Ni más gente ni más ilusión: un partido melancólico
No son buenos tiempos para el PNV y el Alderdi Eguna del domingo no va a hacer cambiar esta tendencia. La llamada a rebato realizada por la estructura del partido con cartas personales, entrevistasy reportajes emotivos no logró el efecto movilizador que podría esperarse, por mucho que se exagere la participación. Y, sobre todo, ni Ortuzar ni Urkullu pudieron ofrecer un mensaje de ilusión.
Vaya por delante que lo más probable es que el PNV vuelva a ganar las elecciones autonómicas cuando quiera que las convoque el lehendakari y que Iñigo Urkullu, apoyado por el PSE, seguirá en Ajuria Enea otros cuatro años si es lo que se propone. Pero el PNV ya no ilusiona. Es un partido melancólico. A la defensiva. Rodeado de fantasmas.
EMPECEMOS POR LA PARTICIPACIÓN
El año pasado el Alderdi Eguna pinchó. Esto es algo hoy comúnmente asumido pero que entonces no se reconoció. «Miles y miles de alderdikides y alderdizales desafiaron a la lluvia y el frío», dijeron desde el PNV. El periódico que ayer hablaba de «lleno hasta la bandera» también vio entonces que «la militancia llenó las campas de Foronda en el Alderdi del encuentro». Y el diario que asegura hubo «decenas de miles de personas» también escribió el 26 de setiembre de 2022 que «la formación jeltzale volvió a mostrar su vigor en Foronda en un acto que fue de nuevo multitudinario». Videos e imágenes dejan a cada cual en su sitio
¿Cuánta gente hubo en Foronda? La propia característica de la fiesta hace difícil la contabilidad. No es una manifestación en una calle en la que se pueda hacer un recuento. Pero hay elementos que pueden ayudar. La fotografía que ilustra este comentario es la que remitió oficialmente el PNV encabezando su nota de prensa. Si se fijan, la mayoría está sentada. Y si se descargan la foto con cierta nitidez desde la web del partido, con paciencia incluso se puede puntear uno a uno.
Pero lo que este diario hizo el domingo fue contar las sillas antes de que fueran ocupadas. Los cuatro bloques de la parte de arriba tienen cada uno 40 filas de 15 sillas. Eso son 2.400 sillas, algunas de las cuales se puede ver que están vacías. En la parte inferior, alrededor del escenario, se dispusieron unas 300 sillas, algunas de las cuales fueron movidas durante la mañana, por ejemplo para llevarlas a la misa.
Esto supone que en esa fotografía hay unas 2.700 personas sentadas. A las que se suman las cientos que están de pie. La imagen, que insistimos que es la oficial del PNV, está tomada en la parte más importante del acto, el discurso del presidente del EBB, Andoni Ortuzar, y después de que desde megafonía se insistiera a quienes estaban en las txosnas que se acercaran al centro de la campa por la importancia del momento. Evidentemente, no todos pudieron (estaban cocinando o sirviendo tragos y pinchos) o quisieron (prefirieron seguir a la sombra junto a la barra) cumplir con la petición de los organizadores. Como se puede ver en la parte superior de la foto y comprobó cualquiera que estuviera allí, por detrás de las sillas había unas cinco filas de gente de pie y más allá casi nada, apenas pequeños grupos conversando.
Que cada cual haga sus cuentas. De lo visto en directo y de lo comprobado en las imágenes, lo que sí es seguro es que no había decenas de miles de personas ni aquello estaba hasta la bandera. Y si se repasan las fotografías que se pueden encontrar en la web del PNV, hace diez años, en 2013, sí que podía hablarse de un Alderdi Eguna multitudinario. Después, cada vez se ve menos gente en esas fotos oficiales hasta llegar a 2019. En 2020 y 2021 la pandemia impidió una convocatoria normalizada y en 2022 la recuperación no fue total. 2023 ha seguido esa línea decreciente que ya se dibujaba antes del covid, y eso a pesar de todos los esfuerzos realizados por el partido para animar a militantes y simpatizantes a la asistencia.
