Anjel Ordoñez
Periodista
JOPUNTUA

Carpe diem, Damocles

La ephemeroptera es un insecto perteneciente al grupo de los pterigotas hemimetábolos. Además del nombre científico, posee otras dos denominaciones más comunes: «cachipolla» y «efímera». Descartaré la primera, por razones obvias, y me quedaré con la segunda, más eufónica, glamurosa y, sobre todo, acomodada al objeto de esta pieza.

La efímera es una de esas rarezas de la naturaleza que pone al ser humano en su sitio. Vive apenas veinticuatro horas, y en ese corto espacio de tiempo nace, crece, se reproduce y muere. También come, bebe y se relaciona con sus semejantes. Este modo de vida, por lo que sea, confiere a las efímeras un título nobiliario muy envidiado: constituyen el orden de insectos más antiguo que existe en la actualidad. Se han encontrado fósiles de efímeras con trescientos millones de años de antigüedad.

Se acerca el fin de año, tiempo de revisión. Al echar la vista atrás encontraremos un 2020 que ha dejado tras de sí un insoportable rastro de desolación. Las cifras de muertos destripan el alma. Los meses perdidos, las ilusiones truncadas, los proyectos partidos. Para muchos, quizá como nunca antes, 2020 ha sido el despertar a una verdad inmutable: solo hay muerte después de la vida. Nuestro instinto de supervivencia se ocupa de alejarnos de esa realidad, y nuestra mente, que cuida de su propia salud, sitúa inconscientemente el fin de nuestros días en un oscuro e indeterminado porvenir cuya existencia aceptamos, pero no terminamos de asumir. Por eso vuelvo ahora a la efímera. Le bastan veinticuatro horas para condensar su existencia y hacerla plena. Y ya lo dijo el eterno poeta sevillano en busca de sosiego: «mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos».

En fin, que estamos como el griego de Siracusa: con la mesa colmada, y sobre nuestras cabezas la afilada espada colgando de un fino pelo de caballo. Toca no menearse demasiado, bajar la intensidad y quizá moderar el entusiasmo, no sea que se quiebre la crin. Y sí, habrá otras, pero estas Navidades, como las pasadas fiestas del verano o los próximos carnavales, nunca volverán. Ustedes verán, pero yo apuesto por la efímera. Ánimo.