Filippo ROSSI
LA PARADOJA DE LAS MUJERES EN AFGANISTÁN

Las afganas vuelven a la universidad pero salen de los colegios

El 6 de marzo las mujeres volvieron a estudiar en la universidad en Afganistán pero las jóvenes entre 13 y 18 años no pueden hacerlo en algunas provincias. Aunque no todos los derechos de las mujeres desaparecieron tras la vuelta de los talibanes, han perdido mucho poder en la sociedad.

Marzia imparte clases a chicas adolescentes en una escuela clandestina en Kabul.
Marzia imparte clases a chicas adolescentes en una escuela clandestina en Kabul. (Filippo ROSSI)

Es lunes por la mañana. Frente a la puerta sur de la Universidad de Kabul, grupos de chicas emergen de los muros del enorme parque universitario. Todas llevan el Abaya, un vestido largo y negro con un velo en la cabeza. Debajo, ropa normal y tacones. Pero nada de fundas adicionales (el burka no es obligatorio). Algunas se ríen, otras bromean. Los talibanes observan en silencio sin siquiera mirarlas. Parece algo mutuo. Pero detrás de las túnicas negras yace la tristeza del cambio.

A partir del 6 de marzo, las 32 universidades públicas de Afganistán reabrieron sus puertas tras unos siete meses de inactividad debido principalmente al cambio de régimen que asoló el país hace un año. Incluso en la Universidad de Kabul, 8.000 chicas y 12.000 chicos han reanudado sus cursos. Entre ellos también Marzia, estudiante de farmacia: «Estaba incrédula cuando reabrieron la universidad, no me lo esperaba. Pero nada es igual que antes. El negro representa el sufrimiento. Los profesores no nos consideran como antes. La noche antes de reanudar mis estudios, me preguntaba qué haría a continuación si no podía trabajar. Los talibanes destrozaron nuestros sueños».

Las cosas han cambiado. Si antes iban todos juntos a los cursos, hoy todo va por separado. «Al principio intentamos separar las horas, pero luego nos dimos cuenta de que era un problema -explica el nuevo rector de la universidad Osama Aziz-, así que optamos por dividir los días. Tres días para las chicas, es decir, lunes, miércoles y sábados y el resto para los chicos. Estamos tratando de ampliar los espacios para poder recibir a todos sin estos límites», comenta.

El doctor Aziz es un hombre de mente abierta. Doctor en Derecho Islámico en la Universidad Islámica Internacional en Islamabad, se convirtió en rector hace unos meses. «Nosotros no estamos en contra de la educación -dice-. Hemos tenido muchos problemas con la falta de maestros, con los fondos del Gobierno y con la organización de turnos. Pero ahora estamos reclutando personal, incluidas mujeres, para compensar la falta y muchas niñas participan en el concurso para convertirse en profesoras». Pero Marzia no lo cree así y dice que los talibanes están adoptando una táctica tortuosa para evitar que las niñas vayan a la escuela.

CORTE EN SECUNDARIA

Si las niñas, al igual que los niños, tienen que participar en una prueba para ingresar a la universidad después de la Secundaria, surge la pregunta: «Si ninguna niña puede continuar la escuela Secundaria, el próximo año ¿quién competirá para ingresar a la universidad? Es una estrategia dirigida a eliminar el problema por completo».

Este es el problema. Aunque las universidades públicas también han reabierto sus puertas para las mujeres (las privadas también abrieron en agosto del año pasado) y las niñas de entre 7 y 12 años (1º a 6º grado) pueden continuar sus estudios con normalidad, no es el caso de las adolescentes. Las chicas ntre 13 y 18 años (grado 7º a 12º) son las grandes perdedoras de las restricciones talibanas. «No podemos decir que las adolescentes no van a la escuela -opina Aziz-. En algunas provincias han vuelto a la escuela, como en Zabul, una provincia retrógrada, o en el norte del país. Esto se debe a que las instituciones locales han logrado organizarse respetando los valores culturales y religiosos. Los afganos ponen esto primero. Incluso la educación -continúa Aziz-. Estoy seguro de que tan pronto como las condiciones sean favorables, todo se reabrirá».

Sin embargo, las profesoras también han regresado a la universidad, indispensable para enseñar a las chicas. Mahmouda Taqwa, profesora de literatura pashtun: «Cuando reabrieron no me convenció ir enseguida. Cuando decidí regresar, aparecí vestida como antes. Pensé que no me dejarían entrar, pero al final no me dijeron nada. Es ridículo que los talibanes se detengan en cómo deben vestirse las chicas o en cómo separar las clases cuando los problemas del país son mucho más grandes».

También admite que hay discriminación: «Creo que lo están haciendo a propósito para dejar de lado a las mujeres y no permitir que se eduquen. Se las arreglan, colocando a sus hombres en todas partes, para manipular la situación. Sin embargo, si tengo que ser sincera, veo que han demostrado un mínimo de flexibilidad, como dejarte elegir el color del hiyab. En las dificultades, me da esperanza».

ESCUELAS CLANDESTINAS

Pero Marzia, junto a su hermana Zahra, licenciada en Ingeniería y ahora desempleada, no quería perder el tiempo. Como en muchos otros distritos de Kabul, han abierto una escuela clandestina para niñas que hoy no pueden estudiar.

