Sergio IGLESIAS
BILBO
Entrevista
Laura Sam y Juan Escribano
Músicos

«En la música nunca se debe perder el inconformismo»

Cuando los caminos de esta murciana y este bilbaino se juntaron, inmediatamente se dieron cuenta de que, de ahí, podían salir cosas muy interesantes. Así que, se pusieron a ello y, tras varios singles de adelanto, ahora publican “La voz en contra”.

(OSKAR MATXIN EDESA FOKU)
Cuéntennos, para comenzar, cómo deciden poner en marcha este proyecto.
Laura Sam: Encontrarnos fue un golpe de azar. Yo llevaba tiempo en la poesía oral, el spoken word, y ya tenía ganas de hacer algo con música, así que lo puse en Instagram deseando que, por fin, las redes sociales sirvieran para algo útil (risas). Juan me contestó, y así empezó todo.
Juan Escribano: Yo la conocía de verla en algún recital de spoken word en Bilbao y siempre había pensado que molaría hacer algo musical con ello, pero nunca le había dicho nada, así que, cuando ella puso en Istagram aquel mensaje, decidí ponerme en contacto para plantearle empezar a trabajar con ella.
¿Y cómo se fue desarrollando el proceso de creación, viniendo de lugares musicales tan diferentes?
L.S.: Juan y yo nos conocimos a través de las redes. El proceso se inició de una forma “digital”, hasta que, semanas más tarde, nos conocimos en persona. Cada uno tiene sus metodologías y sus propias inspiraciones, pero básicamente, empezamos compartiendo referencias, intereses… Juan pensaba y producía la música y yo intentaba darle otra vida con mis letras, porque, aunque tenía la influencia del rap en mi forma de recitar, tampoco quería cerrarme únicamente a eso.
¿A la hora de crear tienen claro que, a pesar de que la mayoría de la gente, tal vez se fije más en las letras, la música tiene que ser igual de importante?
J.E.: La palabra siempre ha sido una parte central y protagonista de este proyecto, pero la música no está tampoco en un segundo plano ni funciona como un colchón.
L.S.: Ambas disciplinas son vitales para el desarrollo de este proyecto en concreto y, por mucha importancia que le demos a la palabra, no desmerecemos la labor musical que hay detrás.
La producción ha corrido a cargo de Jon Agirrezabalaga. ¿Tenían claro desde el principio que él tenía que ser el elegido? ¿Qué aportó a la grabación?
L.S.: Nuestro proceso fue muy natural y con pocas pretensiones, no teníamos un “elegido”, tal cual, pero por cercanía, relación, y profesionalidad, Jon fue la persona idónea en ese momento.
J.E.: Yo le conocía de WAS y sabía que Jon, además de ser un gran músico, es un productor y una persona con mucha sensibilidad para la música, y ha sabido dar a cada composición un golpe mágico. Sin él los temas no serían los mismos.
¿Cómo se lleva esta propuesta tan peculiar al directo, por ejemplo, en un festival? ¿Estamos preparados y preparadas para esta música, o todavía tenemos que hacernos a ello?
L.S.: Quizá relacionamos los festivales con un oasis de disloque y fiesta, que está muy guay, pero creo que también hay un público que está interesado en profundizar en las canciones. Hasta la fecha, podemos decir que hemos tenido una acogida increíble, sobre todo en conciertos donde hemos estado de teloneros con Nacho Vegas, donde a priori, piensas que no es tu público… pero el feedback ha sido increíble, porque Nacho se porta muy bien con nosotras; no es normal que un artista cabeza trate así a los teloneros, es una persona increíble que sabe conjugar perfectamente su faceta artística con su faceta personal y con una conciencia increíble. Por eso dan ganas de tocar con él todos los días. De hecho, ponlo tal cual: ¡Te queremos Nacho! (risas).
En cuanto a las letras, en «Algoritmo» hay una crítica a las nuevas tecnologías. ¿Creen que somos conscientes de todo lo que va a causar esta dependencia absoluta que tenemos a todo esto?
L.S.: Somos conscientes y estamos cómodos en esa conciencia. Nos regocijamos en nuestra propia ignorancia. Lo sabemos, nos da igual. Estamos ya muy dentro como para escapar. Las redes son peligrosas porque, en apariencia, todo lo que nos quitan también nos lo dan. Las palabras nos hacen reaccionar, es todo lo que podemos aportar con nuestro proyecto, la provocación de una reacción, pero de ahí a cambiar el mundo… lo tenemos jodido. Me viene a la cabeza una frase que le escuché el otro día a Margaritte Duras, algo así como “todo está perdido, pero estoy tranquila”.
Esta crítica, se amplía en «Bunker», donde también hay una mirada algo pesimista a la generación de jóvenes de hoy en día. ¿Piensan que, no obstante, hay algún atisbo de esperanza y que, en algún momento, podría haber un conato de revolución?
L.S.: Creo que con la respuesta anterior te respondo. De todas formas… ¿Qué es la esperanza? La esperanza es enemiga de lo fácil. Y lo fácil está a la orden del día. Volvemos a la comodidad y al individualismo. Las palabras, la música, nos unen, pero me da la sensación de que es un espejismo y que, lejos de eso, la humanidad se desvanece, que LA REALIDAD en mayúsculas es que todo el mundo está demasiado ocupado intentando sobrevivir y sacar su vida adelante.

