Raimundo FITERO
DE REOJO

Los trámites y la vida

Nadie puede asegurar que un expediente administrativo, curricular, judicial o de adscripción a un club deportivo acabe bien. Lo más habitual es que acabe fatal. Especialmente desde que muchos de estos trámites se realizan de manera obligatoria vía digital, que es la nueva manera de discriminación. La burocracia digitalizada es una doble condena para el usuario ocasional. No hay posibilidad de ayuda real, un paso en falso es un camino a un abismo donde nadie te va a socorrer hasta que no seas una piltrafa, un desecho administrativo. Una voz humana, aunque sea de mala gana, abriría una probabilidad, aunque sea remota, de reconversión del drama en un paso más hacia la resolución de un problema, normalmente creado por la propia administración.

La convicción que impregnó de ilusiones toda la nueva idea de una gestión de fácil acceso, en la que el uso de programas y medios digitalizados iban a contribuir a nuestra felicidad, ha sido desbordada por una obtusa realidad en donde lo único que ha crecido ha sido la dependencia de individuos, pequeñas empresas y asociaciones de unos colectivos de asesores varios y diferentes castas de informáticos disfrazados en una nomenclatura que nos coloca al borde de la incomprensión lectora. La acumulación de trámites que hacen difícil la vida se concreta en la cantidad de claves cifradas que se necesitan para respirar dentro del sistema de comunicación más cotidiano. Cada vez que te piden la contraseña se soliviantan todos los marcadores vitales más primarios. Conclusión: ellos lo saben todo de todos. Nosotros, nada.