norte. Sin excesiva aparatosidad y renegando de un ritmo frenético, la película hará las delicias de quienes disfrutan de la calma que se requiere para adoptar tácticas cuando el enemigo es un ente invisible que únicamente es posible captar mediante el radar, el sonar y la panorámica que ofrece la aviación.
El interés que despierta la odisea capitaneada por Hanks, a bordo de uno de los buques de guerra encargado de custodiar un convoy compuesto de 37 mercantes, se resume en que la suma de factores negativos se debe al fallo técnico que impide descubrir a la manada de “Lobos Grises” U-Boot que les persigue.
Uno de los aciertos del filme radica en la amenaza fantasmal que inspiran estos submarinos porque tan solo asoman cuando lanzan sus torpedos y eliminan a sus empresas –entre ellas el navío El Vasco–, cuando se ven en la obligación se asomar a la superficie o cada vez que la voz de su lider se cuela en el puente de mando de Hanks a través de los altavoces.

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