Las trampas de M. Night Shyamalan

Centrando gran parte de la acción en el recinto de un concierto, M. Night Shyamalan juega a ser una especie de Hitchcock pero se estrella sobre todo en su parte final y desaprovecha totalmente el potencial claustrofóbico de su premisa. En “La Trampa” he encontrado lo mejor pero también lo peor del director.
Proponga lo que proponga siempre estoy en el equipo de Shyamalan y estoy dispuesto a aceptar casi todo lo que plantea. Aquí, pese a un tsunami de improbabilidades argumentales, trucos de guion baratos e inverosimilitudes constantes, durante la primera hora he estado totalmente dentro; giros muy locos, humor negro, ciertos destellos de la brillantez del director… me he divertido mucho. Por desgracia, todo se va al garete con un tramo final bastante ridículo. Y no lo digo solamente por la trama, que también, lo que más me ha molestado es cómo trata y desarrolla a los personajes. La relación del padre y la hija es uno de los cimientos de la película, pero ese desarrollo que se va generando, en los compases finales parece que no sirve de nada; hay acciones y decisiones que no tienen ni sentido ni justificación.
Las actuaciones de Joy Donoghue y sobre todo de Hartnett me han parecido correctas. Sin embargo, me ha llamado la atención -para mal- la interpretación de Saleka -hija de Shyamalan-: no llega ni al aprobado, terrible.
Técnicamente es destacable; el uso del formato de 35mm, por ejemplo, aporta una textura que beneficia mucho a la atmósfera y a la estética camp del filme.
Siempre estaré a favor de creadores como Shyamalan; más allá de sus originales y cautivadoras historias, su maestría reside en la puesta en escena y en cómo exprime el lenguaje cinematográfico para crear suspense. Lamentablemente, en este caso, las trampas se notan demasiado.

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