Raimundo Fitero
DE REOJO

Sordina

El estruendo que captan las cámaras que nos sitúan veinticuatro horas sobre el fenómeno espectacular en la isla de la Palma parece estar siempre filtrado por una sordina especial, porque todos los entrevistados relatan un ruido constante como de un motor de avión siempre en marcha, pero se escucha otra cosa más pesada, más tenebrosa, en donde se acumula el miedo, la sorpresa, las referencias de lo ofrecido por las ficciones y una angustia compartida porque la hipnosis de estas lenguas de fuego provocan nos pueden dejar ausentes para entender lo que se nos repite: la lava no engulle las casas, sino que las pulveriza. Eso significa que esas personas en estado de encontronazo con una realidad insoportable son víctimas que han perdido todo. Y todo es todo. Su memoria en forma de objetos, fotografías, recuerdos tangibles empezó de cero ayer.

La sordina se vuelve a veces amplificación y cuando una delegada del Gobierno asegura que no sabía quiénes eran los que se pasearon con la violencia neonazi por Chueca, debemos tragar saliva, tentarse muy bien y escribir con sordina porque o es cómplice o le están haciendo la cama sus subordinados de la Policía y sus servicio de información. Sin entrar en detalles leguleyos, está muy bien poner el derecho de manifestación en el frontal de la excusa, pero una vez vistas sus banderas, sus cánticos, sus actitudes, se puede intervenir inmediatamente porque eran claras expresiones de odio. Y por mucho que lo niegue, los policías uniformados protegían a los manifestantes, algunos con una pinta de policías que asustaba, en una relación de entendimiento sospechoso y que provoca terror. El tratamiento de los medios a esta premeditada provocación de la extrema derecha española los ha ido retratando sin sordina alguna. Sigue la campaña de involución democrática.