EDITORIALA

Los problemas de la gente, ausentes de la campaña

Cada vez hay más personas en Euskal Herria que viven en una situación muy precaria. El alza del coste de la vida y, sobre todo, el aumento de los alquileres está expulsando a la gente de los barrios de las grandes ciudades, especialmente en Bilbo. El abandono institucional de la vivienda social, la presión del turismo y de los especuladores, y la persecución de la Policía a las personas que viven en la calle son los principales factores que han endurecido todavía más la precaria situación de la gente con menos recursos, muchos de ellos migrantes.

En esta difícil coyuntura, la Coordinadora de Grupos de Bilbao La Vieja, San Francisco y Zabala ha recogido los testimonios de vecinas y vecinos de esos barrios que sufren la falta de vivienda, la pobreza y la exclusión social. Con esta iniciativa trata de llamar la atención sobre la falta de compromiso con los derechos humanos que percibe en Bilbo, a pesar de la grandilocuente propaganda oficial. Asimismo, ha querido dar voz a aquellos que normalmente no la tienen y que GARA ha recogido en el reportaje que publica hoy. Pese a la iniciativa de la Coordinadora, las condiciones de vida de la gente corriente y las medidas necesarias para paliar y reconducir la situación siguen ausentes del debate político. Buena muestra de ello ha sido la campaña que terminó ayer y en la que poco se ha hablado de la carestía de la vida, de los desahucios, del precio de los alquileres y, en general, de las políticas públicas necesarias para reducir las desigualdades, y mucho menos del modo en que se proporcionan elementos de dignidad necesarios para construir una vida decente.

Durante la campaña, el debate sobre cómo está el país ha sido eclipsado por el barro, mucho más abundante de lo habitual. Las polémicas estériles han sustituido a la deliberación y al contraste entre proyectos políticos. Por desgracia, es una tendencia que, si no se toman medidas, se afianzará. Ya ha ocurrido en otros países, donde la política se parece cada vez más a una competición deportiva, en la que lo importante es ganar y, además, a cualquier precio. Así solo se empobrece la vida pública y la calidad de la democracia decae.