40º CONGRESO DEL PSOE

Fotos de unidad ante un Pedro Sánchez todopoderoso

El presidente del Gobierno español se apunta una instantánea histórica con su abrazo a González y Zapatero, en el 40º Congreso que acaba con discursos de fraternidad entre sus diferentes familias. Anuncios con pocas novedades y una nueva ejecutiva que deja satisfechos a todos los sectores. El secretario general, sin adversarios y en su mejor momento.

Tesis, antítesis, síntesis. La dialéctica de Hegel que gobierna el mundo científico hace dos siglos parece haberse corporizado en València este fin de semana, de la mano de Pedro Sánchez y su entronización como el líder que une las diferentes almas del PSOE y consigue la anhelada unidad, en un partido que siempre hace gala de grietas internas.

Como todo en política, la unidad se verá cuando sea puesta en juego, pero desde la semiótica, el reelecto secretario general del PSOE ha logrado una foto y abrazo con el expresidente Felipe González y con su par, José Luis Rodríguez Zapatero. El ala más conservadora y el ala más progresista del PSOE en una sola foto. Sánchez quiere ser su síntesis 2.0, fiel a estos tiempos de virtualidad. Su pragmatismo a prueba de balas y sus marchas y contramarchas en la palabra empeñada lo dejan en el centro de los dos expresidentes pero no se sabría bien en qué cuadrante ideológico.

La capital del Pais Valencià acogió durante tres días al 40º Congreso Federal en el que hablaron los principales dirigentes. Desde los discursos más progresistas y de barricada como los de la reelecta vicesecretaria general, Adriana Lastra, al del conservador presidente castellano-manchego García-Page, quien dice haber «salido mejor» de lo que entró. El acercamiento al felipismo gusta al partido que reniega de Podemos y de los soberanistas y que quiere acercar posiciones con Cs.

Las dos ponencias más esperadas fueron las de los expresidentes. «Este será un gran congreso, de la unidad, de la socialdemocracia, de la decencia», dijo Zapatero, quien hizo una enfática defensa de la gestión de Sánchez. Fiel a su estilo, González se centró más en él mismo, recordó sus logros con el sistema público de salud, mencionó muy poco al actual presidente y dejó clara su posición: «Estoy orgulloso de ser de la generación de eso que llaman el régimen del ‘78».

«El presidente sabe que no interfiero ni pretendo que se tenga en cuenta lo que digo», señaló González. Parecía una ironía sarcástica pero lo dijo en serio. De todas formas, los aplausos se los llevó más su predecesor y sobre todo, Sánchez, cuya magnanimidad frente a sus adversarios internos tuvo un premio: la foto de la que habló todo el mundo el día después.

El establishment celebra la unidad del PSOE porque significa que no hay una deriva de izquierdas. Y Sánchez les da motivo: en la nueva ejecutiva del PSOE ha incorporado a varios díscolos, como hizo con el Consejo de Ministros, un ejemplo es el exportavoz parlamentario Antonio Hernando.

El presidente de Extremadura, Fernández Vara, será secretario de Política Autonómica, un guiño a los barones más de centro. Un gesto hacia el colectivo LGBTI (enfadado con el PSOE por la oposición inicial a la ley Trans) fue nombrar portavoz del partido al andaluz Felipe Sicilia.

También reforzaron su presencia los catalanes pero para los vascos no hubo mimos: de los 34 cargos de la dirección, solo tres fueron para dirigentes de la CAV (Idoia Mendia y Patxi López) y Nafarroa (Santos Cerdán). Para el PsdG fue aún peor: tan solo la gallega Pilar Cancela. La plurinacionalidad no ha calado en esta Ejecutiva.

En tanto, el discurso de Sánchez tuvo pocas novedades. Anunció su promesa de abolir la prostitución y de derogar la reforma laboral y la ley Mordaza. Pero estas dos últimas están en el acuerdo de investidura firmado con Unidas Podemos por lo que no son novedades sino un anuncio de la agenda de impacto mediático que el presidente se guarda para el bienio que le queda antes de las generales.

«El partido está más fuerte porque está unido, siempre al servicio de España, es un partido que se responsabiliza de España», señaló Sánchez. La unidad como lema y el nacionalismo como sostén: las menciones a los trabajadores, a los profesionales, al pueblo o al más moderno «gente» no aparecieron mucho. Ha primado la retórica nacionalista: «Si hay un partido que ama a España es el PSOE», «Sentimos orgullo de país, orgullo de España». Y así todo el tiempo.

La apelación al orgullo nacionalista y el léxico patriótico es un gol que se apunta la derecha españolista y basta con compararlo con el de, por ejemplo, Zapatero en 2008, en el 37º Congreso. Pero los tiempos son los que son y la socialdemocracia del Estado parece haber tomado nota de que lo identitario le hace falta para no perder espacios frente a PP, Cs y Vox. Una gran diferencia con otras fuerzas similares, como la Alemana, que también estuvo presente: el probable futuro canciller y líder del SPD, Olaf Scholz, envió un vídeo con una cálida salutación y complicidad para Sánchez. Otro gol a favor del PSOE ante el PP, quien tuvo en su convención nacional saludos virtuales del polémico Sarkozy y del renunciado canciller austríaco Kurz.

Una perla de la que se habló poco es de la nueva secretaría de Reforma Constitucional y Nuevos Derechos, que estará bajo la órbita de Félix Bolaños, ministro de la Presidencia. Puede ser un prólogo para ir preparando al partido para nuevas batallas o una mesa de diálogo más de las que Sánchez sabe obtener rédito. Un Sánchez amo y señor del PSOE, sin enemigos internos relevantes. Ningún militante consideraría oponerse a quien lidera las encuestas desde hace más de 30 meses.