Rayco SÁNCHEZ (OPIO ERREBELDEA)
FÚTBOL

Conociendo a Honey Thaljieh, leyenda del fútbol palestino

Se define como mujer, palestina, cristiana y árabe. La llamaron Honey por casualidad cuando, a la hora de inscribirla en el registro, no entendieron bien el que había escrito su padre, y la «bautizaron» con ese «dulce» nombre que, a posteriori, tras conocerla, puede parecer un apodo, por su forma de ser y su luz.

Comenzó a pegarle patadas al balón a los 7 años de edad, en las calles de Bethlehem. Sus compañeros de juego eran solo chicos, pero le daba igual, porque el fútbol le encantaba y, además, era la mejor del grupo. Aquel deporte callejero fue para ella un canal con el que reivindicarse como mujer. No fue fácil que la aceptaran como una más, ya que, en aquella época, no estaba bien visto que una chica practicara un deporte marcado por el sesgo masculino. «Me encantaba ganar a los chicos, se enfadaban mucho, pero no les quedó otra que aceptar que una chica fuera superior», afirma.

«En aquellos tiempos era difícil jugar, teníamos muchas limitaciones porque no había infraestructuras suficientes para practicar deporte. Hoy en día sigue siendo complicado, debido a la situación política, los “check points”, las fronteras, la segregación… pero el interés de la población por el fútbol ha crecido, junto con la inversión, porque existe la firme creencia de que es la única vía de que disponemos para combatir en igualdad de condiciones, y bajo un marco justo. Ejemplo de ello es que, en el marco político, Palestina no estaba reconocida, pero en el fútbol sí existe, ya que la FIFA reconoció a la selección del país en 1998, antes incluso de que las Naciones Unidas lo ratificaran como Estado».

Nuestra protagonista creció en el seno de una familia de cuatro hermanos. Su primer recuerdo de un Mundial es en el año 2000, con toda la familia rodeando un televisor que emitía los partidos en blanco y negro. «Apoyábamos a Brasil porque hacían un juego muy vistoso. En aquel momento no podía imaginar que, en 2018, fuera a vivir in situ la máxima competición mundial en el propio país carioca, representando a la FIFA», recuerda.

Años más tarde, cuando tenía 17, sufrió la guerra de los 40 días, que consistió en un bloqueo y acoso del gobierno israelí. Durante este período pasaron hambre y sed, mucha, tanta que a veces les impedía incluso conciliar el sueño. «A todo esto hubo que sumarle nuestra condición de mujeres, por lo que las jóvenes palestinas tuvimos que vivir aquellos interminables días encerradas y cercadas. Vi muchas masacres, mi primo fue una de las personas que asesinaron», relata Thaljieh.

Como anécdota de aquella época recuerda que «tenía que ir a hacer un examen de historia en la universidad, así que fuimos a coger el coche de mi padre para que me llevara y lo encontramos hecho pedazos porque le había pasado un tanque por encima. Todo estaba rodeado de soldados israelíes, por lo que, al paso de una ambulancia, decidí meterme dentro, como si fuera un Caballo de Troya, para que me sacara de aquella zona sitiada y poder llegar a la prueba. La sorpresa fue que, al entrar, me encontré con otros estudiantes como yo. El camino se nos hizo interminable, pero por fin, logramos llegar a tiempo al examen. Me senté en el pupitre, me entregaron las hojas y no me acordaba de nada, lloré, y al verme, el resto de compañeras también rompieron en llanto. No podía parar de preguntarme: ¿por qué nací en Palestina?, ¿no pude haber nacido en un lugar sin guerra?, ¿voy a tener que vivir con esta injusticia todos los días de mi vida? La profesora nos miró y nos recordó la frase de Yasser Arafat que dice: ‘los y las palestinas somos como las montañas, no podemos ser movidas por el viento’. Nuestra identidad es nuestra mayor resiliencia».

 

Anuncio para formar equipo

Tiempo más tarde, un anuncio colocado en los tablones de la universidad por la profesora Samar Araj (que más tarde se convertiría en la primera entrenadora de la selección) cambió su vida. La propuesta del mismo era formar un equipo femenino y acudió la primera. Luchadoras y aficionadas al fútbol, poco a poco se fueron uniendo diferentes jugadoras, hasta que lograron formar el equipo.

Hubo restricciones familiares y religiosas, ya que los pantalones cortos se oponían a la tradición musulmana, por lo que algunas tuvieron que jugar con chándal, camiseta de manga larga y velo, y otras, en cambio, de corto, dejando así una foto para la historia que representaba la convivencia entre religiones, cristianas y musulmanas unidas por el deporte.

Así dieron comienzo a su propia revolución interna, luchando contra la guerra, la discriminación y el machismo.

En su debut como combinado nacional femenino, pasaron de las canchas de cemento, donde entrenaban, al verde de Jordania en Amán. Perdieron 9-0, pero dieron un paso de gigante. Los siete kilómetros entre ambos países se hicieron eternos, debido a los controles del ejército israelí. Llegar fue una victoria.

Recordemos que Palestina vive emboscada por 700 kilómetros de muro, de vergüenza, de genocidio, de colonización y de imperialismo, privados sus habitantes de agua, electricidad y comida. «Palestina está divida en diferentes áreas, que son dirigidas por gobiernos árabes, israelíes o mixtos. En estas tierras, limitadas y custodiadas, es una tarea imposible construir estadios, porque hay que pedir permiso de cada gobierno y nos está negado el suelo», señala.

