Jaime IGLESIAS
MADRID
Entrevista
PATRICE LECONTE
CINEASTA

«El no ser moderno es lo que convierte a Maigret en un personaje eterno»

Nacido en París en 1947, en su extensa filmografía destacan títulos como “El marido de la peluquera”, “Ridicule”, “La chica del puente” o “El hombre del tren”. Ahora estrena “Maigret” donde, de la mano de Gerard Depardieu, se aproxima al mítico personaje creado por George Simenon.

A partir de la novela “Maigret y la joven muerta”, Leconte rinde tributo a esos ambientes y a esos personajes que inmortalizó Simenon: un París poblado de perdedores y seres decadentes que se esfuerzan en ocultar su mediocridad en un estéril ejercicio de supervivencia.

Esta no es la primera vez que se adentra en el universo de George Simenon de quien ya adaptó, en 1987, «Monsieur Hire». ¿Qué le inspira de este autor?

Es un escritor al que acudo permanentemente, siempre me ha fascinado su habilidad para penetrar en la profundidad del alma humana, sobre todo en la de la gente corriente. Sus personajes nunca son grandes hombres con una historia formidable detrás, sino seres anodinos de esos con los que te cruzas en la calle, en el metro, en los bares. Ese tipo de personas esconden las mejores historias. A mí, como a Simenon, nunca me han interesado los triunfadores.

 

En el caso de Maigret, ¿a qué atribuye el éxito del personaje? A pesar de que sus novelas estén circunscritas a una época, siguen reeditándose y no dejan de ser adaptadas al cine, a la televisión…

La buena literatura policiaca siempre mantiene sus lectores. Lo que es curioso en el caso de las novelas de Maigret es que en ellas el crimen es solo un pretexto para adentrarse en mundos singulares y para retratar a personajes con perfiles muy interesantes. Yo creo que su éxito radica ahí porque, al final, la investigación policial resulta irrelevante, da un poco igual quién es el asesino. Lo importante es la posibilidad de acceder a unos ambientes, al contexto donde se produce el crimen.

 

Quizá por eso se trata de un personaje que no precisa de ser actualizado para suscitar el interés del espectador actual.

Hubiera hecho un mal servicio a Simenon si hubiera cogido a Maigret y lo hubiera traído a nuestros días. Creo que el hecho de no ser moderno es lo que hace de Maigret un personaje eterno. He intentado hacer un filme donde se manifestara toda la humanidad del personaje pero que, a la vez, resultase atemporal. No me interesaba hacer una recreación de época que condenase a la obsolescencia ni al personaje ni a la historia.

 

Es verdad que en su película hay una recreación muy precisa de ese París de posguerra, gris, languideciente… Pero, más allá del vestuario o las localizaciones, lo que nos transporta a aquella época es el alma de los personajes.

Sí, digamos que a veces los ornamentos pueden llegar a resultar un estorbo o a despistarnos. Cuando rodé “Ridicule”, que estaba ambientada en los ambientes cortesanos del siglo XVIII, me preocupaba mucho que detrás de ese maquillaje y esas pelucas no hubiera verdad. Me acuerdo de que reuní a los actores y les dije, vamos a ensayar vestidos de calle y cuando lo tengamos, entonces os pasáis por vestuario.

 

De todas maneras, si uno repasa su filmografía, la mayoría de sus películas están ambientadas en un pasado indeterminado, en un tiempo casi irreal. ¿El presente no le inspira?

El problema del presente es que pasa de moda muy rápidamente. Yo no me considero un cineasta que ejerza de testigo de su tiempo, prefiero hacer cosas más atemporales porque creo que las películas atemporales aguantan mejor el paso del tiempo. No quiero darte la sensación de ser un nostálgico, de hecho, la frase ‘cualquier tiempo pasado fue mejor’ me resulta un poco cliché aunque… ¿para qué negarlo? Sí, definitivamente el pasado siempre es mejor (risas).

 

Volviendo a Maigret, cuando uno se enfrenta a un personaje tan popular, ¿eso supone una responsabilidad añadida? ¿Le preocupaba decepcionar a los lectores de la serie?

Con esa película lo que he hecho es acometer mi propia lectura del personaje que seguramente será compartida por muchos fans de Maigret y cuestionada por otros. Me da mucha tranquilidad haber hecho descansar el personaje sobre las espaldas de Gerard Depardieu, me parecía una elección obvia para encarnar a Maigret. Cuando John Simenon, hijo de George, vio la película, me dijo: ‘¡qué pena que mi padre no viva para ver a Gerard haciendo de Maigret!’. El personaje ha sido interpretado maravillosamente por actores como Jean Gabin o Bruno Cremer pero Depardieu tiene esa humanidad, esa pesadez y esa manera de habitar los silencios que son las que definen la esencia del personaje.

 

¿Cómo fue el trabajo con Gerard Depardieu?

Fue una colaboración que se basó en la confianza plena. Él aceptó hacer la película antes de tener listo el guion. Me dijo: “Estoy contento de que por fin podamos trabajar juntos”. Luego le mandamos el guion y comentó: “Estaba en lo cierto al fiarme de ti, cuando quieras me pongo el sombrero, el abrigo y comenzamos a rodar”. Esa confianza me vino a demostrar la tremenda intuición que tiene como actor a la hora de encontrar esas conexiones emocionales con los personajes. Por eso me chirría tanto la expresión ‘dirección de actores’. Los intérpretes no son marionetas, los buenos actores, como Depardieu, son personas inteligentes y sensibles.

 

Usted ha trabajado con Philippe Noiret, Jean Rochefort, Belmondo, Delon, Johnny Hallyday... ¿Echa de menos las posibilidades que ofrecían los actores de esa generación?

Tuve la suerte de que todos esos actores, a los que disfruté como espectador cuando iba al cine de joven, continuasen en activo cuando comencé a dirigir películas. Trabajar con ellos fue un sueño y te ofrecía unas garantías tremendas, no solo al rodar, también de cara a lanzar la película. En 2011 rodé un filme, “Voir la mer”, con tres actores jóvenes muy poco conocidos. La película tenía ligereza, vida, era muy luminosa, pero en taquilla fue un fiasco. Y todos esos actores que has citado, aparte de ser muy buenos, eran estrellas que vendían muy bien la película.