Victor ESQUIROL
TEMPLOS CINÉFILOS

Miedo en Oriente Medio

En el extraño mundo de los festivales cinematográficos, hay un fenómeno paranormal que a algunos nos ha tenido enfrascados en interminables discusiones para tratar de entender (en vano) su naturaleza. Se trata del increíble-pero-cierto palmarés de Gianfranco Rosi, cineasta italiano con raíces en Eritrea, quien sin quererlo demasiado, puede decir que en la vitrina de su casa están los máximos galardones concedidos en plazas tan contundentes como la Berlinale y en la que estamos ahora mismo.

El vencedor de un León y de un Oso de Oro gracias a “Sacro GRA” y “Fuego en el mar” respectivamente, regresó a Venecia para presentar su nuevo documental, “Notturno”. La propuesta se tradujo en dos horas de, como cabía esperar, observación silente de una normalidad trágicamente manchada por lo extraordinario. Unos títulos explicativos al principio de la proyección nos pusieron en situación: tras la caída del Imperio Otomano, lo que ahora conocemos como «Oriente Medio» se convirtió en un polvorín en constante estado de ebullición.

La cámara de Gianfranco Rosi se instaló en el territorio fronterizo entre Siria, Líbano, Kurdistán e Irak. Allí, fue comprendiendo una realidad que no podía dejar indiferente. Sin voz en off narrativa y con gusto marca de la casa por los planos estáticos, vimos pasar ante nuestros ojos una vida marcada por la angustia de saber que la muerte estaría siempre acechando en la siguiente escena. Fue un afinado retrato coral cocinado con la calma y la pausa que deberían marcar cualquier cotidianidad... pero rematado por el miedo de un horror omnipresente, y que consiguientemente empañaba cada gesto, cada mirada cada sonido, cada situación...

Aunque el verdadero terror no estalló hasta que no llegó Amos Gitai. El reverenciado artista israelí nos trajo “Laila in Haifa”, la que se seguramente vaya a ser la peor película que tendremos ocasión de ver en esta 77ª Mostra veneciana. De lo que se trataba aquí era de pasar una noche en un local de la ciudad del propio título. Ahí se reunía gente de todos los estratos sociales y culturales que componen la compleja (por no decir «insostenible») sociedad de la nación hebrea. Y efectivamente, la apuesta cinematográfica fue igualmente indigerible. Tomas alargadísimas (estiradas hasta lo caricaturesco), montaje extremadamente torpe y dirección de actores igualmente deplorable. El fresco social de Gitai fue un desastre que no vimos venir, pero que estalló de lleno en una Sala Darsena que no sabía si burlarse o si encogerse por la vergüenza.

Por suerte, el Fuera de Concurso volvió a salvar la jornada. El genio de la comedia híper-moderna Quentin Dupieux presentó “Mandibules”, delirante buddy movie en la que la comicidad gamberra típica de los hermanos Farrelly (hubo muchas ocasiones para recordar los “Dos tontos muy tontos”) nos llevó al sorprendente descubrimiento de una mosca del tamaño de un pastor alemán. Tan absurdo que podría haber dado miedo, pero no, en manos de Quentin Dupieux este material se convirtió en una de las comedias más alocadas (y aun así, inteligentes) de la temporada.