Aritz INTXUSTA

LA GANADERÍA, PRINCIPAL VÍCTIMA DE UN MAÍZ A PRECIO INASUMIBLE

Los productores de cereal venden más caro que nunca y los ganaderos están ahogados. El desequilibrio amenaza con reducir las cabezas de ganado. Y si hay menos animales, hará falta menos cereal para el año próximo. La producción alimentaria está al límite.

Antes de que cayera la primera bomba sobre Ucrania, el cereal ya estaba por las nubes. La tonelada de trigo costaba unos 290 euros y la de maíz, sobre los 270. Jamás se había pagado el grano así de caro. La situación entonces pintaba bien difícil para los ganaderos, el sector más sensible al precio del cereal, que además venía ya tocado por la crisis del coronavirus, que le cerró el circuito específico para la hostelería durante meses. Ahora que las bombas llevan tiempo sonando, los precios de referencia de trigo y maíz en las lonjas están por encima de los 400 euros o, directamente, han quedado fuera de la cotización y hay que buscarse la vida para encontrar quien lo venda.

Sirvan como ejemplo los terneros de Fermín Gorraiz, el ganadero que preside el sindicato EHNE en Nafarroa. El animal consume desde que nace –sin contar lo que come la madre que lo gesta y lo amamanta– unas 2,5 toneladas de pienso (donde se mezclan trigo, cebada, maíz y otros cereales, todos disparados de la misma manera). Una vez sacrificado, se obtienen de ese ternero unos 420 kilos de carne en canal. Con la escalada de los precios, como mínimo, alimentar al animal cuesta unos 300-400 euros más desde que empezó la guerra. Y además de dejar fuera a la madre, esta cuenta tampoco contempla la subida de la luz o el carburante.

«El nivel de incertidumbre es muy alto. Nadie nos garantiza que el precio del pienso no vaya a seguir subiendo», explica Gorraiz. El ganadero confiesa que «producir a pérdidas va a ser muy jodido». Y el panorama a medio plazo está negro. No se trata únicamente de que el grano ucraniano no llegue a salir del país, es que existen dudas serias de que vaya a haber cosecha normalizada el año próximo. Las labores propias de estas fechas en las estepas ucranianas, las resiembras, los abonos de las fincas, son una incógnita. ¿Están trabajando el campo? ¿Podrán reemprender su labor en un plazo corto de tiempo? Demasiadas incertidumbres para unas materias primas que cotizan en bolsa, por lo que basta que existan dudas para que los precios vayan más allá de lo que la economía real es capaz de asumir.

Las normas que rigen la ganadería son distintas a otros sectores. Una fábrica puede parar su producción por falta de piezas o por no pagar unos costes disparados de la luz. Un ganadero no tiene esa capacidad. «Yo dejo de venir aquí un mes y todo lo que encuentro son cadáveres», ejemplifica Gorraiz. La situación parece estar llegando a esos límites. En el sector se comenta que una de las mayores avícolas de Nafarroa, Uvesa, de Tutera, se quedó sin grano esta semana tras apurar demasiado en busca de que la tensión en los precios se relajase. Finalmente, tuvo que armar un convoy a enfrentarse a los piquetes transportistas de los puertos para traer soja y que así no se les murieran de hambre las gallinas.

El Grupo AN, que engloba a más de un centenar de cooperativas agrícolas locales de Nafarroa, aporta a GARA algunas de las cifras principales para entender la magnitud de lo que está sucediendo. «España es un país deficitario en cereal, con un déficit estructural de alrededor de 14 millones de toneladas. El principal cereal importado a nivel nacional es el maíz, y el 22% del mismo se trae de Ucrania. Ucrania exporta entre 14 y 15 millones de toneladas de maíz, de los que alrededor de 2 millones deberían llegar a España», comenta Jaime González, su director de comunicación.

«Nosotros comercializamos el maíz en grano y luego cada industria decide cómo tratarlo. En el caso de nuestra fábrica de piensos, Caceco, que se abastece con cereal de nuestras cooperativas socias, el maíz se mezcla con otros cereales para los distintos tipos de alimentación animal», prosigue González. «Lo que hacemos es ir dosificando la venta a lo largo del año, buscando el precio medio y vendiendo a ese precio. Es un sistema más sólido ante fluctuaciones importantes», explica. Cereal, por tanto, aquí sigue habiendo.

