Anoeta y Donostia se llevan otro innecesario sofocón
El tempranero gol de Marín puso las cosas muy de cara a los de Imanol, pero el bisoño de Imanol se enredó en los incidentes provocados por los ultras del Anderlecht y encajó dos goles en diez minutos.

Anoeta, y toda Donostia por extensión, se llevaron un doble sofocón, deportivo y, sobre todo, social, completamente innecesario, con una derrota que complica el futuro europeo de la Real que, visto lo visto, puede hasta darse por buena, porque toda una ciudad volvió a estar a merced de 300 ultras que se sabía que iban crear incidentes, a los que se paseó por todo el centro de la ciudad con todas las molestias que eso acarrea, para terminar liándola dentro de Anoeta, donde rompieron las cristaleras de protección para lanzar asientos a los aficionados locales colocados debajo suyo. Y para colmo, estos incontrolado regresarán a casa con el orgullo y el ego inflados, porque su violenta actuación resultó clave en el triunfo de su equipo, pues la Real salió del partido justo cuando las cosas mejor pintaban.
Y es que, estos incidentes sirvieron para enredar a una Real que tampoco ofreció su mejor versión, justo cuando tenía las cosas donde quería y un equipo inferior a los txuri-urdin volvió a profanar el templo realista en otro partido muy extraño.
Como la pasada semana en Niza, Imanol volvió al esquema de tres centrales y cambió los diez jugadores de campo respecto al último partido ante el Valencia, con la clara intención de repartir esfuerzos con la visita del Atlético de Madrid a la vuelta de la esquina. Y la verdad es que, sin tiempo a calibrar si la apuesta del de Orio era acertada, todo se puso de cara con el gol de Pablo Marín, el primero en su trayectoria profesional, a los cuatro minutos de juego. Sadiq, voluntarioso y acertado, aprovechó un error de Zanka en la salida de balón para poner un preciso centro al de Logroño en el segundo palo.
Con el marcador a favor y un rival que también había guardado a varios titulares, la tarde se antojaba plácida en el césped y se complicó desde las gradas. Como ya sucedió hace un año ante el Benfica, la protección no fue suficiente y los aficionados realistas ubicados justo debajo -los de la grada familiar- pagaron las consecuencias de la violencia ultra.
SIN PARAR EL PARTIDO
Al contrario que el domingo en el Calderón, el árbitro no quiso parar el partido hasta que se calmara la situación, el ambiente se enrareció y fue la Real la principal damnificada.
Una Real sin bisoña y sin apenas referentes en el campo, se lió en el caos y pagó su falta de contundencia en las áreas encajando dos goles en menos de diez minutos que le resultaron imposibles de remontar. El primero en una jugada embarullada en la que pudo haber falta a Sadiq en el comienzo -tampoco se puede obviar que Luis Vázquez tuvo muchas facilidades para controlar el balón dentro del área- y el segundo en un accidente, un rechace que Leoni coló por la escuadra de Remiro.
MEJORÍA INSUFICIENTE
En el segundo tiempo, apostó por una Real más reconocible, tanto en cuanto esquema -con vuelta a una defensa de cuatro- como en nombres, dando entrada a Kubo, Aguerd y Barrenetxea. El equipo agradeció los cambios con una salida en tromba, pero adoleció de esa falta de efectividad que tanto le está penalizando.
Por momentos, los de Imanol metieron al Anderlecht en su área, pero el técnico visitante se las arregló para, retocando sus piezas, disminuir el caudal ofensivo txuri-urdin, contando incluso con alguna clara oportunidad de haber sentenciado antes un partido que ganó sin merecer del todo.

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