Un freno al discurso sobre el absentismo laboral
Con una coreografía que difícilmente puede ser resultado del azar, diferentes patronales vascas han puesto encima de la mesa los últimos meses el absentismo como uno de los mayores problemas de la economía. No han hecho, en este sentido, sino seguir la corriente española. A esta retórica, que no es nueva, pero emerge con nuevo brío, se han sumado grandes medios y parte de la clase política, empezando por el exlehendakari Iñigo Urkullu, que en junio hizo suyo el discurso de la patronal. Para sorpresa de nadie.
Su sucesor, Imanol Pradales, se ha mostrado más cauto, y el consejero de Economía, Trabajo y Empleo, Mikel Torres, rechazó ayer hablar del tema a la ligera y recordó que «no se deja de ir a trabajar porque sí», sino porque «lo ampara un convenio, una ley, o un médico». Unas declaraciones que ponen pie en pared y aportan un poco de cordura, recordando las trampas que esconde la alarma prendida por la patronal: la mayor parte del absentismo denunciado son bajas expedidas por médicos y permisos de maternidad y paternidad.
La ampliación de derechos genera desajustes en la organización de las empresas, es lógico. Sobre todo en las empresas pequeñas, a menudo ignoradas por las grandes patronales. Pero hablamos de derechos, no de holgazanería. Las bajas son supervisadas por mutuas y servicios de salud; es difícil pensar en una conspiración de facultativos de diferentes estamentos para boicotear la actividad empresarial. Harían bien en preguntarse por las causas de estas bajas y, como sugirió ayer el consejero, centrarse en la prevención de las mismas. La élite empresarial, muy dada a ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio, señala una pérdida de valores ligados al trabajo, como si buena parte de ellos no hubiesen sacrificado la responsabilidad social en el altar del beneficio. Dicho esto, la sociedad cambia y sus valores y prioridades también. Es innegable que las transformaciones de los últimos años, con sucesos disruptivos como la pandemia, están provocando cambios que son difíciles de calibrar en vivo y en directo. Adaptarse es un reto para todos, pero tratar de hacerlo falseando problemas en interés propio no tiene un pase.

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