La problemática concreta en Hego Euskal Herria es un poco diferente que en el conjunto estatal. El uso principal del maíz, a diferencia de otros cereales con otros usos, es dar de comer a los animales. En el Estado, la mayor parte de la importación de maíz acaba en las macrogranjas de porcino, que son más importantes en el sur (aunque en Nafarroa también las haya) donde se ceba a los animales con pienso casi de forma exclusiva. La producción porcina (39% del total de la ganadería en el Estado) no solo abastece al mercado interno. Uno de cada cinco cerdos que se exportan en toda la UE se ha criado en el Estado español. Es el segundo exportador de cerdo de la UE, por detrás de Alemania (que depende aún más de Ucrania).

El maíz que se usa habitualmente en los molinos de pienso de Hegoalde viene de Iparralde, de las Landas o de los maizales navarros que han proliferado con la expansión del regadío. Con ellos se dará de comer no solo a cerdos, sino principalmente a pollos, ovejas y vacas, sean estas últimas para leche o para carne. No solo se compra el maíz de esos lugares por la cercanía y el menor costo del transporte, también existen motivos de calidad. Eso sí, al tratarse de un precio globalizado y sujeto a los vaivenes de la cotización, aunque los proveedores sean cercanos, el precio lo marcan desde fuera.

El negocio redondo de EEUU

«Nosotros compramos ahí porque está limpio de transgénicos y porque hacemos pienso ecológico», explica Gorka Unamuno. Este trabajador de un molino de pienso en Altsasu muestra preocupación por cómo van a afrontar sus clientes la subida, particularmente, por los productores de leche, pues eran un sector concreto de la ganadería que «estaban ya muy apretados» en cuanto a beneficios. Es difícil, sostiene Unamuno, que puedan aguantar mucho más sin cerrar.

El impacto de la guerra de Ucrania en los costes de la carne, de los huevos y de todos los lácteos va más allá que un simple encarecimiento en la etiqueta del supermercado. Si sube el precio, es fácil que el consumo se retraiga y se altere el patrón hacia la adquisición de alimentos más baratos. Esto implica que no solo los costes de producción han aumentado para el ganadero, sino que, además de ello, venderán menos animales.

La otra cara de la moneda la viven los agricultores. En los silos de las cooperativas agrarias de los pueblos cerealistas del sur de Euskal Herria sigue habiendo trigo y cebada, que van sacando al mercado periódicamente y que se están beneficiando de los altísimos precios que marca ahora el mercado globalizado. Ahora bien, si los ganaderos no aguantan, de poco les va a servir tener un año bueno como este. A fin de cuentas, ellos venden cereales porque hay animales que se los comen. Si el consumo cae y los ganaderos tienen que reducir su producción, el año próximo tendrán menos clientes.

La solución que desde el Gobierno español y la propia UE están buscando no es, desde luego, la mejor. Solo parece razonable desde una perspectiva de la pura desesperación: han comenzado a traer el maíz y el trigo de Estados Unidos, Argentina y Brasil. Washington ya ha comunicado que han zarpado los primeros tres buques cargados con maíz, que descargarán en un par de semanas. La decisión supone un giro radical, ya que el Estado español importa el 70% del cereal que necesita de Ucrania y otros países del entorno, incluida la propia Rusia, que proporciona el 6% del trigo. Ahora toca mirar hacia el Atlántico y la situación, por tanto, tiene similitudes con el gas licuado.

Según explica Unamuno, la Unión Europea tenía vetada la llegada de grano desde el otro lado del océano por motivos más que fundados. «A Estados Unidos no se les compraba maíz por las variedades transgénicas que utilizan y que aquí no están aprobadas. En Argentina y Brasil el problema venía de los residuos de pesticidas, que no cumplen la normativa comunitaria. Pero han estado legislando a toda prisa para coger de ahí lo que ahora nos falta».

Los permisos para importar maíz con requisitos rebajados de presencia de pesticidas (Pirimphos Methyl, DDVP, Chlorpyrphos Methyl y Cyhalothrin) se han dado para un periodo de seis meses. Todavía es posible que Ucrania envíe maíz, puesto que la decisión estratégica del Gobierno de Zelenski ha sido incautar trigo, cebada o avena para alimentar a su población. El maíz, les sobra. Mientras tanto, algunos documentos oficiales de la UE han empezado a destacar la necesidad de alcanzar una soberanía alimenataria. Por fin. A ver si es cierto.