Janina PÉREZ ARIAS
BERLÍN
Entrevista
JAYRO BUSTAMANTE
DIRECTOR, GUIONISTA Y PRODUCTOR

«Guatemala es una sociedad falocrática, los hombres ostentan todo el poder»

Con «Ixcanul» este realizador guatemalteco logró poner en el mapa cinematográfico a su país de origen. Tras el reconocimiento internacional, llega a las salas comerciales su nuevo filme, «Temblores», en el cual disecciona la parte de la sociedad guatemalteca más conservadora y represiva a través de la historia de un hombre gay sometido a las llamadas terapias de conversión.

En su breve pero muy intensa carrera artística, Jayro Bustamante (Guatemala, 1977) se ha atrevido a llevar a la gran pantalla historias incómodas, pero absolutamente necesarias, sobre todo para una sociedad como la guatemalteca.

El director, guionista y productor (es cofundador de La Casa de Producción), se sumerge en las profundidades de temas como los estragos de la cruenta guerra civil que desoló al país o el racismo endémico hacia sus pueblos originarios. Su primer largometraje, “Ixcanul” (2015, Oso de Plata en la Berlinale de ese año) se centra en una comunidad maya al pie de un volcán, mientras que en “La Llorona” (2019) cuenta sobre el genocidio perpetrado durante el ya mencionado conflicto bélico en Guatemala desde 1960 a 1996.

Entre esos dos largometrajes Bustamante dio a conocer otro filme de su autoría, “Temblores”, estrenado en el Festival Internacional de Cine de Berlín y luego proyectado en Zinemaldia en 2019. Esta vez el director, formado entre el Estado francés e Italia, disecciona la parte de la sociedad guatemalteca más conservadora y represiva a través de la historia de Pablo (Juan Pablo Olyslager), esposo y padre ejemplar, perteneciente a una familia de clase acomodada y cristiana evangélica practicante; al enamorarse de Francisco (Mauricio Armas) y reconocerse como hombre gay, su familia le obligará a someterse a curas y terapias de supuesta curación de la homosexualidad.

En toda Latinoamérica proliferan las llamadas “terapias de conversión”, “reparativas” o “curas gays” impulsadas sobre todo por iglesias evangélicas y cristianas, así como también promocionadas y ejecutadas en centros sicológicos; quienes han logrado sobrevivir cuentan los horrores a los que se han sometido, otros han optado por el suicido. El Comité contra la Tortura de las Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos consideran tales prácticas como actos de tortura y violencia hacia las personas LGBTI. En Guatemala, así como en varios países del mundo, estas “terapias” todavía no han sido prohibidas.

Usted recogió muchos testimonios de personas que han pasado por curas de homosexualidad. ¿Qué tomó de esos relatos para «Temblores»?

Lo más difícil fue seleccionar los testimonios que sonaran reales. Existe una iglesia llamada Pare de Sufrir que tiene una cura que consiste en un arco hecho con globos de diferentes colores. Tienes que poner dinero en una cajita, jurar que nunca más tendrás sexo con un hombre para acto seguido pasar bajo ese arco; si rompes tu promesa, tienes que volver a poner dinero y repetir la acción. Esa es una de las prácticas, aunque también existen otras más extremas como la castración química o el lavado de cerebro.

Cuando una persona decide declararse homosexual en Guatemala, lo primero que se hace es ir al sicólogo pero no para que aprenda a aceptarse, sino para hacerte entender que tiene un problema y tiene que cambiar; existen muchos sicólogos haciendo ese lavado de cerebro. Cuando empecé las investigaciones todo me parecía surrealista, por lo que tuve que escoger muy bien los testimonios y la información para que resultara algo real.

¿Cómo reacciona la sociedad guatemalteca ante películas que reflejan una realidad tan aterradora?

En Guatemala la industria cinematográfica es muy joven, y como no sucede prácticamente nada todos los días en ese sector, pienso que la gente siente una gran curiosidad por estas películas, por lo tanto existe una disposición para verlas. Si bien el poder de la iglesia es muy fuerte, dudo que la misma se tome el tiempo para ir a ver cada uno los filmes que reflejan la realidad de la sociedad.

Se sabe que la comunidad evangélica es muy fuerte en Latinoamérica, pero ¿cómo es en el caso particular de Guatemala y cómo fue el desarrollo del elemento religioso para «Temblores»?

Quise tomar un concepto religioso para la película, pero no una religión en concreto. La investigación que llevé a cabo arrojó como conclusión que la religión odia a los homosexuales. Abundan los ejemplos en el judaísmo, en el catolicismo y en congregaciones como la evangélica. Es cierto que los grupos evangélicos tienen mucho poder en Guatemala, y el mismo se ha reforzado aún más porque mucha gente recurre a la llamada Iglesia evangélica en busca de ayuda, del sentido de comunidad, con ansias de ser aceptados, y esto es porque no contamos con un Estado que lo ofrezca. El problema es que esa congregación está muy lejos del concepto del amor. Esta película trata sobre el amor, pero sobre todo de la ausencia del mismo, porque es como un “te voy a golpear porque te amo”; de hecho, en esas comunidades se deben seguir las reglas impuestas, porque de lo contrario serás castigado.

