Mikel ZUBIMENDI
DERIVA TOTALITARIA DE BORIS JOHNSON

EL ANTICAPITALISMO, MATERIA PROHIBIDA EN LAS AULAS INGLESAS

El gobierno conservador de Boris Johnson pretende desterrar de las escuelas las ideas que abogan por la abolición del capitalismo, al considerarlas «extremistas» y contrarias a los «valores británicos». Algo que ni siquiera se hizo en el apogeo de la Guerra Fría.

El gobierno de Boris Johnson ha ordenado a las escuelas de Inglaterra que no utilicen ideas y materiales de organizaciones que hayan expresado su deseo de acabar con el capitalismo. El Departamento de Educación, organismo responsable de las escuelas públicas, sin ninguna presión para hacerlo, sin motivos que expliquen una invasión tan flagrante en la vida laboral y la libertad de cátedra de los profesores, les ha enviado instrucciones para que consideren la oposición al capitalismo como un peligro antisocial, de la misma categoría que el yihadismo o el antisemitismo.

La guía emitida para directores y maestros, que categoriza el anticapitalismo como una «postura política extremista» y lo equipara a una actividad ilegal, dice así: «Las escuelas no deben, bajo ninguna circunstancia, utilizar recursos de organizaciones con posiciones políticas extremas, incluso si el material en sí no es extremista, ya que su uso podría implicar el respaldo o apoyo de la organización». Y enumera ejemplos de lo que describe como «postura política extremista»: un deseo declarado públicamente de abolir o derrocar la democracia, el capitalismo o de poner fin a las elecciones libres y justas; oposición a la libertad de expresión; el uso de lenguaje racista, incluido el antisemita; y no condenar las actividades ilegales realizadas en apoyo de sus causas.

El escándalo no se ha hecho esperar. Sobre esta base, será ilegal referirse a grandes referencias del Partido Laborista y del sindicalismo británico, que en diferentes momentos han abogado por la abolición del capitalismo. Prohibiría, por poner algunos ejemplos, "Rebelión en la granja" de George Orwell o la Revolución Bolchevique y el marxismo de las clases de historia. Para los críticos de la medida, se trata de un intento de implementar el fascismo a través del currículum escolar, la prueba de «lo fácil que es perder un país y deslizarse hacia el totalitarismo».

 

Trasfondo de una guerra cultural

El anticapitalismo no se prohibió en las aulas de Inglaterra durante la Guerra Fría, ¿por qué ahora? No ocurrió lo mismo en EEUU, donde en la década de 1950 proliferaba la legislación que prohibía la enseñanza de doctrinas «subversivas». Se exigían juramentos de lealtad a los maestros para enseñar el «estilo americano» de «libre empresa». Los planes de estudio se convirtieron en el foco de cruzadas anticomunistas como las del senador McCarthy, hasta el punto de considerar historias aparentemente anodinas de la escuela primaria, como la de Robin Hood, como un adoctrinamiento «comunista» peligroso, al «robar a los ricos para dárselo a los pobres». Pero las escuelas británicas emergieron de la Guerra Fría sin la profunda politización y abusos que el macartismo infligió a la educación estadounidense.

¿Cómo interpretar ahora esa decisión de Boris Johnson? Es un paso más en la guerra cultural, otra vuelta de tuerca en la deriva hacia un autoritarismo que está ganando ritmo y debería preocupar a cualquiera que crea que la democracia requiere libertad de expresión y un pueblo educado. Es realmente otra pieza de una guerra cultural más amplia para pintar a los maestros de la escuela pública como personajes siniestros que están impulsando una agenda oscura sobre los niños. Los conservadores de todas las latitudes saben que esto ayuda a movilizar su base. Tienen interés en trasladar las simples cuestiones económicas sobre qué políticas ayudan o dificultan más el desarrollo de lo público a batallas morales deliberadamente absurdas entre patriotas y «traidores», cristianos e «impíos», la tradición y los que desean «destrozar la institución de la familia».

Este plan incluso va más allá del “plan Prevent”, el programa de antirradicalización islamista que en 2011 otorgó al Estado más autoridad para revisar los planes de estudio. Se buscaba prevenir «la orientación de los estudiantes hacia ideas extremistas como la oposición de valores británicos fundamentales como el respeto mutuo y la tolerancia de las diferentes religiones y creencias». Pero el capitalismo no se mencionaba como un valor británico, ni se definió el anticapitalismo como una «visión extremista».

Vuelve la pregunta, ¿por qué ahora sí? Quizá el gobierno de Johnson sigue un enfoque más amplio del control curricular, similar al que anunció el todavía presidente Donald Trump al crear una “Comisión de 1776” para promover la «educación patriótica» en EEUU, o de Victor Orban, que el pasado mes de febrero anunció la creación de un plan de estudios nacional para reflejar los «valores húngaros». Y es que los planes de estudio se han convertido en un campo de batalla de esa guerra cultural, en focos de tensión para los regímenes populistas de todo el mundo.