En el popular distrito de Dasht-e-Barchi, Marzia se desliza por los pequeños callejones hacia una puerta marrón. En el interior, un pequeño apartamento húmedo y cálido. Las ventanas están cerradas. Cualquiera puede entrar. Decenas de chicas entran y salen en silencio. En una habitación pequeña, hay una pizarra pegada a la pared. Marzia da una lección de inglés a unas jovencitas que parecen divertirse y distraerse por un momento de sus problemas. Marzia es muy alegre, intenta animarlas, pero advierte: «Si los talibanes nos encuentran, nos cerrarán».

Como la de Marzia, se han abierto silenciosamente cientos de escuelas informales. Es poco probable que los talibanes no se dieran cuenta. Según algunas fuentes, en algunos casos habría algún tipo de acuerdo tácito. Según otros informes, algunas de estas ya han sido cerradas.

«Tan pronto como suena la hora, cerramos la puerta. Quién está allí bien, las demás se quedan fuera. Hemos quitado todo tipo de carteles», dice Zahra, mientras revisa los deberes de las chicas sentadas mientras repasan las materias.

La escuela siempre está abierta. Con 3.000 afghanis (unos 35 euros), pagan alquiler, electricidad y gas. «Tenemos tres horas de clases y las niñas tienen que estudiar tres libros en casa. Aquí solo necesitamos libros, maestras y chicas motivadas», responde Marzia.

«Los talibanes no han cambiado y no creo que quieran reabrir las escuelas. Pero, aunque intenten detenernos, educaremos a las niñas para que aprueben el concurso universitario y sigan estudiando. Somos fuertes y no podrán detenernos».

La escuela de Marzia y Zahra nació ya durante la pandemia, en el salón de su casa. «Muchas chicas antes no podían estudiar por motivos económicos. Y entonces ya estábamos lidiando con ellos. Ahora, con mayor razón, necesitamos hacer más».

LAS MUJERES PIERDEN ESPACIOS

Es esto, junto con la falta de mujeres en la economía y en el mundo del trabajo, lo que está creando muchos problemas a los talibanes en términos de relaciones internacionales. Quizás una de las fricciones más difíciles de resolver entre quienes imponen su dictado desde hace años, Occidente -casi chantajeando al Gobierno talibán y a los afganos a cambio de flexibilización de las sanciones- y quienes quieren defender sus valores culturales.

Las mujeres ocupan un lugar marginal en la sociedad afgana. Sin embargo, desde que regresaron los talibanes, han perdido el poco poder que habían adquirido. Muchas mujeres han perdido sus trabajos, permaneciendo en algunos sectores específicos (aeropuertos, algunos ministerios, hospitales, bancos, hoteles...).

A veces, algunos ministerios les han dicho que presenten a un miembro masculino en su lugar o que trabajen en smart working (teletrabajo). O, aún más difícil de aceptar, recibir el salario sin trabajar por cuenta propia.

En Kabul, el único lugar real de Afganistán donde las ideas externas empezaban a impregnar una parte de la sociedad, este cambio ha sufrido mucho. Sin embargo, fuera de las ciudades, en el mundo rural, nada ha cambiado realmente desde hace 50 años.

Todo esto, sin embargo, encierra una gran contradicción de fondo, sobre todo después de la apertura de las universidades públicas también a las chicas, que ha dado cierta esperanza, y la apertura de colegios secundarios en algunas provincias En algunos ministerios, las mujeres han regresado a sus puestos. En resumen, no todo está para tirarlo. Sin embargo, hay un quid fundamental de entender, en la estructura jerárquica de los talibanes, que explicaría qué sucede realmente y por qué se ha creado tal situación.

Según el director de una prestigiosa universidad privada en Kabul, «Amir Al-Mu’uminin (jefe/emir de los creyentes) Hibatullah Akhunzada, líder supremo del Gobierno ahora con sede en Kandahar (cuna del poder), decide a través de un consejo de shuyukh (plural de sheikh) , líderes religiosos. En este consejo hay personalidades muy conservadoras que tienen mucha influencia sobre él. Y nadie se atreve a tocarlos. Entonces aconsejan sobre qué imponer a través de su visión intolerante, que no corresponde con la Sharia. Y si la Sharia apoya la educación de las mujeres, significa que es un problema cultural. Piensan que las adolescentes son fáciles de manipular y que perderían sus valores si se exponen al mundo exterior».

El caos, según el director, surgiría precisamente de aquí: «Algunas provincias siguen la Sharia antes que al Amir Al-Mu’uminin y el consejo, como la de Zabul. Por eso han abierto las escuelas. Y Akhunzada entendió esto al decir que sus órdenes deben seguirse junto con las de la Sharia. Lo que nos hace entender el juego de poder».

Lo que dice el director de la universidad también está confirmado por una fuente dentro del Gobierno: «Estos líderes son un desastre para el movimiento talibán, que junto a mí -y puedo jurarlo- no queremos esto. Akhunzada, sin embargo, siempre parece estar inclinado a ponerse del lado de estos cuatro líderes, quienes tienen posiciones muy importantes. Si logramos eliminarlos, entonces se elimina el problema!».