No conforme con el genocidio, Israel promueve una gran guerra

La muerte en Teherán del líder de Hamas Ismail Haniyeh es un golpe militar temerario por parte de Israel. Este ataque puede desencadenar efectos difíciles de prever. En primer lugar, la operación demuestra una importante capacidad de Inteligencia. En parte, resarce a los militares sionistas por los sucesivos fracasos desde el 7-O.

El mensaje directo es que Israel no solo puede matar a 40.000 palestinos, la mayoría mujeres y niños, en el campo de exterminio en el que ha convertido Gaza; que no solo puede detener y torturar de forma impune a miles de personas en Cisjordania, sino que puede realizar incursiones letales en otros países y liquidar a los líderes de la resistencia palestina.

Además de en Gaza e Irán, el Gobierno sionista ha realizado ataques en Cisjordania, Líbano, Siria, Irak y Yemen. Estas ofensivas suponen una escalada constante que acrecentan las opciones de que la guerra se extienda a toda la región.

Haniyeh era el principal interlocutor de cara a un alto el fuego y era, además, la figura de referencia dentro del Movimiento de Resistencia Islámico para los distintos mediadores que han tratado de interceder para frenar la ofensiva que desangra a Gaza y que amenaza a otros países del entorno. Para un Netanyahu dispuesto a cualquier cosa con tal de aferrarse al poder, desaparece una figura que podría dar lugar a acuerdos que no le convienen.

La comunidad internacional debe reforzar sus esfuerzos para parar la ocupación, el exterminio y el genocidio. Y debe llevar a sus responsables ante la justicia internacional.

Hamas no se va a rendir. La muerte de Haniyeh reforzará su apoyo en Palestina y en el exterior. El éxito táctico del sionismo no debería distorsionar su debilidad estratégica. El mundo y la historia los juzgarán.