EN CUANTO AL CONTENIDO DE LOS DISCURSOS
El partido que ha dirigido la CAV durante décadas de forma casi hegemónica da muestras de melancolía y, lo que es peor, de estar enfadado con el exterior y ese exterior incluye a su propia ciudadanía. En el terreno político-mediático se queja de que desde la derecha y la izquierda se le pretende «desposicionar». Ese era el titular ofrecido por el partido en su nota de prensa. «Ortuzar: Nada ni nadie va a desposicionar al PNV, nadie nos va a llevar donde no queramos ir, pero tampoco nosotras y nosotros vamos a llevar a la sociedad vasca donde ella no quiera estar». Se trata de una idea difícil de digerir.
Quizá quedó más clara la frase «nos quieren encasillar, nos quieren desplazar, nos quieren desprestigiar socialmente». Y la respuesta es «no lo podemos permitir, no lo vamos a permitir. Tenemos 128 años de historia, de trayectoria. Tenemos una hoja de servicios al país, a Euskadi, impecable».
Por su parte el lehendakari, Iñigo Urkullu, protesta con un «¡ya está bien!» a lo que entiende que es «crear un malestar artificial que a nadie beneficia» a través de «la crítica por la crítica», «la huelga por la huelga» por «intereses políticos». «Vienen a por nosotros», asegura. «Han estado esperándonos y ya vienen», proclama. Y propone defenderse con la fuerza de la unión del grupo, del partido.
La pregunta a hacerse debería ser ¿por qué, con una hoja de servicios de 128 años impecable, la gente llega a perder su sueldo de jornadas de trabajo haciendo huelgas solo por fastidiar al PNV? ¿Por qué con tantos millones invertidos, tantos planes ejecutados, tantos programas implementados, la ciudadanía ve Osakidetza como su segundo problema? ¿Puede tener que ver con que tu médico de familia te siente ante sí y al mismo tiempo tenga que atender una urgencia telefónica que no le corresponde? ¿O también eso es propaganda?
NO ASUNCIÓN DE LA REALIDAD QUE LE RODEA
Y eso es lo que parece que no está queriendo entender la dirección jeltzale. Como no parece comprender que la sociedad vea anormal que el miembro del consejo de administración de una empresa de autobuses que contrata con el Gobierno y recibe más de cuatro millones de euros se convierta al mismo tiempo en asesor jurídico externo en el conflicto con otras empresas, por mucho que el consejero de Educación, Jokin Bildarratz (que el domingo tuvo una conversación con el lehendakari y el presidente del EBB en Foronda) diga que es legal. Puede que sea legal pero es impresentable.
Ese es el ecosistema que ha ido creando el PNV y que ahora parece que se le está volviendo en contra. No es que tenga una «imagen de amiguismo» como aseguró detectar en su proceso interno de escucha, es que han creado un sistema de amiguismo. En palabras de Urkullu, se podría decir que tampoco este es «un malestar artificial» sino muy real y padecido por los consumidores en sus bolsillos.
POCO MENSAJE MÁS ALLÁ DE LA QUEJA
Aparte de tanta queja y de un mensaje de resistencia camuflado de loas a la militancia y a su unidad, al margen de los reiterativos llamamientos a que se pongan las alpargatas o las zapatillas de running, y pese a la insistencia de Ortuzar en que «¡somos el Partido!» y «somos el PNV», lo cierto es que no hubo en el Alderdi Eguna de ayer ningún mensaje político novedoso ni ilusionante.
¿Que se tiene que abordar la cuestión territorial en esta legislatura? Lo están diciendo también ERC, Junts, BNG y EH Bildu. ¿Que antes de firmar un nuevo compromiso -en referencia a la investidura de Pedro Sánchez- hay que cumplir los anteriores? Lo vienen repitiendo Andoni Ortuzar, y antes que él, Iñigo Urkullu, Josu Jon Imaz y hasta Xabier Arzalluz cada vez que llega una investidura o son necesarios sus votos para la aprobación de unos presupuestos. Y una y otra vez acaban firmando lo que creen conveniente pese a los incumplimientos anteriores.
En su discurso, el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, avisó a su público de que tras el Alderdi Eguna, seguido «con morbo», «habrá interpretaciones de todo tipo y para todos los gustos». Esta, evidentemente, es una de ellas. Pero para Ortuzar, «lo más relevante es que estamos aquí y que los y las que estamos aquí tenemos claro a dónde venimos, dónde estamos y a dónde vamos».