EDITORIALA

No está el país para desenfocar debates ni para que te subleve tanto que el adversario acierte

La campaña electoral entra en su semana final y la derecha mantiene a EH Bildu como constante en sus discursos, pero lo cierto es que el tema de las listas parece amortizado en Euskal Herria. Nunca hay que descartar algún acceso frívolo e hipócrita, pero por ahora el asunto no da para más. El debate sobre paz y memoria, por supuesto, deberá proseguir de forma constructiva.

Hará falta un poco de perspectiva histórica para evaluar seriamente la acumulación de pasos en favor de la paz y la convivencia dados por los y las independentistas vascas. Mientras tanto, la otra parte ejerce sin tapujos los privilegios que le otorga la impunidad. Ese desequilibrio terminará por alterar el barómetro moral que rige el relato, y quienes deseaban esta batalla para aprovechar la inercia de los «pactos antiterroristas» y su rama civil, la perderán. A buenas, perderán el debate por su parcialidad y mala memoria. A malas, gracias a que este marco favorece a la derecha española, ésta imperará y lo aclarará todo.

Un último apunte: en la política vasca hay demasiada gente que vive más preocupada de que el resto no acierte que de hacerlo bien ellos. Esta tara podría achacarse al contexto electoral, pero tristemente lo supera y es transversal. No es que a algunos no les haya parecido bien lo que han hecho esos siete militantes o EH Bildu, es que les subleva que lo hayan hecho bien. No pueden disimular su disgusto.

Así es difícil afrontar los inabarcables retos que tiene el país. No solo se debería superar el esquema de vencedores y vencidos en favor de un modelo «win-win», sino que convendría aspirar a ser mejores tanto cuando se gana como cuando se pierde.

UNA REALIDAD AMARGA E INCÓMODA

Frente a grescas electorales cultivadas, la realidad social resurge y pone a la sociedad vasca ante un espejo. Para empezar, el de sus prejuicios. Un hombre mata a una mujer a tiros en Orio. Muchas personas muestran su sorpresa porque él era «de aquí de toda la vida» y «siempre andaba en cosas del fútbol». Es decir, lo que se entiende por «alguien normal».

La Ertzaintza tarda horas en ofrecer una versión clara que ataje los bulos. Las redes arden con fotos truculentas que la gente expande. Los medios hacen criba, pero en las cabeceras se pueden ver los sesgos de cada enfoque. Los y las vecinas responden a las convocatorias y el Ayuntamiento de Orio está acertado, pero la campaña desdibuja todo, hasta las declaraciones más solemnes y los gestos más sinceros.

Pocos días antes, una cuadrilla agredía a una pareja de homosexuales de origen colombiano en Villabona al grito de «maricones de mierda, extranjeros, fuera de aquí». Homofobia y racismo con violencia, un completo. Qué duro que te ocurra en Euskal Herria lo que pensabas que habías dejado atrás en Colombia. Qué vergüenza. De nuevo la ciudadanía es solidaria. Hace falta un balance serio.

En general, el país no está para exponerlo.

LA AGENDA MARCA TAMBIÉN LAS ALTERNATIVAS

Estos días hay huelgas en Osakidetza por unos servicios de calidad; la carestía de la vida es asfixiante; la vivienda que se construye no está al acceso de la mayoría del pueblo; la emergencia climática acrecenta la falta de soberanía alimentaria; el euskara y la cultura vasca siguen siendo frágiles; aún hay 158 presos por la excepcionalidad jurídica… No está la cosa para perder el tiempo o las energías.

Si por intereses partidistas se desenfocan los debates, no se atienden los cambios culturales y no se mejoran las prácticas políticas, las condiciones de vida de la ciudadanía decaerán. La verdadera campaña del pueblo vasco es acertar en estrategias y plazos. Esta campaña electoral es parte de esa otra, y por eso es importante el esfuerzo militante de tanta gente.