Iñaki ZARATIEGI
DONOSTIA
Entrevista
Chucho valdés
Músico

«La música es vitamina; termina uno pero el arte nunca»

El reconocido músico cubano celebra 80 años de vida con activa vitalidad creativa. Tras cuarenta años de trayectorias paralelas, ha recuperado la colaboración con el saxofonista Paquito D’Rivera y proyectan conmemorar el 50º aniversario del grupo Irakere. Actúan hoy en el Baluarte iruindarra y el domingo 3 de julio en Chillida Leku de Hernani.

(Maialen ANDRES FOKU)

Dinámico y simpático parece desde su casa de Miami, Dionisio de Jesús “Chucho” Valdés Rodríguez (Quivicán, Cuba, 1941) antes de su nueva gira europea. En esta ocasión recuperando 40 años después la colaboración con el saxofonista y clarinetista Paquito D’Rivera (Francisco de Jesús Rivera Figueras -La Habana, 1948-) con quien compartió responsabilidades en el grupo de música afrocubana Irakere.

Pianista, compositor, profesor de música, arreglista musical y director de grupo, Chucho es hijo de la profesora de piano y cantante Pilar Rodríguez, y del pianista Ramón “Bebo” Valdés y tocaba ya con habilidad ese instrumento familiar a los tres años de edad. Además de las influencias hogareñas recibió amplia educación musical y desarrolló una rica carrera pianística, de jazz latino (Sabor de Cuba, Orquesta del Teatro, Orquesta Cubana de Música Moderna y por fin Irakere; en estos últimos combos con D’Rivera) o jazz más puro.

En 1963 grabó su primer disco “Chucho Valdés y su combo”, con la presencia de D’Rivera. Desde entonces ha acumulado unos 80 discos propios o en múltiples colaboraciones y recibido seis premios Grammy y cuatro Latin Grammy, más otro a la Excelencia Musical (2018) por toda su trayectoria. El músico prepara una autobiografía que se publicará en octubre.

Nos ha visitado (Bilbo, Getxo, Donostia…), en varias ocasiones. Actuó en 2008 en el Kursaal, en dúo pianístico con su padre en su primera gira conjunta “Juntos para siempre”, y el año pasado recibió el premio Donostiako Jazzaldia. Ahora llega con la nueva formación Chucho Valdés & Paquito D’Rivera Reunion Sextet que estará hoy en el Baluarte de Iruñea y el domingo 3 de julio en Chillida Leku.

Es asiduo de los escenarios vascos. Al recoger el galardón Donostiako Jazzaldia dijo que el premio más grande era haber sido hijo de Bebo Valdés.

Asiduo, asiduo, asiduo a tocar allí. Y asiduo cien por cien a la comida vasca. Y es cierto ciento por ciento que el premio más grande de mi vida fue mi papá.

La influencia paterna parece absoluta, pero, ¿la de su madre, la también música Pilar Rodríguez?

Bueno… Mi mamá era como el policía de Bebo: “oye, chico, que se lo digo a tu padre”. Pero sí, claro que ella fue muy importante para lo que fue mi vida. Los dos.

Trabajó desde muy joven con grandes orquestas hasta destacar definitivamente con Irakere. Pero manteniendo una labor de pianista autónomo.

Cuando Paquito D’Rivera dejó Irakere yo mantuve el grupo hasta que decidí que había llegado a su punto porque tenía que desarrollar a un pianista que llevaba dentro. Porque era director, arreglista… y el pianista estaba más limitado. Quería dar ese cambio y tuve los consejos de muchos amigos como Joe Zawinul, pianista de Weather Report, que desde cuando nos conocimos en 1979 insistía: “muy bonito lo que hacéis, pero tienes que tocar el piano más. Para desarrollar tu arte bien tienes que hacer un trío”. También me lo decían Herbie [Hancock] y Chick [Corea]. Así que en el 98 decidí arrancar mi carrera paralela como solista, sin dejar Irakere.

Ha dicho que D’Rivera era el corazón de Irakere. Ahora presenta la reunión con su colega cuarenta años después.

