Raimundo FITERO
DE REOJO

Erotismo mercantilizado

Los tratados básicos aseguran que no es extraño tener sensaciones erógenas al ver los maniquíes de los escaparates de las tiendas de abrigos, gafas y, especialmente, ropa de cama y lencería. Y si como sucede alguna vez, se dejan estos artilugios desnudos, aunque sea arrinconados, la cabeza de algunas personas vuela y su vida interna se excita. Está aceptada la vida de personas solitarias con muñecas de goma, por lo tanto, a nadie puede extrañar que algunos individuos de nuestra comunidad se queden embelesados mirado vitrinas de marca de ropa íntima.

Lo que añade el talibán en Afganistán al tapar la cara de los maniquíes más decentes forma parte de los filias que me cuesta reconocer. La cara de los maniquíes como motivo para la ensoñación erótica se me escapa, aunque está demostrado la existencia de maniquíes a las que les han hecho culos especiales para lucir ciertas prendas y existen lugares en el mundo donde este tipo de cuerpos son los habituales en las vitrinas y en la calle. En cualquier caso y perdonen mil veces, estoy reflejando el atraso que en tantas cuestiones mantenemos al usar un supuesto erotismo mercantilizado para el mercado y que, todavía, sea con cuerpos reales o disimulados de mujeres los que se utilizan de una manera más habitual y cotidiana de manera grosera.

Una línea aérea estuvo haciendo pruebas para auxiliar de vuelo, y obligaba quedarse en paños menores a las candidatas por si tenían tatuajes. Esto roza el abuso y es un síntoma evidente de que todavía hay muchísimos pasos a dar hasta alcanzar una igualdad auténtica, no nominal o ficticia.