EDITORIALA

La larga sombra de la censura tras Franco

El grupo de investigación Memoria Historikoa Literatura Iberiarretan (MHLI) de la UPV-EHU presentó ayer un trabajo sobre la censura de los libros en euskara tras la muerte de Franco, hasta 1983. Los autores han analizado 545 expedientes y entre las principales conclusiones destaca, en primer lugar, la obsesión y la fobia de los censores hacia el «separatismo». En ese sentido, se mostraron especialmente beligerantes con la literatura infantil y juvenil para prevenir que las ideas independentistas prendieran entre los más jóvenes. El estudio deja, asimismo, ejemplos del sinsentido que encierra la censura como el estéril debate que llevó a que rechazaran un término como «eusko» y ordenaran a los escritores que utilizaran «euskal».

La censura proporciona multitud de casos que ahora pueden arrancar una sonrisa pero que de ningún modo deberían ocultar el terrible daño que causó. El reverso que esconden esas discusiones bizantinas es «el cese, el vacío», como lo definió una de las investigadoras, Mari Jose Olaziregi. Y es que la censura busca mutilar el cuerpo social, extirpar la parte que considera mala de la sociedad y para ello, además de la represión policial, la tortura, el encarcelamiento o las ejecuciones sumarísimas de disidentes, tiene que borrar todas sus manifestaciones, sean las que sean, tanto en la vida cotidiana como en las expresiones artísticas. En ese intento por homogeneizar a la sociedad, la censura muestra que lo que les resulta indeseable, lo que realmente provoca pánico a los censores, son las ideas, aunque sean tan legítimas y democráticas como defender la independencia de un país.

El estudio también deja patente la continuidad de una práctica que se prolongó mucho más allá de la muerte del dictador; de hecho, siguió funcionando incluso tras la aprobación de la Constitución. Esta persistencia vuelve a certificar que la modélica transición no es más que un embeleco para esconder que el Estado profundo que mandaba con Franco siguió en el poder después de su muerte. La censura directa de los libros en euskara solo terminó cuando ya no resultó compatible con la imagen que el nuevo régimen quería proyectar.