Carta sin respuesta a Olentzero

Manos, mascarilla, distancia: todas y todos sabemos cómo evitarlo. Y si la pandemia vuelve a coger fuerza será porque no hemos sido lo suficientemente responsables. La primera ola nos cogió por sorpresa. La segunda ola comenzó porque los jóvenes se fueron de fiesta. El siguiente repunte, por culpa de los bares. El último, porque familiares no convivientes han aprovechado la oportunidad que se les ha brindado para reunirse en Navidad. ¿Y en la quinta ola? ¿Y en la sexta? ¿Hasta cuándo seremos los ciudadanos los responsables de la situación provocada por la incapacidad, desconocimiento y/o rigidez de las autoridades correspondientes? Que no se vacunase a más gente los primeros días fue culpa de los festivos. En mitad de una pandemia, el virus debe de descansar en vacaciones. Y los servicios básicos que trabajan 365 días al año, 24 horas al día, ¿cómo lo hacen? Profesionales, haberlos haylos, pero hace falta que alguien organice los equipos de trabajo. ¿Quizá estarían los gestores de vacaciones?

Poniendo y quitando límites y restricciones, vamos de ola en ola. ¿Hasta cuándo? En el segundo semestre de 2020 tuvimos tantas muertes COVID como en el primer semestre. ¿De verdad aprendimos algo en la primera ola? Esta es la lista de lo que le pedí a Olentzero, desde la CAV-Euskadi, con el objetivo de alcanzar aquí una estrategia cero COVID. Pero aún no he recibido respuesta. La escribo aquí de nuevo, como sugerencia de lo que haría falta hacer antes de salir del próximo confinamiento:

1- Dar cuerpo a aquellos aplausos de las tardes. Reforzar la Atención Primaria gestionada por Osakidetza, así como fortalecer las estructuras de Salud Pública dentro del Departamento de Salud. Sin una visión global, cualquier gestión de la pandemia quedará corta.

2- Multiplicar la red de diagnóstico: toma de muestras. Se necesita mucho más personal para realizar muchas más tomas nasofaríngeas. Contamos con profesionales con formación y/o capacidad de reforzar este ámbito (así como el de la vacunación) que actualmente se encuentran trabajando a tiempo parcial o en paro. Mientras dure la pandemia, toca impulsar la economía con este tipo de bolsas de trabajo.

3- Multiplicar la red de diagnóstico: análisis. Con los equipos y expertos de nuestra universidad y de los centros tecnológicos podrían realizarse tantas pruebas de PCR como las que ya realiza Osakidetza. Si, además, nos aprovechásemos de la alta sensibilidad de las PCR y analizáramos por bloques las muestras de hasta diez personas simultáneamente, en Euskadi se podría hacer PCR a un total de 100.000-200.000 personas al día.

4- Fortalecer el equipo de rastreadores, así como incorporar nuevas herramientas y personal informático para cortar cadenas de transmisión del virus lo antes posible. Hasta la fecha, ni el 50% de los casos detectados han estado en contacto con un positivo previo. El objetivo debiera ser del 100%. Si incorporásemos a profesionales actualmente desempleados (p. ej. personal de agencias de viajes), resolveríamos dos problemas con una sola intervención.

5- Analizar las variantes del virus presentes en Euskadi. Mutaciones más contagiosas del virus del SARS-CoV-2 han comenzado a propagarse en varios países y su detección es absolutamente necesaria para hacer frente a su propagación. Pero apenas se está analizando, a pesar de tener equipos y capacidad de análisis genómico tanto en los centros tecnológicos como en la universidad.

6- Ofrecer infraestructuras para las personas contagiadas que necesitan aislarse. La mayoría vivimos en casa con al menos otra persona y dar la opción a que se continúe propagando el virus no es beneficioso para la sociedad. Si usáramos con este fin hoteles vacíos y/o cerrados, además de reactivar la economía, sabríamos que los aislamientos se están cumpliendo adecuadamente.

7- Ofrecer apoyo financiero para asegurar que se cumplan las cuarentenas. Así conseguiríamos que se comunicasen todos los contactos y nadie quedaría sin cumplir su cuarentena debido a dificultades financieras.

8- Instaurar el teletrabajo universal, excepto en los casos en los que la presencialidad sea esencial. Esto resultaría, además, en un descenso de la ocupación de los transportes públicos, con lo que se reducirían estos contagios tan difíciles de rastrear.

La alta propagación del virus facilita que éste mute, creando un riesgo creciente de que sus cambios afecten a la eficacia de la vacuna. Incluso siendo quizá imposible erradicarlo por completo, el objetivo debería ser reducir la propagación del virus tanto como fuera posible. Así minimizaríamos el número de muertos y también los enfermos graves y sus secuelas. Además, podríamos ampliar nuestra vida social y revitalizar la economía. Lo han conseguido en algunos países. ¿Por qué nosotros no?

Ugo Mayor

Investigador Ikerbasque en la UPV-EHU