¿Es la influencia de las religiones el principal problema en la aceptación de otras orientaciones sexuales?

El mayor problema es más bien el machismo. Guatemala es una sociedad falocrática, donde los hombres ostentan todo el poder. Así mismo, de alguna u otra forma las mujeres defienden también el machismo, como resultado de una obligación impuesta por la sociedad. Por otra parte, se encuentra la gran influencia de la religión, la cual ha sustituido al Estado en sus obligaciones. En Guatemala impera el retraso en muchos ámbitos; si hablas de derechos humanos, te califican de comunista, y ser comunista en mi país está visto como lo peor. Imagínate entonces cómo sería declararte homosexual, comunista e indígena en Guatemala, esos son los tres estigmas de la sociedad.

¿Cuál es la situación legal actual de los homosexuales en Guatemala?

Legalmente no se castiga por el hecho de ser homosexual, pero la moral que predomina en el país es muy dura hacia ese colectivo. Por otra parte, cuando los políticos hacen campaña meten en un mismo paquete a los homosexuales y el aborto, alentando el rechazo hacia esos dos temas por igual. Pienso que la sociedad guatemalteca está muy retrasada, y una evidencia es que quien quiera iniciar una carrera política, lo primero que hace es agitar las banderas de repudio hacia la homosexualidad y el aborto.

¿Siente que con su trabajo ha asumido no solamente una responsabilidad artística, sino también social?

En el exterior, Guatemala luce como un país muy extraño. Para los ojos del mundo yo trabajo con comunidades indígenas, pero la verdad es que Guatemala es un país maya. Más del 60% de la población guatemalteca es maya, así existan personas que no lo quieran asumir, incluyendo a los mismos mayas que no quieren reconocerse como tales. Guatemala también es un país religioso, con un 89% de personas que admiten serlo, que en sus curriculum vitae suelen escribir la fe que profesan, si son practicantes o no, hasta los conductores de Uber ponen su nombre seguido de la religión a la que son adeptos, como muestra de que están bien encaminados. Por las calles puedes ver a los predicadores en las esquinas, se habla mucho de Dios, si saludas te responden “¡que Dios te bendiga!”. Sin duda, es un país muy religioso.

Después de cinco años, ¿cómo evalúa el impacto que tuvo «Ixcanul» (volcán en lengua maya) en la sociedad guatemalteca?

“Ixcanul” ha sido muy importante para la historia del cine en Guatemala. Fue el primer filme guatemalteco en la competición de un gran festival (en la Berlinale en 2015), y luego ganó más de 65 premios alrededor del mundo. También ha tenido relevancia porque María Mercedes Coroy y María Telón (las protagonistas de la película) se convirtieron en verdaderos iconos en el país, lo cual les permitió labrarse una carrera como actrices a nivel profesional. Al principio “Ixcanul” fue atacada, hubo gente que declaró su reticencia a pagar una entrada para ver una película con protagonistas indígenas porque decían que en la calle abundan. Sin embargo, al ser reconocida en el extranjero y al empezar a acumular tantos éxitos, la gente cambió de percepción. Lo que espero es que todo el apoyo internacional que recibimos en su momento les abra camino a las nuevas producciones cinematográficas guatemaltecas.

Sus películas tienen una estética muy particular. ¿Cómo logra el balance entre las historias y el estilo?

Aunque mis películas sean diferentes en cuanto a la manera de realización o por los temas que tocan, me encanta hacer filmes pensando en la estética. No me da miedo pensar así, porque considero ese aspecto importante para mis historias. Por otra parte, sostengo que ir al cine es una experiencia y en particular con “Temblores” quería construir una experiencia bonita, por eso quise darle énfasis a la estética; tomé pues como referencia películas estadounidenses y algunas japonesas de los 70, cuyos directores provienen del documental. Así mismo, yo me defino más como un contador de historia que como un cineasta, y cuando construyes narraciones lo haces a través de tus filtros personales. Soy un fabulista, mi lenguaje es el cine, que constituye el instrumento que uso para contar mis historias.

En una oportunidad dijo que sus películas no tienen finales felices porque a los personajes se les niega la felicidad. ¿Mantiene ese pensamiento?

No sé si la felicidad existe como un lugar al que se puede llegar. Pienso que la felicidad está al lograr cierta tranquilidad en tu vida, al sentirte contento con el camino que has escogido. También creo que la felicidad es libertad, y si no te encuentras en un lugar donde se te ofrece esa libertad, es muy difícil obtener la felicidad. Si vives en un mundo sin igualdad, es muy difícil alcanzar la felicidad.