Macron veta a la izquierda y erosiona la democracia
Dos meses después de que las elecciones legislativas en el Estado francés dieran la victoria al Nuevo Frente Popular (NFP) por delante del partido de Emmanuel Macron, Ensemble, y de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, el presidente ha decidido encargar la formación del nuevo Gobierno al conservador Michel Barnier, miembro de Los Republicanos. Una decisión que ha sido fuertemente criticada por la izquierda, que acusa al presidente de «robar» las elecciones, mientras que la ultraderecha ha dicho que el nombramiento responde a su criterio de que fuera una persona que contara con Agrupación Nacional.
De este modo Macron culmina la desastrosa estratagema que pergeñó: superar la contundente derrota en las elecciones europeas con la convocatoria de legislativas. Su objetivo no era otro que recoger los votos de la izquierda con la excusa de frenar a la ultraderecha. Sin embargo, la unión de las fuerzas de izquierda, cerrada en un tiempo récord, con un programa progresista y una estrategia electoral clara frente a la ultraderecha, dio la victoria al NFP. En vez de asumir la derrota, Macron decidió dejar pasar el tiempo para diluir el triunfo de la izquierda. Después, se tomó más tiempo con la idea de fracturar la coalición. Al ver que sus artimañas no daban resultado, optó por buscar algún disidente de la izquierda, luego tanteó al presidente del Consejo Económico, Social y Medioambiental y, por último, sondeó a un dirigente regional conservador. Sus gestiones no dieron resultado y ha terminado entregando el Gobierno al dirigente del partido que quedó en cuarta posición y que ni siquiera participó en el llamado «frente republicano» para frenar a la ultraderecha.
De este modo, Macron se dispone a gobernar con las derechas. Es posible que se haya salido con la suya, lo que no está tan claro es que entienda que el mensaje que traslada a la ciudadanía es que en la práctica la izquierda es la única fuerza vetada en la república. No solo desoye el mandato popular y erosiona la democracia -un dirigente socialista hablaba ayer de «crisis de régimen»-, sino que además está poniendo una alfombra roja a la ultraderecha.

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