De todas formas, “Bunker”, más que una crítica, es visibilizar una generación que creo que fue la última a la que nos ofrecieron una esperanza que ahora, directamente, ya ni existe. Nos decían cómo teníamos que hacer las cosas para tener una vida “perfecta”, ¿pero realmente es lo que queríamos? ¿tener un trabajo, casarte, tener una familia?... a lo mejor, por ahí ya se empezaban a ver las costuras a este sistema que, igual, era una puta mierda… el problema es que no sabes a dónde agarrarte y eso provoca que seamos una sociedad tan individualista y que no veamos más allá, y así es muy jodido sobrevivir y, mucho más, revolucionarse. Me da la sensación de que lo único que arderá serán las redes, que están ahí para hacernos sentir que somos comunidad y para que parezca que luchamos por algo. Pero a mí, esto de quejarme por redes… a veces lo hago, pero me pone de los nervios, hay que cambiar las cosas en lo real, no en lo virtual.

¿Se sienten en la obligación de decir «algo» en sus temas, huyendo de las «canciones vacías»?
L.S.: En mi caso, es algo que me sale de manera natural, porque siempre he tenido un espíritu muy inconformista. Como artista, creo que la denuncia social es un compromiso vital. Con esto no quiere decir que todo esté vinculado a la crítica, pero una buena parte sí. La sensación de que las canciones con las que la gente vibra están vacías de contenido nos persigue, pero oye… cada una es libre de escuchar lo que quiera. Es un problema de raíz y más complicado que eso. Si habláramos nos quedaríamos en la superficie. Para bien o para mal, las canciones vacías también mueven el mundo.

Al final, la industria musical también está dentro del sistema y si ves que triunfas con una canción que dice “nena, ¡cómo mueves el culo!”, ¿cómo vas a hablar luego de lo caro que está la luz?... pues no lo hacen, y a mí eso me duele, porque tienes un altavoz y una visibilidad única y cero compromiso social, pues tu música me la puedo escuchar un rato tomando una caña, pero nada más.

J.E.: En ese sentido, desde que yo veía a Laura haciendo spoken word, siempre iba un paso más allá y a mí me transmitía cosas diferentes. Creo que es fundamental decirle al mundo, por lo menos, que te has dado cuenta de que esto está mal, aunque seas un pringado y no veas cómo cambiarlo… como músicos, no podemos perder nunca el inconformismo.
Para terminar, me gustaría que me hablaran de los homenajes a sus respectivas tierras en «La voz de los poetas» y «Agurra».
L.S.: Era importante que estas dos caras estuvieran en el disco, por una parte “Agurra”, una canción ritual vinculada al norte, tanto por sonidos como por letra, ya que en directo hay una parte en euskara, y por otra, “La voz de los poetas”, una suerte de lamento levantino, una crítica social y, al mismo tiempo, un homenaje al pueblo murciano, a través de un acento marcado que se reivindica en el tema. Estamos contentos de que ambos temas convivan, y además, en los directos funcionan muy bien juntos, ese quiebre en el lenguaje hace que el público se desconcierte un poco. También es una forma de unir cosas que, en apariencia, están muy lejos.