La Ertzaintza lanza agua a presión contra la multitud

Se cumplen 22 años de una movilización en Bilbo que pasará a la historia tanto por la dureza de la intervención de la Ertzaintza, que recordó escenas propias de dictaduras, como por la contundente respuesta dada por miles de personas sentadas en el suelo entonando el ‘‘Eusko Gudariak’’ tras una lluvia de porrazos, pelotazos y la irrupción de una tanqueta que roció agua a presión con alguna sustancia que «irritaba los ojos».
Decenas de miles de personas se habían reunido en la movilización silenciosa. Antes de llegar a la plaza, la marcha se encontró con un fuerte dispositivo policial desplegado. Cuatro abogados, en nombre de los convocantes, intentaron conversar con los agentes, aunque, como recoge la crónica, la decisión estaba tomada.
El contingente desplegado descargó porrazos y pelotas de goma contra la multitud de una magnitud que se describió como un «ataque desconocido en la historia reciente de este país». En la cabeza de la movilización había personas de avanzada edad, niños y manifestantes en sillas de ruedas, lo que no fue obstáculo para desatar una estampida también en las calles aledañas, donde muchas personas buscaron refugio, como en el pasado, tocando timbres de viviendas e incluso conside- rando romper cristales para poder entrar en los portales.
A los métodos policiales habituales se sumaba, por primera vez, un vehículo policial que lanzó «un líquido de un extraño color». Aquellos momentos de pánico dejaron imágenes para la historia. Tres personas desnudas respondieron a la intervención policial; hubo quien empapado de arriba a abajo, en medio de aquella sustancia que irritaba profundamente los ojos, mantuvo la ikurriña en alto.
La carga duró diez minutos, pero la movilización no se disolvió. Los manifestantes respondieron entonando el ‘‘Eusko Gudariak’’ y permanecieron en el lugar. La actuación policial había dejado atrás decenas de heridos y un reguero de casquillos y pelotas, entre sirenas de ambulancias que trasladaban heridos a los hospitales.
Un auto del juez Baltasar Garzón, que semanas antes había suspendido las actividades de Batasuna, había declarado ilegal la protesta convocada por decenas de ciudadanos, vinculando la movilización con ETA.
En aquella manifestación se produjo otro hecho llamativo: el hallazgo de una pelota lanzada por la Ertzaintza que llevaba escrito «Otegi» junto a la inscripción «H.P.», en otra imagen con gran repercusión en su momento, que hoy probablemente hubiera sido viral en las redes.
ENCAÑONAN A UNA MIRENTXIN
Sucedió hace 8 años en Córdoba. Seis personas viajaban de madrugada a visitar a sus familiares presos en una de las furgonetas de Mirentxin. Habían pasado un control policial, cuando un coche camuflado les dio el alto haciéndoles parar en mitad de la carretera.
Los ocupantes del vehículo eran guardias civiles. Sacaron sus armas por la ventanilla, apuntaron a uno de los conductores en la cabeza y le obligaron a bajar, al tiempo que esposaban al otro conductor y le obligaban a tumbarse en el suelo. Los afectados dieron a conocer los hechos días después en una comparecencia junto a miembros de Etxerat, en la que relataron momentos de extrema tensión, en los que los agentes no les dejaban de gritar. Personas de avanzada edad viajaban en aquella furgoneta de Mirentxin. Tal y como señalaron, vivieron una mezcla de incomprensión y miedo real al peor desenlace.
Primero les acusaron de haberse saltado un control, después les comunicaron que había sido una confusión, que la matrícula coincidía con la de un «terrorista». La furgoneta pudo seguir, pero los hechos condicionaron notablemente la visita y las diez horas de viaje de vuelta.
«UN AGUJERO NEGRO»
El 14 de septiembre de 2009, Amnistía Internacional (AI) presentó un contundente informe denunciado las prácticas en el Estado español en las detenciones, la aplicación de la incomunicación y las torturas. Emplazaba directamente a derogar la detención incomunicada. Señalaba asimismo a jueces y médicos, a los primeros por admitir todas las peticiones de incomunicación de forma estandarizada. A los segundos, por firmar informes «inadecuados», «insuficientes» y de calidad «inaceptable» ante denuncias de torturas.
AI consideraba «inadmisible que en la España actual una persona detenida por cualquier razón desaparezca durante días, como tragada por un agujero negro». El informe profundizó en hechos como la propensión de las autoridades españolas a desechar las denuncias de torturas considerándolas tácticas de una estrategia diseñada para desacreditar al Estado. AI puso también el foco en el hecho de que los magistrados «rara vez» se interesan personalmente por el detenido.
LA MUERTE DE «ALBA»
El 14 de septiembre de 1990, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) dio a conocer la muerte de la médico internacionalista navarra Begoña García Arandigoyen, Alba, en un ataque del Ejército salvadoreño contra un hospital de la organización, una muerte más que se sumó a las registradas durante esa década entre internacionalistas vascos. En un comunicado, el FMLN explicó que efectivos del Ejército capturaron a la médica vasca y la ejecutaron posteriormente. Tenía 24 años y estaba embarazada.
Begoña García había llegado a El Salvador procedente de Nicaragua, país al que también había acudido como brigadista. Su «fuerte idealismo le llevó a darlo todo», como persona y como médico, destacó.
Askapena denunció en un comunicado la muerte de Alba «a manos del Ejército fascista de El Salvador». Achacaba esta nueva muerte a la estrategia contrainsurgente del Ejército salvadoreño, una práctica que había acabado con la vida de cinco jesuitas y un gran número de defensores de los derechos humanos, sindicatos, médicos y población civil. “Egin” recordó los brigadistas vascos muertos esa década en misiones humanitarias y de apoyo a las revoluciones en la época, como Pakito Arriaran, Ambrosio Mogorrón o Francisco Irañeta, Pantxito, además del jesuita vasco Ignacio Ellacuria.

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