«Hoy en día, el fútbol femenino en Palestina ha evolucionado mucho, ahora tenemos 30 clubes, mujeres árbitras, entrenadoras…, lo que no consiguió la política lo consigue el fútbol, necesitamos mujeres referentes que luchen y hagan visibles nuestros derechos. La mayor dificultad la presenta una vez más el control, ya que, si hay chicas de Hebrón, de Ramalah o Nablus en el equipo y queremos entrenar juntas, lo tenemos que hacer fuera del país».

El 29 de octubre de 2009 se disputó el primer partido internacional como locales, en el Al-Husseini Stadium de Jerusalén, frente a 15.000 personas. Honey, que se había roto el ligamento de la rodilla dos días antes de este encuentro, no contaba con muchas posibilidades de debutar en casa, pero a pesar de todas las dificultades, una vez más, logró superarlas y así fue como disputó los últimos tres minutos simbólicos de aquel histórico partido.

 

Máster FIFA

Aquel año, tras otra grave lesión, el sueño de continuar jugando al fútbol se esfumó y tuvo que colgar las botas. Un momento duro de aceptación y resignación que puede dejar en el dique seco a cualquier persona, pero no a una mujer palestina. «Se me negó el fútbol, pero sabía que iban a llegar nuevas oportunidades».

Y así fue cómo, en 2012, pasó a convertirse en la primera persona de Oriente Próximo en obtener un máster FIFA, del Centro Internacional de Estudios de Deporte (CIES) en Suiza.

Desde entonces, trabaja para la organización de fútbol internacional, en el ámbito de la comunicación corporativa y relaciones públicas. Además, también colabora con varios proyectos sociales, relacionados con el fútbol, como Homeless World Cup, Save the Peace o Football Council of Youth.

«El mundo está cambiando, estoy segura de que, no tardando mucho, habrá una mujer como presidenta de la FIFA, así como gobernando y liderando en diferentes países».

Países que ha podido conocer por ser empleada de la FIFA, pero no sin dificultades porque, a pesar de partir desde Zúrich, donde actualmente reside, comenta que «he llegado a perder numerosas conexiones entre vuelos porque, en las computadoras de los aeropuertos, no existe la opción de elegir Palestina como lugar de procedencia. Es totalmente frustrante. Soy una persona, conozco mis derechos y nadie puede negarme la existencia».

«Vivir el conflicto lejos de casa es muy duro y frustrante porque mi corazón y mis pensamientos están con mi familia y amigos. Yo vivo libre y ellos y ellas no. Desde mi posición, puedo representar a mi gente, hablar sobre ellos y la realidad que viven. Al mismo tiempo, también combato la mala prensa que se proyecta desde algunos medios de comunicación».

Este año tendrá que representar a «la empresa» también en el Mundial de Qatar, que ha estado salpicado por la polémica tras las numerosas denuncias por vulnerar los derechos humanos de los trabajadores, migrantes en su mayoría, que han erigido los estadios en los que se va a disputar la máxima competición futbolística.

Al preguntarle por ello, Honey no se arruga a la hora de opinar: «Me parece que es muy importante que el Mundial se juegue en diferentes países del mundo. Antes de la designación de la sede, nadie hablaba respecto a la situación, en cuanto a DDHH se refiere, de las personas que trabajan en Qatar, pero el hecho de que se pusiera el foco allí impulsó, de alguna manera, que se revisaran las condiciones en las que esas personas viven y trabajan. Este es también uno de los objetivos del Mundial de fútbol, visualizar y arreglar las diferentes problemáticas de los países en donde se disputan las competiciones».

También conoció Euskal Herria cuando fue invitada por el programa Thinking Football, que organiza la Fundación Athletic, en representación de la cinta, de Eric Cantona, “Les rebelles du foot”, siendo una de las protagonistas. «Me sentí como en casa, me dieron una bienvenida muy calurosa, me gustaron mucho las vistas desde Artxanda, el paseo por la Ría, conocer al equipo femenino del Athletic…, tengo muy buenos recuerdos de aquello, me encantaría volver», dice.

También reconoce que Palestina y Euskal Herria tienen un vínculo muy especial. «He visto que en los estadios vascos ondean banderas palestinas y es muy emocionante. Los y las palestinas sabemos que el pueblo vasco siempre nos ha apoyado. Toda esa fuerza y solidaridad internacional nos ayuda, hoy en día, a seguir adelante».

También ha visto la Liga Iberdrola, pero no tanto como la masculina. «Desafortunadamente no existe la misma disponibilidad para ver partidos de las ligas femeninas como de las masculinas, y en eso es en lo que estamos trabajando, en mejorar los contratos televisivos y en la inversión en el fútbol femenino. A la gente le gusta, prueba de ello fue el histórico Mundial de Francia, que fue seguido por más de un billón de personas en todo el planeta, tanto de manera presencial como en streaming».

El fútbol fue el lugar donde no encontró cárcel, ni barreras, donde su identidad de género, su religión, su raza y su clase social dieron un paso atrás, donde el juego proclamaba la igualdad de condiciones.

Honey significa miel en inglés, pero también es luz, por la alegría y la convicción de sus palabras. Su energía logró traspasar los muros, pero para que otras puedan seguir su camino, todos y todas tendremos que ser pequeñas luces en el “Mar de fueguitos” de Galeano. Un mar de goles por la libertad.