Ramón SOLA

SUFRIMIENTOS QUE TIRAN DEL CARRO DE LAS INSTITUCIONES

Aunque algunas sean habituales en estos foros, todas las víctimas reunidas ayer por Sare en Bilbo remarcaron el dolor e incluso el cansancio que siempre acarrea salir del silencio. Lo hacen para remarcar la dureza de lo ocurrido, pero también la opción de sanar y la necesidad de avanzar. E interpelan a las instituciones, con el ejemplo y con la palabra.

Rosa Lluch intervino por videoconferencia y Rosa Rodero, Irantzu Benito, Mari Nieves Díaz y Tamara Muruetagoiena estuvieron en Bilbo. Cinco mujeres, nada casual.
Rosa Lluch intervino por videoconferencia y Rosa Rodero, Irantzu Benito, Mari Nieves Díaz y Tamara Muruetagoiena estuvieron en Bilbo. Cinco mujeres, nada casual. (Monika DEL VALLE | FOKU)

Antes de la movilización, Sare puso el foco sobre la otra gran consecuencia pendiente del conflicto: las víctimas. Nunca es cómodo escuchar lo que han padecido, ni tampoco para ellas verbalizarlo. Pero el esfuerzo no es vano: los testimonios cruzados ayer volvieron a mostrar que paradójicamente quienes más han sufrido van por delante de quienes no lo han hecho (las instituciones, con quienes fueron muy críticos) a la hora de allanar caminos a la convivencia.

El acto reunió a dos víctimas de ETA, Rosa Rodero y Rosa Lluch (esta desde Catalunya por videoconferencia); Mari Nieves Díaz e Irantzu Benito, ambas víctimas de la política carcelaria y Díaz, además de las torturas aplicadas a su hija, Iratxe Sorzabal; y Tamara Muruetagoiena, huérfana de padre por la tortura. Cinco mujeres, por cierto, algo nada casual y sí aleccionador.

Díaz y Benito eran voces nuevas en un formato de diálogo público en que Lluch, Muruetagoiena o Rodero son más habituales. Lo que no quiere decir que les resulte indoloro: la hija de Ernest Luch reconoció que «es un poco cansado tener que volver a pensar y a hablar de esto, pero tenemos que hacerlo porque debemos hacer ver que es muy duro lo que ha pasado y tenemos que construir puentes. Somos víctimas de un dolor que nos ha producido alguien queriendo; siempre hay alguien que ha tomado esa decisión. También con la dispersión, aunque luego pueda estar la casualidad de un accidente».

Rodero, viuda del sargento de la Ertzaintza Joseba Goikoetxea, evocó cómo en los 90 ya hubo un diálogo incipiente entre víctimas, «prácticamente a escondidas. Pero conseguimos hacerlo. Y ahí fuimos viendo que podíamos estar juntas, hablar y darnos cuenta de nuestros sentimientos».

Cómo se rompe ese silencio fue uno de los temas claves de esta sesión. Mari Nieves Díaz impactó a la audiencia cuando resumió así ese nudo a veces imposible de soltar: «¿Cómo le iba a preguntar yo a mi hija cómo la violaron? ¡Por favor!».

Un silencio total envolvió su relato sobre cómo vivió la detención de Iratxe Sorzabal: «Una madre, desde que tiene a su hijo aquí dentro, no puede soltarlo ya. Siempre estás pensando ‘que no le pase nada; no te subas ahí, que te vas a caer’. Y en aquel momento no pude hacer nada por ella. Sabía que la iban a torturar, que la iban a violar… lo sabía porque me habían llamado por teléfono y me lo habían dicho».

En el caso de Tamara Muruetagoiena, hubo un tiempo en que militaba en movimientos por el diálogo y la paz en Euskal Herria, pero tenía el caso de su padre «aparcado, porque no le veía solución». «Con el tiempo las cosas han cambiado porque he visto que el caso de mi aita tenía mucho apoyo social y porque empezó a haber datos oficiales; la investigación de Paco Etxeberria fue fundamental para mí. Ahí ví que podía haber alguna puerta abierta, me animé y ahora sí estoy muy involucrada con el caso. Y es que yo era una menor de edad, tenía un padre al que detuvieron y que murió a los tres días; necesito una explicación y necesito una reparación», dijo con énfasis. «A mí el silencio no me ha servido de nada, solo me ha hecho daño», ha apostillado.

Irantzu Benito ha necesitado tiempo para narrar en público aquel accidente de 2001 que se llevó la vida de Asier Hériz e Iñaki Sáez, los amigos con quienes viajaba a prisión. Entre otras cosas, porque padeció secuelas físicas y síquicas muy importantes: «Sufrí una fractura en la base del cráneo, me dijeron que aquello habitualmente lo analizaban más los forenses que los médicos. Y todos mis proyectos desaparecieron. Estábamos llegando a Ávila y me tocó», resumió lacónicamente, remarcando que muchas personas han sufrido este trauma.

En la superación de ese silencio, el ejemplo de Díaz sonó muy fuerte: «No soy escritora ni tengo estudios, pero me dediqué a escribir a muchísimas personas, lo hice cuando torturaron a mi hija y lo he hecho ahora que ha sido el juicio. Esas personas sabían lo que pasaba, pero yo quería que lo supieran de primera mano. Y fue un consuelo expresarlo, el consuelo del pataleo».

Lo que falta

Tras contar su dolor y reflejar su capacidad de empatía, ¿qué reclaman estas personas? ¿Y qué están dispuestas a aceptar? Las dos víctimas de ETA no eludieron la cuestión de los presos, sino al contrario. Rodero señaló que «yo no pido que los dejen en libertad, pero sí que se cumpla la ley. Diez años después hay cosas que ya son lógicas. Estas personas tienen hoy formas de vivir y de pensar totalmente distintas».

Para Lluch, «no podemos olvidar que hubo gente que cometió violencias durante mucho tiempo y tampoco podemos olvidar que eso se ha acabado; es obsceno jugar con la idea de que ETA existe».

Benito incidió en la falta de reconocimiento: «Yo no fui a Ávila a pasar el fin de semana, fui porque estaba obligada a ir hasta allí para visitar a mi amigo», apuntó, para denunciar que, sin embargo, «no he percibido un reconocimiento como víctima. Sí por parte de algunos ayuntamientos, pero nada más. Es como no existir».

También lo hizo Muruetagoiena, con un mensaje muy rotundo y directo a las instituciones, criticadas con contundencia en casi todas las intervenciones: «Soy muy fan de la sociedad de Euskal Herria, va muy por delante de sus responsables institucionales. La madurez de la sociedad vasca es increíble. Quiere una mejor convivencia y quiere respeto a los derechos humanos».

«Todos aquí tenéis un papel -prosiguió, señalando a los representantes institucionales-; por favor, tenéis que cambiar las leyes, tiene que haber una justicia y una verdad con nosotros. Desgraciadamente, aquí no están todas las fuerzas políticas, y da mucha pena. Aski da, mesedez!».

Y mientras se siguen desbrozando caminos, de nuevo una frase tajante de Mari Nieves Díaz como resumen de la aportación de estas personas: «Yo no tengo odio, porque sé que el odio te mata. Me moriré el día que me toque, pero no será por odio».