Oihane LARRETXEA
DONOSTIA

De imprevistos e improvisaciones

La pianista Sorkunde Idigoras, el saxofonista Julen Izarra y el batería Hasier Oleaga han transitado juntos por un camino que desconocían a dónde les llevaba. Los ensayos que comenzaron con versiones e improvisaciones derivaron en composiciones propias y ahora, tiempo después, han presentado su primer disco, «H30» (Errabal Jazz). Han explorado nuevas fórmulas sin el sonido del bajo, y han tenido el placer de hacer las cosas como no acostumbraban.

Pese a su prolífica carrera, la pianista donostiarra Sorkunde Idigoras llevaba un tiempo sin hacer música, al menos sin publicarla. Imparte clases de música desde hace más de veinte años, y en la actualidad es profesora en Musikene. Co-dirigió junto con Alberto Lizarralde Jazzle, la primera escuela de jazz y música moderna que hubo en Euskal Herria e impulsó el Festival Plaza. Admite que transitaba por «cierta pereza» cuando el batería Hasier Oleaga llamó a su puerta con la intención de proponerle un proyecto. Empezaremos por el final y desvelaremos que a esa idea se sumó después Julen Izarra y su saxo. Y que tiempo después de ponerse en marcha sin ningún objetivo claro han sacado su primer disco, “H3O” (con el sello Errabal Jazz), el mismo nombre con el que han bautizado el trío que han formado.

Los tres son viejos conocidos. En su día, Oleaga e Idigoras trabajaron en un proyecto que finalmente no vio la luz, pero es que además, tanto Oleaga como Izarra fueron alumnos de Idigoras en la escuela de música.

Aceptada esta nueva propuesta se pusieron en marcha, aunque Idigoras admite que no tenían muy claro a dónde iban. «Probaré durante un tiempo, pero no prometo seguir», advirtió ella al inicio. El caso es que el primer contratiempo que sufrió el grupo se convirtió en aliciente para investigar nuevos derroteros. «Teníamos un contrabajista que finalmente por cuestiones de agenda no podía ensayar con la frecuencia que nos gustaría, así que no pudimos seguir contando con él. Ese imprevisto no deseado se convirtió en un acicate para crear de otra manera, y fue un placer encontrar cómo era posible hacer algo de una forma distinta a la que estábamos acostumbrados», recuerda.

Piano, saxo y batería. Esos son los instrumentos con los que contaba el grupo. Cómo adaptarse a la ausencia del bajo fue un reto que han salvado con mucho talento e ingenio. Los primeros ensayos eran a base de versiones de músicos como Guillermo Klein, Joni Mitchell, Kurt Weillen o Dave Holland. «En realidad eran ‘excusas’ para poner sobre la mesa el bagaje que cada uno llevaba en su mochila», cuenta Oleaga.

De las versiones pasaron a las improvisaciones. «En los ensayos nos poníamos a tocar sin tener nada previsto y ver hasta dónde llegábamos. ‘Empieza a tocar que te voy siguiendo’, era la cuestión». De ahí pasaron a componer sus propios temas. El disco incluye nueve. «Lo más interesante del proceso ha sido la búsqueda de nuestra identidad, de una identidad compartida. Buscábamos autenticidad y creo que eso ha quedado recogido», apunta Izarra.

Jazz con muchas ropas

Coinciden en destacar el valor que ha tenido la parte de la composición, un «ejercicio generoso» donde cada uno ha pensado más en el prójimo que en uno mismo. «Íbamos escribiendo piezas cada uno desde su estética propia, pero tratando de pensar en la formación musical con la que iba a desarrollarse ese tema, y ahí empezamos a identificar puntos en común. Si veías que alguien no se hallaba cómodo en lo que proponías, ibas modificando, hasta ver que fluía».

Sobre si es jazz o no lo que proponen con este trabajo, Idigoras agrega que no hay una sola respuesta y que las etiquetas pueden ser perjudiciales porque limitan. «Diría que tiene que ver con el jazz primero, porque todos lo hemos tenido próximo y porque tiene mucho de improvisación presente. Pero también nos hemos formado en otros estilos y hemos bebido de otras aguas. Así que, en cuanto a estética, no sé… Prefiero decir que es algo de jazz con muchas ropas y maletas. Y por eso puede que te lleves alguna sorpresa».