Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Los Fixies contra los Crabots»

Son la versión rusa de los electroduendes

En torno a las segundas partes de producciones infantiles siempre suele existir un debate sobre si la presentación de personajes debe de ceñirse a la primera entrega, porque hay padres y madres que piensan que sus niñas y niños tal vez no estén del todo familiarizados con la franquicia de turno o necesitan que les refresquen la memoria en las siguientes películas. La compañía rusa de animación 6+ ha decidido que la secuela “Los Fixies contra los Crabots” (2019) vaya directamente al relato de la nueva aventura, sin perder el tiempo en preámbulos y recapitulaciones del contenido ya mostrado en la anterior “Los Fixies: Amigos secretos” (2017), que servía para dar a conocer a esta especie de electroduendes de los que ya existían videojuegos, y que son fáciles de distinguir entre si gracias a que cada cual tiene su color distintivo. Por lo demás, a primera vista se percibe que son diminutos y trabajan en el interior de los ingenios informáticos, dada además la familiaridad que las generaciones actuales tienen desde la más tierna infancia con las nuevas tecnologías.

“Los fixies contra los Crabots” (2019) es una producción animada más resolutiva en su apartado técnico que en el narrativo, un contrasentido que se repite en muchas cintas del género europeas, cuando en la práctica se supone que es menos costoso trabajar el guion que el aspecto formal, algo que cuantitativamente sólo está al alcance de los grandes presupuestos de los estudios de Hollywood.

El mensaje de la película va referido a la necesidad de trabajar en equipo y olvidar las diferencias para obtener resultados positivos, pues aunque los cangrejos robóticos llamados Crabots son más fuertes y rápidos que sus oponentes, los Fixies aprenden que la unión hace la fuerza. Una teoría integradora cuya apariencia solidaria se resquebraja por culpa de actitudes y comentarios sexistas dignos del mismísimo Putin.