 

Capitalismo como religión

Así las cosas, si hay organizaciones que piden activamente al Gobierno de Johnson que continúe promoviendo el capitalismo, tienen ideas perfectas para escuelas y planes de estudio. Sin embargo, si una organización representa la más mínima amenaza para el statu quo, entonces se encuentra en una desventaja inherente al sistema desde el que opera. Ya lo describió Lenin en su obra de “Estado y revolución”: «En la sociedad capitalista, la democracia siempre está acorralada por los estrechos límites establecidos por la explotación y, en consecuencia, siempre sigue siendo una democracia para la minoría, para las clases propietarias». En otras palabras, que la libertad en la sociedad capitalista siempre sigue siendo la misma que en las antiguas repúblicas griegas: libertad para los dueños de esclavos. 

Abriendo el zoom, todo esto prueba que este mundo está volviéndose loco, que las cosas se están desmadrando. Cuesta mucho sorprenderse estos días y, sin embargo, sorprende que el gobierno de Inglaterra esté prohibiendo las enseñanzas anticapitalistas. Es una locura. El capitalismo, se ame, se odie o no se entienda en absoluto, es un sistema económico. No es una maldita religión. Y el objetivo de un sistema económico es, supuestamente, permitir que una sociedad funcione de manera eficiente y eficaz.

¿El capitalismo hace eso? Hoy por hoy el capitalismo nos está matando. Gastamos, producimos, consumimos, emitimos, devoramos, manipulamos y destruimos a un ritmo vertiginoso. Todo el sistema está configurado para consumir sin cesar hasta que todo colapse, que es lo que está sucediendo. Si no evolucionamos, y rápido, más allá de él, estamos condenados. No se puede decir a los maestros que no eduquen sobre lo desordenado que es nuestro mundo, que eviten encontrar soluciones. No puedes decirles a los ciudadanos que simplemente mueran, que mantengan la calma y mueran. Porque eso es esencialmente lo que está haciendo cuando se prohíbe a las personas aprender la verdad sobre el capitalismo.

 

Condenado por no condenar

Y con todo, quizá lo más preocupante no sea la prohibición de explicar el anticapitalismo en las clases. En esa circular del gobierno de Boris Johnson se proscribe a los grupos que han demostrado que «no condenan las actividades ilegales realizadas en su nombre o en apoyo de su causa». Esto abre la puerta para la caza de brujas por asociación de culpabilidad contra grupos o individuos que no han cometido ningún delito, pero que pueden ser acusados de «no condenar» a grupos que comparten el mismo objetivo. Y esta rima es muy conocida en Euskal Herria.

Esto significaría, por ejemplo, que el lobby pro-Israel podría prohibir cualquier grupo de defensa de la causa palestina que no haya condenado, por ejemplo, las acciones de Hamas o de la OLP. O que a los ecologistas se les podría restringir la entrada a las escuelas a menos que condenen a grupos como Extinction Rebellion cuyas protestas pacíficas son «actividades ilegales». Esto va en línea con una tendencia reciente de aislar a los que desafían el sistema atándolos en corto con demandas de condenas o de disculpas por las acciones de otros. Jeremy Corbyn se enfrentó a esto. Obligarle a disculparse repetidamente por las declaraciones antisemitas de otros fue tan efectivo que en 2019, el 43% de los británicos pensaba que el «Partido Laborista del Reino Unido tenía un problema con el antisemitismo», cuando en realidad se trataba de acusaciones de antisemitismo contra solo alrededor del 0,1% de los miembros del Partido Laborista.

En medio de toda la tormenta, se ha prestado muy poca atención a otra cuestión: el declive global del apoyo a la democracia de estilo occidental entre los jóvenes, particularmente pronunciado en el Reino Unido y EEUU. Los conservadores de ambos lados del Atlántico luchan no solo contra la creciente sensación de que una sociedad dirigida por el libre mercado ofrece poco a la generación que ahora está en la escuela y que ya ha sufrido dos grandes crisis, sino que un sistema gobernado por partidos políticos capitalistas casi idénticos ofrece pocas o ninguna alternativa al sistema actual.

AntiKapitalismoa debekatuta eskoletan

Boris Johnsonen gobernuak kapitalismoa gainditzea helburu duten ideia oro eskoletatik kanpo nahi ditu Ingalaterran, «muturreko jarrera antisozialak» direlako, jihadismoaren edo antisemitismoaren pareko. Erabakiak, Gerra Hotzean ere hartu ez zena, eskandalua sortu du, totalitarismoaren eskuliburuaren ezarpena delako, irakasleen lanari eta katedra askatasunari eraso zuzena. Kontserbadoreek curriculumak beren gerra kulturalaren gudu-zelai bilakatu dituzten seinale ere bada.