J.O.

El pelotari que perfeccionó la revolución de la mano

Con el adiós definitivo de Aimar Olaizola, la mano pierde al pelotari en activo con un palmarés más extenso y completo, una lista de txapelas que llega hasta las 14, –15 si tenemos en cuenta la del Manomanista de segunda que logró en el Astelena con la camiseta de Aspe tras vencer 22-16 a Hirigoien–. En total son cuatro títulos del Manomanista, siete del Cuatro y Medio, modalidad en la que es el máximo especialista de la historia, y otras tres por Parejas, es decir, la segunda mayor cosecha tras Julián Retegi.

Y por detrás de él, con solo una txapela menos, se encuentra un Juan Martínez de Irujo, su alter ego, dos pelotaris cuyas carreras estarán entrelazadas y que ocuparán un mismo capítulo dentro del extenso libro de la historia de la pelota. Y es que, si del de Ibero se puede decir que «revolucionó» la mano y la adecuó al siglo XXI con ese juego de aire, tan agresivo y rápido, del de Goizueta debemos destacar que ha sido el pelotari que no sólo mejor se adecuó a esa forma de jugar que llegó para quedarse, sino que llegó a perfeccionarla, superando en momentos al propio Irujo en esa propuesta.

De bote al aire

Y es que, la evolución en este sentido del de Goizueta ha sido digna de admiración, pues en sus inicios era un pelotari «clásico» de los que jugaba a bote y ha terminado siendo uno de los mejores especialistas de la pelota actual, hasta que las limitaciones normales de la edad le han apartado de las luchas individuales, donde ha logrado sus mayores triunfos, si bien es verdad que por parejas ha tenido que dar muchas ventajas durante años.

En este sentido, la final del Manomanista de 2005, en la que el de Goizueta le dio la vuelta a un 15-7 en contra, supuso un antes y un después en su carrera, dándose cuenta de que seguir insistiendo en ese juego clásico era una especie de suicidio.

De hecho, en una entrevista publicada en estas páginas, el goizuetarra se llegó a lamentar de haber dado ese paso demasiado tarde, recordando que los resultados de sus enfrentamientos ante el de Ibero son favorables a él desde que cambió su forma de jugar.

Sea como fuera, con el adiós de Aimar Olaizola se pone el fin a una de las épocas más brillantes de la mano, una época en la que aupados en esa rivalidad Aimar/Irujo, los pelotaris vivieron sus tiempos de vino y rosas. Oinatz Bengoetxea, con futuro incierto, es el único que queda.