EDITORIALA

Aitor Esteban y Enrique Santiago no deberían rasgarse tanto las vestiduras

La polémica por la fallida reforma de la Ley Mordaza ha renovado trifulcas clásicas. Aunque se haga el indignado, el PNV no quería meter mano en profundidad a la cuestión policial por una simple razón: su Policía, la Ertzaintza, ha hecho un uso intensivo de la Ley Mordaza (16 sanciones al día, 45.000 en un año). Y eso a pesar de que en el Parlamento de Gasteiz votó para que no se aplicase.

En la agenda del lobby policial vasco había dos elementos: uno simbólico, las pelotas de goma (lo cual, teniendo en cuenta su historial y en especial el caso de Iñigo Cabacas, demuestra una crueldad indecente); y otro práctico, que se resume en la primacía de la autonomía policial (la falta de concreción sobre lo que es punible abona la arbitrariedad).

El PNV no quería derogar la Ley Mordaza, pero sabe que en manos de algunos es peligrosa. Viven con preocupación la deriva retrógrada y españolista de las nuevas hornadas de policías, cuyas referencias no son la Policía democrática de ELA sino las FSE de Jusapol. Aun así, desde la Administración vasca siguen maniobrando para que no decaiga el sectarismo.

Igual que el PNV se debe a su idea de orden y a sus policías, EH Bildu se debe a quienes esos policías sacaron ojos o dejaron tullidos. En parte, cada cual ha cumplido su mandato y todos lo entienden así.

El ojito derecho de la izquierda española

No obstante, desde el punto de vista de la comunicación política, no parece que esta fuese la trinchera más inteligente. En Euskal Herria, el término «pelotas de goma» activa en gran parte de la población una respuesta automática: Iñigo Cabacas. De todos modos, el PNV sabe que sus votantes tradicionales miran para otro lado en temas como el caso Cabacas.

Hablar de pelotas de goma ha posibilitado no hablar de entregas en caliente de migrantes. Nadie que no sea o de ultraderecha o del PSOE puede justificar esa barbaridad. Lo cierto es que PNV y Unidas Podemos pretendían pasar una reforma legal que seguía permitiendo las entregas en caliente, con las consecuencias trágicas que todo el mundo ha visto. Es feo pedir asilo para el Aita Mari por la mañana y justificar que machaquen a los migrantes a la tarde.

Enrique Santiago, el representante de Unidas Podemos y del PCE, intentaba descargar su responsabilidad sobre EH Bildu y ERC. Pero se supone que ellos apoyan la prohibición de las pelotas de goma y el fin de las entregas en caliente. Si es así, lo que tiene que explicar es por qué ha roto sus promesas y no ha cumplido lo pactado. Que le lea la cartilla a PSOE y PNV, si quiere. Además, hacen el ridículo explicando a la sociedad vasca lo dura que es la represión.

La quietud inducida favorece al «statu quo»

En clave electoral, el discurso de que los únicos votos vascos determinantes en Madrid eran los del PNV ha caducado. El siguiente paso suele ser acusar a los representantes del soberanismo de izquierda de «maximalistas» o de falta de realismo político. Sin embargo, al día siguiente, EH Bildu lograba un acuerdo con el PSOE para mejorar las pensiones más bajas y de viudedad. Luego suele venir el menosprecio a lo logrado, pero resulta un tanto patético.

En cierta medida, ahora estas disputas parlamentarias refuerzan a EH Bildu. Paradójicamente, vía Madrid, apuntalan la hegemonía de las fuerzas abertzales en Euskal Herria, pero no dejan de fomentar un empate sostenido, tal y como muestran las encuestas. Este se decanta de la mano del PSOE. En el PNV pueden creer que ese inmovilismo favorece sus posturas conservadoras, pero a la larga la quietud siempre beneficia al unionismo y le pasa factura al país.

Lo único bueno de reproducir viejas cuitas es que se sabe como derivaron las previas y, si se hace el esfuerzo, se pueden buscar escenarios alternativos.