Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «La desvida»

Los cuentos sin niños no existen

Una cosa es la teoría y otra la práctica, por lo que suele resultar difícil para la gente docente del cine ponerse a dirigir sus propias películas. El profesor titulado Agustín Rubio Alcover, estudioso de Sidney Lumet o de David Fincher, debuta con una película de género que intenta buscar la máxima significación en los límites con lo autoral. Y lo hace en un prometedor ejercicio narrativo, demostrando que con menos se puede hacer más, siempre y cuando se sepa potenciar imaginativa y técnicamente los recursos de los que se dispone que, en el caso de “La desvida” (2021), eran escasos, por tratarse de una película independiente de bajo presupuesto, que habrá costado poco más del medio millón de euros. El método de ahorro aplicado ha consistido en preparar la planificación del rodaje al detalle, con lo que cada movimiento de cámara estaba calculado de antemano, gracias al control que permite utilizar una única localización con tres únicos personajes; en realidad dos.

“La desvida” (2021) está contada en diez largos planos-secuencias, pensados para crear una coreografía precisa en torno a la pareja en crisis que protagoniza la película. Tábata Cerezo y Julio Perillán responden con talento interpretativo al reto, como si estuvieran dentro de un drama conyugal bergmaniano, al que los elementos sobrenaturales y de miedo terminan convirtiendo en un thriller de suspense psicológico que solamente se revela como tal hacia el final.

«Para una historia contar, siempre hace falta un lugar y una cosa hay que tener que no se puede romper». Esta especie de acertijo mágico es el que propone a sus padres el fantasma de su hijo, que murió, en esa misma casa rural a la que han regresado, cuando iba a cumplir los 10 años. La pérdida del pequeño ha vaciado de sentido sus existencias, debido que la pareja se dedica a la escritura de cuentos infantiles, y sin niños será complicado buscar inspiración.