El fracaso en las relaciones familiares y vecinales

La maestría de Nanni Moretti sale a relucir en “Tre piani” (2021), una de sus películas más complejas a pesar de su apariencia sencilla. Esta vez no se permite el recurso del humor para aligerar contenidos, y al alejarse de la comedia se acerca más al tono trágico de “La habitación del hijo” (2001). Su manera de no cargar las tintas fatalistas es la melodramatización, para lo que recurre al folletín hablando del destino superficialmente a través de la aguda observación de la realidad cotidina. El veterano cineasta ofrece una lección a las nuevas generaciones de que un autor debe ser también un espectador de la vida, aunque la idea de la película, cosa rara en él, parta de un material ajeno. Da igual, porque a la novela original del israelí Eshkol Nevo le aplica una inconfundible ambientación romana.
Moretti se adentra en el microcosmos vecinal de un viejo edificio capitalino habitado en sus tres pisos por tres familias, y del cual forma parte al reservarse el papel del vecino que, al igual que su mujer (Margherita Buy), ejerce el oficio de juez. Esto puede querer significar que además de su condición de observador también imparte justicia, porque es muy díficil no juzgar aquello que uno contempla con tanto detenimiento. Al matrimonio en cuestión la toga no le libra de compartir problemas con el resto de convecinos, ya que su problemático hijo (Alessandro Sperduti) comete un atropello mortal conduciendo borracho, para acabar empotrando el coche contra la casa. Es el accidentado prólogo que condicionará las relaciones posteriores en esa comunidad.
Cada familia tiene lo suyo, y Moretti se las ingenia para que todos y cada uno de los personajes de esta obra coral acaben interconectados, logrando una lectura común de cuestiones tan personales como la falta de comunicación con la pareja y con los hijos, o el sobreproteccionismo de los menores en oposición a la falta de respeto y amor a las personas mayores.

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