David MESEGUER
20 AÑOS DE LA INVASIÓN ESTADOUNIDENSE DE IRAK

«Hay que echar al liderazgo religioso-tribal para avanzar»

El XX aniversario de la invasión de EEUU llega en un momento de estabilidad política y descenso de la violencia, pero los jóvenes bagdadíes exigen cambios estructurales profundos. «Solo si echamos a los líderes religiosos y tribales, Irak dará un salto adelante».

Lujain al Habi,  a la izquierda, disfruta de las vistas al Tigris junto a su hermana y cuñado.
Lujain al Habi, a la izquierda, disfruta de las vistas al Tigris junto a su hermana y cuñado. (D. M.)

Entre las altísimas paredes de mármol de una gran estancia presidida por dos majestuosas lámparas, las carcajadas de seis chicos que fuman cerca de un enorme ventanal resuenan con fuerza. «Hace unos años, nuestra presencia en este sitio hubiera sido inimaginable. Estaríamos todos detenidos», explica Abbas, un joven bagdadí de 30 años ataviado con americana y camisa, mientras sus compañeros de trabajo asienten con la cabeza.

Los jóvenes, trabajadores de un macrocomplejo de ocio conocido como “Las mil y una noches”, el nombre de uno de sus restaurantes, están haciendo una pausa mientras distribuyen el nuevo mobiliario que adornará la sala de una de las villas residenciales de Sadam Husein en la capital ahora reconvertida en salón de bodas.

«Después de años de violencia e inestabilidad, la situación actual es bastante buena. Pero solo si echamos a los líderes religiosos y tribales Irak dará un salto adelante», comenta otro chico de 23 años con igual nombre, Abbas.

Ubicado en Adamiya, barrio de mayoría suní del norte de la ciudad en el margen oriental del Tigris, la antigua residencia presidencial de Al Sujud -llamada así en honor a la esposa del dictador iraquí- se ha ido transformando en un centro comercial desde finales de 2022 que alberga ya más de veinte restaurantes y decenas de tiendas. «Antes, este sitio sólo podía disfrutarlo una familia y ahora un viernes por la noche pueden reunirse hasta 12.000 personas», señala Saif al Shama, un empresario de 37 años al que sus viajes a Barcelona han servido de inspiración para diseñar el complejo.

Saif explica que hasta hace poco solo los edificios gubernamentales podían disfrutar del acceso al río. «No nos faltan clientes. Los nostálgicos de la época de Sadam vienen para rememorar viejos tiempos y los jóvenes lo hacen atraídos por la gran oferta de ocio», subraya.

Acompañada por su hermana y su cuñado, Lujain al Habi, una cirujana de 33 años del hospital universitario de Al Yarmouk, disfruta de las vistas al Tigris desde un reservado en una especie de pequeño mirador cubierto. «Nos gusta venir para disfrutar de la naturaleza, fumar narguile y darnos un buen banquete», explica mientras suena Titánic de fondo. «La seguridad ha mejorado mucho y esperamos que impulse el turismo extranjero».

Seguridad es una de las palabras más repetidas por los iraquíes. Tras veinte años de inestabilidad y 210.000 civiles fallecidos a causa de la violencia sectaria provocada por la invasión de EEUU, parece que el país toma aire. Según la organización Iraqi Body Count, que recoge los registros de civiles muertos por ataques violentos desde 2003, en el último año la cifra de personas fallecidas fue de 740. Lejos quedan 2006 y 2007, con más de 25.000 muertes, respectivamente, o 2014, el año de mayor actividad del Estado Islámico con 20.000 muertes.

Un descenso de la violencia que los iraquíes atribuyen, entre otros factores, a un gobierno estable. Después de más de un año sin ejecutivo y de enfrentamientos en las calles entre facciones chiíes, el paso a un lado táctico del clérigo Muqtada al Sadr ha posibilitado formar un gobierno que tiene el reto de impulsar la economía de un país en el que aún quedan 2.500 soldados de EEUU de instrucción y sin fecha de salida.

«Los iraquíes hemos vivido muchos años con una continua inquietud, siempre pendientes de que se produjera algún ataque o explosión. Llevamos demasiado tiempo condicionados por el miedo», explica Leezan Salam, una bailarina y profesora de danza clásica de 26 años que imparte clases en un moderno complejo que cuenta con cafetería, gimnasio y pista de baile.

«Hay sectores que todavía consideran bailar un pecado. Por suerte, nuestra generación es mucho más abierta y está transformando el pensamiento», indica Salam en un espacio neurálgico en el que decenas de jóvenes se han reunido para disfrutar de un brunch.

«nostalgia» de sadam

En el barrio de Al Waziriya, la pintora Wijdan al Majid da las últimas pinceladas a una de las acuarelas que forman parte de una colección sobre las máscaras que tenemos todas las personas. Especialista en retratos, de entre una pila de lienzos saca una ilustración del rais Sadam Husein con fecha del 23 de abril de 2003. «Lo pinté poco después de la caída de Bagdad. No lo tengo colgado en la pared por respeto al compañero con quien comparto estudio de pintura», señala la artista.

«Con Sadam gozábamos de mayor seguridad y de un sistema que facilitaba la vida diaria. Pero también es cierto que vivíamos en una sociedad muy cerrada que no aceptaba las cosas de fuera», detalla esta pintora que supera la cincuentena y ha expuesto por diferentes países europeos.

«Antes de 2003, los artistas iraquíes innovábamos mucho. Con la invasión de EEUU e internet hemos perdido parte de nuestra identidad, porque hay muchas interferencias de Occidente y mucha copia».

Al-Majid recuerda con cierta nostalgia cómo el dictador visitaba las exposiciones de los artistas locales e impulsaba su creación con ayudas gubernamentales. «El régimen imponía pero al mismo tiempo inspiraba al artista. De los gobiernos posteriores nunca hemos recibido ayuda».