El llavero mágico
Matarile debe ser una referencia, una pista para acercarse a ese lugar donde se guardan los llaveros mágicos donde cuelgan esas llaves que nos abren puertas del mar, del campo o del futuro, ese tiempo ficticio que tanto nos gusta atribuirle remedios y que acostumbra a ser un muro invisible contra el que chocamos y rebotamos. Pero seguiremos insistiendo, ¿dónde están las llaves? Y en un asalto de la razón conspicua, la mirada perdida en un imaginario espacio global, resulta que para vestir la toga, los birretes, el mazo y poder colocar poesía abstracta en forma de considerandos, está la judicatura, y todos aquellos que estudiaran derecho, probablemente con las mejores intenciones, que hicieron oposiciones y acabaron decidiendo sobre asuntos entre personas a las que pueden quitarle la libertad o la dignidad y que cuando se organizan de manera trasparente o secreta, pueden ser motivo de manipulaciones políticas de alta intensidad. Jueces y juezas deben ponerse bajo sospecha metódica constante. Y a las pruebas nos remitimos
Si, en teoría, las leyes las escriben los legisladores, son los jueces quienes las ponen en práctica. Y ese poder puede ser un peligro. Miremos a la realidad actual, el Tribunal Supremo, por señalar. En Guatemala, se está intentando dar un golpe a los resultados electorales desde la judicatura; en Colombia se está demostrando que la corrupción en las altas instancias de la Fiscalía es determinante; en EE.UU. todo el Tribunal Supremo está contaminado por el trumpismo togado.
Ecuador, Bolivia, Polonia. Todos tienen llaveros.

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