Koldo LANDALUZE
ALICE, CARIÑO

La herida invisible y el asedio constante

La nominada al Óscar Anna Kendrick realiza una de las mejores interpretaciones de su carrera asumiendo el doloroso rol de una mujer que sufre maltrato a manos de su compañero sentimental y que realiza, en complicidad con sus amigas, una huida hacia adelante más que necesaria.

Sutil e implacable, esta modesta pero muy estimable producción canadiense dirigida por Mary Nighy aborda el maltrato a través de una perspectiva sicológica y acierta de lleno en su retrato de una mujer que está siendo progresivamente triturada por su agresor, llevándola a un extremo en el que se siente anulada por completo a manos de un hombre que tan solo la utiliza en su beneficio propio.

UNA VENTANA ABIERTA

Una de las principales virtudes de “Alice, cariño” radica en el dibujo de su protagonista y el tacto con el que la directora la ha dotado de una personaldidad rica en matices, reservándole un secreto que será vital en su posterior desarrollo.

En su personal descenso a los infiernos, el personaje encarnado por Anna Kendrick encontrará una pequeña ventana abierta cuando sus dos mejores amigas le propongan compartir unos días en una cabaña. Incluso en esta distancia, la protagonista sufre el asedio de su compañero sentimental, el cual se sirve de andanadas de mensajes que le ruegan un regreso inmediato. Con todos estos mimbres, la directora Mary Nighy y la guionista Alanna Francis han trasladado a imágenes secuencias habituales, silenciadas y reconocibles y que siempre merecen la pena ser recordadas. Un filme implacable en su intención y que aborda ese tipo de violencia en el que su rastro es palpable a la percepción, pero invisible a la vista.