Casi todas las composiciones, por supuesto, eran mías. Paquito y yo teníamos plena unión en los años de Irakere y compartíamos las labores de dirección. Pero yo dejaba que él dirigiera la banda por la gracia que él tenía como gran director que es. Y por eso digo que de entre todos los músicos él era el corazón. El se separó de Irakere e hizo su maravillosa trayectoria. Hicimos carreras paralelas.

Tito d’Rivera, padre de Paquito, fue un saxofonista amigo de su padre y usted tocó con él, antes de hacerlo con su hijo. Toda una trama familar.
Todo va hilando de atrás para adelante o al revés. Todo tiene una continuidad: los padres, los hijos… y hasta mis nietos. Paquito forma parte de mi vida, es como familia.
El reencuentro dio el año pasado el fruto del disco «I Missed You Too» ¿Lo tocan en la gira? ¿Qué aportan musicalmente?

La gira lleva de todo, lleva la historia, temas muy importantes de la primera etapa, y a partir de ahí es un recorrido a través del tiempo. Hasta los últimos temas que se han compuesto especialmente para ese “Yo también te extrañé”. El año pasado le dije a Paquito que le extrañaba mucho y estamos juntos de nuevo. Ahí hay una historia muy linda. Con Paquito el hilo de la amistad estuvo ahí siempre. Ese vínculo no lo podía romper nada ni nadie. Son lazos indisolubles.

En octubre se publicará su autobiografía «Lo que he vivido», donde dice recordar a las tres personas más importantes de su vida: sus padres y su abuela.

La cosa de los años vividos en mi caso no es lo vivido sino cómo lo he vivido. Tocando el piano. Ayudado por mi padre en su día. Durante toda mi vida he hecho lo que más me gusta. Por supuesto que detrás hay una historia, con grandes problemas y grandes alegrías, como todos los seres humanos. En el libro eso está buenísimo. Mucha lucha, muchísimos desengaños, muchísimos logros. Mis grandes dificultades y problemas en Cuba. Cómo los he podido ir venciendo a través del tiempo. Una vida humana más, pero que tiene que ver sobre todo con la música que está ligada a la historia de mi familia. A mí el libro me gusta.

¿Cuántos discos ha grabado?

Con Irakere más de 20 de todas sus etapas. Como músico autónomo, casi de solo piano unos 20 también. Y con todos los proyectos conjuntos durante tantos años podríamos llegar casi a 80.

¡Un disco por cada año vivido!

Bueno, Tito Puente pasó de 100 y al fallecer tenía setenta y pico de años. Participar en tantas uniones y colaboraciones tan diferentes y tan numerosas ayuda mucho a que la mente se desarrolle en diferentes caminos. Porque ahí no solo hay jazz latino o jazz más puro sino todo tipo de música hasta clásica.

Hablando de clásica, el año pasado presentó su versión de la «La Creación» de Haydn, con The Yoruban Orchestra, reivindicando el legado musical, lingüístico y religioso del más del millón de yorubas trasladados a Cuba como esclavos.

Era un suite de tres movimientos relacionados con mi conocimiento de la música afrocubana desde que era niño y cómo he podido desarrollarlo a partir de la historia del rey yoruba Olodumare, cómo llega a Cuba y se desarrolla. Lo había utilizado en “Misa negra” y otros temas, pero ahora lo llevo en el punto más alto. Me parece que es la obra más importante de mi carrera.

¿Sigue conservando vicios como ser muy «dulcero», a pesar de la diabetes?

Es algo que no he podido vencer, en eso he sido muy débil: si me pones delante un cake de chocolate... Pero yo le digo a mi familia que soy “díabético”, de día. Pero por la noche ya no es de día…

Ya octogenario, ¿dónde reside el secreto de su vitalidad?

La música nos hace seguir adelante. Es la vitamina para seguir activo. Termina uno, pero el arte no termina nunca. Fíjate a qué edad hizo Bebo “Lágrimas negras” con Cigala, que fue el momento más alto de su carrera.

Viene a Chillida Leku, Hernani, el pueblo de su promotor Txelo Larretxea, ya fallecido.

Murió, sí. Txelo fue un gran amigo, una persona que yo he querido muchísimo. Trabajé además con él y precisamente la primera vez que fui a San Sebastián nos llevó él a tocar ahí.