Texto: Maitane ALDANONDO

Sabores refrescantes del verano sobre cuatro ruedas

Después de varios años regentando el restaurante Yalde en Astigarraga, Rocío Mayoral e Iñigo Olaziregi decidieron cambiar el calor de los fogones por el frío de los helados. Reconvertido el espacio en obrador, de sus cocinas salen los helados artesanales de Leizuri Izozkiak que llevan en su «food truck» a municipios sin heladería de su entorno. Una oferta de clásicos y opciones más exóticas que elaboran con ingredientes naturales y del entorno.

El verano es la estación del helado por excelencia, aunque el tiempo no siempre acompañe. Hay ciudades en las que las heladerías se multiplican por todas las calles, mientras que en localidades más pequeñas no hay ninguna. Con estas últimas en la cabeza, en junio de 2018 empezó a rodar la «food truck» de Leizuri Izozkiak.

La idea inicial fue vender sus productos al sector de la Hostelería, dado que ellos no conseguían helado de calidad para su restaurante; pero al ser muy difícil abrirse camino en este sector, optaron por la venta directa en fiestas. «Se trata de acercar un producto de calidad a poblaciones más pequeñas que no pueden tener una heladería durante toda la temporada», explica la copropietaria Rocío Mayoral.

Los refrescantes caprichos que alberga la furgoneta los elabora desde cero Iñaki Olaziregi. Realizó un curso en Zarautz junto a un maestro heladero, pero afirma que «ahí me dieron el carnet. A conducir he aprendido después, a costa de echar algunos...».

Niega que existan secretos, porque los heladeros de ahora, a diferencia de los de antes, saben formular. Se pueden adaptar a los gustos, pero siempre hay que elegir. «No puedes tener todo en un helado. Lo nuestro es el sabor, que lo que comas sepa a lo que comes, aunque a veces pierdas volumen». No utilizan saborizantes, por lo que el sabor es algo menos intenso.

Apuestan por los ingredientes naturales, de temporada, y en lo posible, de km 0 y ecológicos. Una elección que responde a los ideales de sus responsables que buscan ofrecer un producto de calidad apoyándose en el entorno. Así, por ejemplo, la leche es de Gipuzkoa, el yogur de Goenaga (Igeldo) y la leche de oveja de un pastor de Hernani; y si el producto no es del entorno, su proveedor es de cercanía.

Sabores estrella

Hay quien nunca cambia y pide «mi helado» o «el de siempre». Otros, en cambio, van preguntando por lo nuevo: qué tal es ése, o éste de qué es. Cada cual tiene el suyo, pero, ¿cuál es el sabor estrella? Depende de la edad y del sitio. A la juventud le gusta mucho la tarta de queso o el yogur, mientras que la gente mayor se decanta por los «clásicos»: café, avellana…

Pero hay excepciones. «En Hernani, por ejemplo, se atreven a probar de todo, es un pueblo distinto con el helado. Allí no vendemos ni a chavales ni a jóvenes, vendemos a mayores», apunta Olaziregi. Otro colectivo que les compra mucho son los sudamericanos. «Gente muy heladera, que siempre va a frutas y a chocolates», señala Rocío Mayoral.

Si bien tienen muchas formulaciones, en la «food truck» llevan dieciséis sabores, de los que van cambiando «dos, tres o cuatro». El grueso lo componen los que gustan al público en general, el resto son pequeñas producciones de sabores diferentes y de temporada. En invierno, cálidos como turrón, rosco de reyes o cuajada con miel; y en verano, más ligeros: mango, maracuyá, guanabana o lúcuma. También tienen polos, sandwiches con galletas de The Loaf o batidos de helado; y en invierno, crepes dulces y salados.

Algunos de esos sabores los han conocido gracias a los restaurantes con los que trabajan. Olaziregi pone el conocimiento técnico y el cliente, el del gusto. Una oportunidad de experimentar que le «encanta». Están trabajando en helados veganos que no sean de frutas, sino de avellanas, de semillas... «Los veganos demandan una imitación al no vegano, también quieren chocolate», señala el heladero.

El precio es de 2,5€ los de un sabor y 3,5€ los de dos. La gente ha empezado a comprar para llevar a casa, lo que les ayuda un poco en el contexto actual.

Aparcan su furgoneta en Riberas de Loiola, Hernani, Astigarraga o Pasai San Pedro, los municipios cercanos al obrador que les han dado permiso. Están agradecidos porque han sabido valorar su propuesta y abrir la puerta a un producto «que no hay y que está a la altura de cualquier sitio», cuando otros no han querido arriesgar.

Una furgoneta única que ha despertado gran interés en el sector

Las food truck han llegado para quedarse. Poco a poco, esta corriente habitual en otros países se ha ido introduciendo y ya no resulta extraño este modelo de consumo. Sin embargo, no todas las furgonetas de comida son iguales. La de Leizuri Izozkiak, por ejemplo, es la primera heladería sobre ruedas autónoma y equipada con el sistema «pozzetti».

Es un vehículo es de segunda mano que antes funcionaba como una panadería. La trajeron de Alemania, un país donde hay «food trucks de todo y de todos los tamaños. Allí funcionan bien y a los nueve-diez años las retiran y compran una nueva. Todas esas van a sitios más pobres», cuenta entre risas Iñigo Olaziregi. Admite que es una forma de conseguir este tipo de vehículos de forma más asequible. «Te sale a mitad de precio, porque si no, es una barbaridad».

Una vez aquí, la transformaron para que se ajustase a las necesidades de su negocio. Rebajaron el chasis para no estar tan altos y dieron solución al reto de viajar con helado, es decir, mantener la temperatura y no tener problemas. Normalmente los helados van en vitrina, «lo que consume muchísima electricidad», ya que toda la parte de servicio que está al aire es energía que se pierde. Olaziregi diseñó el espacio en el que va el producto y lo adaptó con la ayuda de una empresa. Optó por el sistema «pozzetti», donde cada helado está siempre tapado, lo que hace que el gasto energético sea mínimo. «No consume. Tú abres y lo sirves», apunta Rocío Mayoral. Gracias a este sistema consiguen tanto ahorrar energía en más de un 50% como mantener el helado en mejores condiciones para su degustación.

La camioneta de Leizuri se ha convertido en un prototipo que ha despertado gran interés en el sector, incluso han venido de Alemania a verlo. «Ellos con helado en vitrina tienen una autonomía de cinco horas, nosotros, de dos días. Podemos estar ese tiempo sin enchufarnos», aseguran. Además, el vehículo no produce ruidos ni olores.

Otra de las ventajas de este sistema es la comodidad a la hora del servicio. Cada helado tiene su paleta, lo que dificulta la contaminación cruzada. Además, al estar tapados, también se ahorran el uso de colorantes. «Cuando están en vitrina se les echa colorante, porque hace que destaque mucho a la vista; si no, todos son muy iguales», explica el heladero. Por ejemplo, el de vainilla es blanco, pero casi todos son amarillos, porque la gente lo relaciona con ese color.