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Berlín

«CONTINENTAL» LEVANTA EL VELO HISTÓRICO DE SU PASADO NAZI

Utilización masiva de trabajadores forzados o reclutados en campos de prisioneros: un informe encargado por Continental sobre su pasado concluye que el gigante de la fabricación de neumáticos fue uno de los pilares de «la máquina de guerra» hitleriana.

El que actualmente es el segundo mayor proveedor de equipamientos de automóvil mundial fue uno de los pilares de «la máquina de guerra» hitleriana. Continental se inscribe así tardíamente en una larga lista de empresas alemanas deseosas de mejorar su imagen arrojando luz sobre su afinidad con el nazismo en las décadas de 1930 y 1940.

Es un caso «típico y ejemplar del papel de las empresas en general» durante el periodo del III Reich, explica el autor del estudio, Paul Erker, profesor en la Universidad de Munich, durante una conferencia de prensa. En aquella época, Continental jugó un papel central en el aprovisionamiento de la industria de guerra. «El estudio muestra de manera detallada cómo Continental se convirtió en una auténtica columna vertebral de la economía de guerra nacional-socialista mientras se beneficiaba económicamente de la política de movilización y armamento», reconoce ahora el propio grupo.

Este trabajo histórico será publicado en un libro titulado “Proveedor de la guerra hitleriana”. Este es el «capítulo más sombrío de nuestra historia corporativa», explica el patrón de la compañía, Elmar Degenhart.

Según relata el historiador, la compañía recurrió a cerca de 10.000 trabajadores forzados en sus fábricas, a menudo prisioneros políticos, y en los últimos años de la guerra no dudó en utilizar a quienes estaban detenidos en los campos de concentración nazis.

«Éramos una mano de obra barata, no nos daban casi nada para comer», relata al periódico “Hannoversche Allgemeine Zeitung” Nachum Rotenberg, deportado a Auschwitz en 1944 a la edad de 15 años antes de ser traslado a una fábrica de esta firma. Allí le golpeaban frecuentemente, recuerda. «Las condiciones de trabajo eran inhumanas» y «mucha gente sufrió o murió a causa de Continental», resume Degenhart.

Un ejemplo entre otras muchas atrocidades: la empresa, en ese momento un gran fabricante de suelas de calzado que el Ejército necesitaba con urgencia, ordenó que se realizaran pruebas de sus productos en el campo de Sachsenhausen. Los detenidos eran obligados a marchar 30 o 40 kilómetros diariamente alrededor del patio central, a veces sobre la nieve o el hielo; los que flojeaban y caían al suelo eran ejecutados por los guardias de las SS. Según ha establecido el nuevo informe, algunos tuvieron que usar aquellos zapatos durante 2.200 kilómetros.

El trabajo histórico también recoge un comentario de uno de los dirigentes de Continental de la época, Hans Odenwald, sobre los trabajadores forzados rusos que empleaban: «Cuando mueran, cogeremos más».

Precaución

Durante los últimos años, la mayoría de las empresas alemanas se han sometido a este examen de conciencia y han abierto sus archivos a los historiadores. Entre ellas, Volkswagen –el constructor de automóviles nacido de la idea del Führer de prometer al hombre de la calle un coche accesible a todos los bolsillos–, donde miles de trabajadores forzados terminaron fabricando el “automóvil del pueblo” (que viene a ser la traducción del nombre propio de la marca).

La lista no se para ahí: BMW, Deutsche Bank, Siemens, Daimler (Mercedes-Benz), ThyssenKrupp o, incluso, IG Farben, el fabricante del gas Zyklon B utilizado en los campos de exterminio, que era un conglomerado de empresas entre las que estaban los gigantes del sector químico Bayer y BASF.

Después de 1945, solo dos ejecutivos de Continental fueron arrestados; el resto pasó «por el procedimiento habitual de desnazificación». En plena Guerra Fría, la prioridad era la reconstrucción. Para la actual directora de personal, el estudio es una «advertencia para fortalecer y defender hoy aún más nuestros valores y nuestra cultura de empresa», que, como constata este estudio, resultó «vulnerable» a «la influencia externa pero también interna». «Debemos evitar que los pensamientos deshumanizantes, el racismo, la xenofobia o la discriminación, encuentren un terreno fértil en nuestra empresa», señala Ariane Reinhart.