EDITORIALA

Preocupante degradación de los derechos humanos

El respeto a los derechos humanos está dejando de ser un elemento político central, a veces debido a factores externos, pero a menudo por causas internas. Ayer, por ejemplo, trece agentes de la Policía Penitenciaria italiana fueron detenidos y otros ocho suspendidos por cometer abusos, torturas e incluso un intento de violación a jóvenes recluidos en centros de menores. La impunidad del poder en todo su apogeo se ceba con los más débiles y desprotegidos, los jóvenes encerrados. Una situación que, por cierto, se repite en otros países donde no son raros los episodios de abusos a menores encerrados. El representante sindical de la Policía denunció acertadamente que la situación de las cárceles «genera y alimenta violencias y atrocidades, a veces a ambos lados de los barrotes». Cada vez es más urgente una reflexión sobre el futuro de la institución carcelaria.

Por otro lado, las guerras se han convertido en la excusa perfecta para desatar una violencia despiadada. Un buen ejemplo lo da Israel a diario, y no solo en la Franja de Gaza. Ayer se hizo público que EEUU baraja sancionar al batallón israelí Netzach Yehuda por haber violado, torturado y realizado ejecuciones extrajudiciales. No es la primera vez que se acusa a este batallón de violar los derechos humanos, pero la revelación confirmó que el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, conocía las acusaciones y lleva meses ignorándolas, mientras el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, justificó las acciones de este batallón por su lucha. La guerra como cortina de humo para ocultar todo tipo de atrocidades.

Dos noticias que dan medida de la degradación que se ha producido en el ámbito de los derechos humanos. Una degeneración que no solo es consecuencia de una guerra abierta, sino de la impunidad de la que gozan en general los cuerpos armados, ya sean militares o policiales. Es responsabilidad del poder político poner freno a este tipo de comportamientos que conducen hacia una sociedad cada vez más insensible y autoritaria. Sin una denuncia enérgica de la sociedad civil y sin una acción firme del poder político, el mundo se abate por un sendero cada vez más sórdido y deshumanizado.