Isidro ESNAOLA

La extracción de cobre muestra los límites de la transición energética

El cobre se considera un metal esencial para la transición energética por sus múltiples aplicaciones relacionadas con la electricidad. Sin embargo, los vaivenes en los precios y las elevadas inversiones necesarias para su extracción muestran las limitaciones que hay para ampliar la minería del metal rojo.

Mina de cobre Sossego situada en Canaa dos Carajas, estado de Pará, Brasil. Es explotada por la compañía minera brasileña VALE que gestiona las mayores minas al aire libre del mundo.
Mina de cobre Sossego situada en Canaa dos Carajas, estado de Pará, Brasil. Es explotada por la compañía minera brasileña VALE que gestiona las mayores minas al aire libre del mundo. (Nelson ALMEIDA | AFP)

La cotización del cobre ha caído un 15% desde principios de año y está en mínimos de seis meses. Los analistas explican que entonces subió por el fin del confinamiento en China, lo que hizo pensar en un fuerte tirón de la demanda. No obstante, la demanda parece no haber crecido tanto como esperaban; tal vez porque las expectativas fueron exageradas. Sin embargo, los inventarios de cobre se han reducido sustancialmente: un 30% en un año y casi un 60% si se compara con los datos de hace tres años. Han aprovechado los altos precios para vender, tal vez porque no tiene mucha confianza en el futuro.

En cualquier caso, cada vez se habla más de que el cobre será el nuevo litio, por su relieve en la llamada transición energética, gracias a sus múltiples aplicaciones que van desde el cableado hasta la construcción, pasando por los vehículos eléctricos, paneles solares y otras tecnologías eléctricas. La consultora McKinsey & Co calcula que la electrificación aumentará la demanda mundial de cobre hasta los 36,6 millones de toneladas en 2031, mientras que el suministro previsto para esa fecha rondará los 30,1 millones de toneladas, lo que se traducirá en un déficit de unas 6,5 toneladas en esa fecha.

En esa misma línea, en la Conferencia Mundial del Cobre que se celebró en abril en Santiago de Chile, el analista del Goldman Sachs, Adit Rai, señaló que los usos verdes del cobre representaban el 4% del consumo en 2020 pero se espera que lleguen al 17% en 2030, lo que significa que el mundo necesitará un 54% de cobre adicional. Cifras que han estimulado los movimientos en la estructura empresarial de la minería del metal rojo. El gigante de las materias primas Glencore ha intentado hacerse con la canadiense Tech Resources para constituir el tercer extractor de cobre más grande del mundo. Ofreció 23.000 millones de dólares, pero de momento la OPA hostil no ha tenido éxito. La minera del oro Newmont Corp sí logró comprar la australiana Newcrest Mining Ltd y BHP Group se ha hecho con el productor de cobre Oz Minerals tras pagar 6.340 millones de dólares. Crecen para monopolizar un mercado que consideran muy valioso.

LA DIFÍCIL EXTRACCIÓN

Sin embargo, la cuestión es más extractiva que empresarial. Glencore suspendió sus operaciones en la mina Antapaccay de Perú a causa de las protestas por la detención de Pedro Castillo. Chile, principal suministrador mundial con una cuota del 27%, extrajo un 7% menos en 2022, y Fitch Solutions estima que en 2023 venderá 5,7 millones de toneladas, lo mismo que en 2020.

Cada vez es más patente el efecto de la regla de los rendimientos decrecientes en la minería del cobre: primero se extrae los yacimientos más fáciles y baratos y, a medida que se van agotando, se pasa a la extracción de los más difíciles y caros. La Comisión del Cobre de Chile certificó, por ejemplo, que entre 2001 y 2017 la extracción de cobre aumentó un 16%, pero la energía utilizada multiplicó por seis esa cantidad, incrementándose en un 96%.

Además, los yacimientos están cada vez más alejados. No existen infraestructuras, ni suministro de energía, ni base industrial, lo que obliga a construir y organizar todo alrededor de la mina. Buen ejemplo de ello es el yacimiento de Oyu Tolgoi, situado en una zona desértica en el sur de Mongolia, descubierto a finales de los 90, comprado por Río Tinto en 2006 pero que todavía no ha empezado a extraer el preciado metal rojo.

Los métodos de extracción también se vuelven cada vez más complejos, lo que incrementa todavía más las inversiones a realizar. En Oyu Tolgoi, por ejemplo, pretenden utilizar el sistema de hundimiento por bloques que consiste en excavar por debajo del cuerpo del mineral para que colapse y caiga a un nivel inferior, donde se triturará y se enviará a la superficie por medio de cintas transportadoras.

Dada la envergadura de las inversiones, el jefe de analistas de Marex, Guy Golf, ha apuntado recientemente que para atraer capital a las nuevas minas hará falta que los precios suban hasta los 15.000 dólares por tonelada. Si a principios de año el precio rondaban los 9.000 dólares, en este momento está por debajo de los 8.000 dólares lo que puede terminar congelando muchas inversiones. La transición energética es mucho más que cambiar una energía por otra: son necesarios recursos y otro marco institucional que priorice el largo plazo sobre la ganan-cia a corto. Dicho de otra manera: el capitalismo no nos va a sacar del atolladero.